lunes, 2 de noviembre de 2015

Svalbard: el arca de Noé vegetal que salvará al planeta

La Crop Trust es una fundación que trabaja para la presevación de todo tipo de variedades de los diferentes cultivos sobre la faz de la Tierra.

El Arca de Noé vegetal se encuentra cerca del Polo Norte a -18º El almacén global de Svalbard tiene la colección de semillas más grande del planeta. Cuenta con más de 800.000 muestras.
El archipiélago de Svalbard, una isla noruega al este de Groenlandia y cercana al Polo Norte, esconde uno de los mayores tesoros de la Humanidad: un almacén global de semillas que pretende guardar toda la variedad vegetal del planeta para afrontar los retos a los que se enfrenta el ser humano en los años, y décadas, venideros. Un tesoro que se encuentra escondido en uno de los lugares más remotos del planeta, donde la temperatura media en invierno se encuentra alrededor de los-16 grados centígrados y que en verano no supera los 6 grados. En ese lugar en el que el sol no aparece durante 155 días en invierno y no se pone durante 133 jornadas de verano se esconden más de 800.000 semillas que pueden esconder la clave para la supervivencia del ser humano y que tiene el aeropuerto comercial más septentrional del planeta.
“Existen mas de 4.500 variedades de patata, 200.000 de arroz y muchísimas más en cultivos importantes. ¿Por qué son necesarias? Tenemos cambios en el clima que no hemos visto antes en nuestra historia y un crecimiento exponencial de la población. Tendremos que alimentar a más gente con menos recursos porque se necesita más tierra para otras cosas”, explica por teléfono Luis Salazar, portavoz de la Crop Trust, una fundación creada en 2006 y encargada del funcionamiento del almacén de Svalbard y cuyo principal cometido es salvaguardar toda la diversidad vegetal del planeta. “La diversidad de los cultivos te va a dar el tamaño de patata que necesitas. Quizá sea una patata grande que se puede lograr en misma cantidad de tierra que una normal, otra que te va a dar el doble u otra que va a resistir gran sequía”, explica Salazar. Esa variedad se puede conseguir por ingeniería genética o mediante selección natural, “como hacían los campesinos al principio de los tiempos”, ilustra el portavoz.
En la actualidad, la Crop Trust cuenta con más de 800.000 muestras en un almacén que tiene espacio para reunir 4.5 millones de variedades vegetales. La cifra se multiplica de manera exponencial ya que el objetivo de la fundación es obtener 500 muestras de cada variedad para almacenar hasta 2.500 millones de semillas.
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La Crop Trust trabaja de manera estrecha con los bancos de genes y de germoplasma, encargados de guardar semillas a nivel local, que existen en todo el planeta. “Es un triangulo: Svalbard está en la cúspide, los bancos internacionales de germoplasma están en el escalón inferior y, por último, las colecciones internacionales. Trabajamos para fortalecer ese sistema. Hay 1.700 bancos de germoplasma en el mundo y es imposible colaborar con todos, cada uno trabaja en una cierta área porque no lo pueden hacer todo. Es una responsabilidad global que nos pertenece a todos. Gracias a un tratado multilateral, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, por el que si un país, un productor o un laboratorio necesita algo, lo consigue”.
Uno de esos casos, y que ha supuesto la primera apertura de semillas almacenadas en Svalbard, ha tenido lugar a raíz del conflicto armado que azota Siria desde principios de 2011. El ICARDA, siglas en inglés del Centro Internacional para la Investigación Agrícola en Zonas Desérticas, pidió al Crop Trust que le enviara las semillas que en su día le había cedido para continuar el trabajo de investigación y de cruce de especies para mejorar las diferentes plantas con las que trabaja.
“Un banco genético tiene dos colecciones: la científica y la que envían al exterior, que es más numerosa”, explica Salazar. El portavoz explica que el ICARDA envió el 80% de sus contenidos cuando se inició el conflicto y que, con los años, se han quedado sin las semillas necesarias para trabajar. Ante esta situación, las delegaciones de Líbano y Marruecos del ICARDA han solicitado el material genético que enviaron en su día para investigarlo, cosecharlo, duplicar su número y así tener una nueva remesa de material con el que trabajar antes de enviar de nuevo el material a Svalbard. La retirada inicial de muestras tuvo su origen en la primavera árabe y los peligros que los conflictos armados suponen para los bancos genéticos. “El de Afganistán quedó destruido”, apunta Salazar que señala que el de Siria, pese a estar en manos rebeldes, está intacto en la actualidad: “Saben que es importante y han dejado que siga su trabajo”.
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Una única aportación económica de por vida

