jueves, 23 de noviembre de 2017

Cerebro y ciencia

Normalmente se da por sentado que los movimientos se generan espontáneamente. Considerándose como una verdad casi insoslayable, que desde caminar a dibujar son procesos cotidianos que aprendemos normalmente. Pero cuando se produce una dificultad en la realización de los mismos, sea por trastornos en el desarrollo en los niños o porque se alteran, una vez adquiridos, en la adultez.

Aparece la conciencia de que estas funciones son muy complejas. Y que si bien existen en animales que nos preceden evolutivamente como los chimpancés, nunca adquieren en estos la complejidad como en los humanos. La generación de movimientos aprendidos son denominadas praxias. Es decir prácticas aprendidas; desde muy simples (como caminar), de cierta complejidad como vestirse (praxias ideomotoras), de mayor complejidad como atarse un cordón (praxias ideatorias), hasta las más difíciles y tardías en su aparición, como realizar un dibujo complejo (praxias constructivas).
El aprendizaje por imitación acompaña la maduración neurológica del sistema nervioso
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Estas funciones son articuladas en forma inconsciente, aunque luego pueden ser llevadas a la conciencia luego de realizar una actividad; como por ejemplo al jugar un deporte podemos racionalizar como hicimos una jugada. Se utiliza en el aprendizaje un tipo de memoria llamada procedural, que es una memoria inconsciente que va acumulando la información motora en el cerebro, día a día; para luego modificar conductas posteriores. Se aprende a través de la copia y el ensayo-error.
Así, el cerebro va incorporando la información de los procedimientos a realizar, mejorándolos progresivamente. Existen enfermedades que pueden afectar los movimientos complejos: por ejemplo cierto tipo alteraciones llamadas apraxias. Es necesario aclarar que en estos casos las personas tienen fuerza; pero pierden la planificación del acto motor complejo. Seres más primitivos como los chimpancés o bonobos tienen praxias, pero más rústicas. Generan movimientos más gruesos, cuando pelean o al subir a un árbol; en los que son más hábiles.
Pero no tienen la precisión (por ejemplo los monos tienen mala puntería), ni la destreza del ser humano, ni en los miembros, la cara o los músculos fonatorios; además casi no poseen capacidad constructiva para desarrollar herramientas, ni destreza oral para decir palabras (pueden manejar algún palo como utensilio en el mejor de los casos). Adquirimos este aprendizaje motor a través de la imitación, pero además recibimos adiestramiento de otros sujetos con la capacidad ya conformada; que permiten ser imitados y que nos la enseñan en forma altruista.
Este aprendizaje acompaña la maduración neurológica de nuestro sistema nervioso, que es completada aproximadamente a los 30 años. Así, cuando otra persona desarrolla una actividad motora, en el cerebro del observador se prenden neuronas que desarrollan la misma actividad, llamadas por eso neuronas en espejo. Este proceso es realmente complejo; existen zonas que memorizan la actividad motoras y otras que las corrigen. Esto sucede en tiempo y espacio, con sustrato especial en el cerebro.
El sistema nervioso planifica y coordina así, secuencias de movimientos. Existe además una relación directa entre praxias y lenguaje. Ya que para poder hablar y además entender la expresión del otro se aprende a mover la cara y los músculos fonatorios. Es decir el lenguaje no es solamente acumulación de palabras. Sino la combinación de las mismas en forma estructurada. Produciendo, además de la memorización simbólica de las palabras la capacidad fonológica compleja de las praxias del lenguaje (que ningún otro animal dispone)., a través de órganos como la lengua, la boca y la laringe; existiendo un proceso oral y facial, claves para poder decir.
En el caso del aprendizaje de actividades motoras, el antropólogo Dietrich Stout de la Universidad de Emory, ha observado que las personas que aprenden una actividad, como por ejemplo tallar piedras; activan en imágenes funcionales por resonancia magnética de un sector posterior del cerebro (lóbulo parietal supramarginal, especialmente visoespacial), cuando recién comienzan a aprender y se tiene una baja destreza.
Existe una relación directa entre los movimientos aprendidos, las praxias y el lenguaje
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En cambio cuando se adquiere a destreza motora fina, a través de la experiencia, (lo que Stout llama cultura acumulativa) se activa el sector del lóbulo frontal del hemisferio derecho (circunvolución inferior frontal izquierda). Es muy interesante que otra gran destreza motora humana, la del lenguaje práxico, se encuentra en la misma zona; pero en del lado izquierdo. Mostrando la similitud de ambas actividades; aunque en hemisferios diferentes.
Es decir que existe una clara asociación funcional entre las actividades motoras más complejas; como el lenguaje y las praxias. Ambas desarrolladas ampliamente en el humano; probablemente estas grandes posibilidades prácticas sean gran parte de la clave evolutiva de nuestra especie.

*Neurólogo cognitivo y doctor en Filosofía.
Prof. titular UBA. Conicet

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