Las operaciones que la Crop Trust establece alrededor de todo el planeta no son gratuitas. La fundación tiene una sede en Bonn en la que trabajan 25 personas y su objetivo es conseguir los fondos necesarios para mantener Svalbard y los once bancos de germoplasma con los que trabajan de manera estrecha. “Queremos tener un fondo total de 750 millones de dólares, cuyos intereses, unos 34 millones al año, permitan mantener a flote la estructura”, ilustra Salazar.
Salzar comenta que la Crop Trust cuenta con 170 millones en la actualidad y su intención es que las 60 mayores economías del mundo hagan una única aportación para alcanzar la cifra que les permita actuar de manera independiente: “Con esa cifra nos aseguramos cubrir colecciones nacionales de importancia global para tener el sistema global en orden y cubierto a perpetuidad”. En el caso de Svalbard, la fundación también cuenta con la ayuda del gobierno noriego: “Recibimos financiación del gobierno, que en su día se ofreció para construir el recinto”, explica Asmund Asvald.
El problema al que se enfrenta la organización tiene que ver con su objetivo, muy a largo plazo, que choca con el cortoplacismo que impera en la política local: “Rendir cuentas es difícil porque todo donante quiere resultados y los efectos se observan a largo plazo. Todos los años damos semillas pero no se puede decir que una variedad de garbanzo se haya encontrado porque ha llegado de una variedad de etipia, las semilllas se crean después de cruce tras cruce tras curce. No se puede decir, salvo algunos casos a nivel genético, que una sola semilla haya permitido crear una planta resistente a la salinidad”.
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Un banco genético en Aragón

España tiene su propia versión del almacén de Svalbard. El Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) de Aragón es uno de los muchos bancos nacionales de germoplasma que se ocupan de preservar las variedades locales que, a la larga, engrosan los archivos del gran almacén de la Crop Trust. En el laboratorio que la CITA tiene enZaragoza se conservan más de 17.000 muestras de semillas entre las que destacan variedades autóctonas, como el tomate de Barbastro, que han adquirido unos rasgos característicos gracias a la selección natural y el cruce de variedades a lo largo de siglos.
El trabajo de la CITA se enmarca dentro del espíritu de cooperación que rige el Convenio sobre la Diversidad Biológica: “Recibimos peticiones de investigadores de todas la partes del mundo. Ahora mismo vamos a enviar unas semillas de cardo mariano a un solicitante de Italia, y llegan solicitud desde Australia, de la India…”, explicaba Cristina Mallor, responsable del centro, al Heraldo de Aragón.
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En la actualidad, son 5.182 las semillas que la Crop Trust tiene de origen español aunque ninguna de ellas ha llegado directamente de algo de los bancos de genes de nuestro país. La alimentación de los españoles, en cifras de la fundación, se basa entre un 71% y 85% en cultivos que no son originarios de España. Nuestro país, que se enmarca en esa lista de los 60 más importantes del planeta a los que la fundación ha pedido una contribución económica, ha donado más de 2,6 millones de euros para la causa.
Salazar finaliza con un ejemplo de la necesidad de la Crop Trust en un mundo cada vez más interconectado: “La yuca, por ejemplo, viene de Brasil pero ha llegado a África y de ahí al sureste asiático. No es natural de África pero es una fuente de alimentos para el pequeño productor sin recursos de las zonas rurales y que no tiene buena tierra y vive en una zona muy árida y caliente: es un alimento de subsistencia. En el sudeste de Asia su uso es industrial -se utiliza para fabricar látex o caucho para los neumáticos-, la transforman. La yuca es un bien global porque no pertenece a nadie”.
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