El psicólogo Jorge López Pérez Vallejo explica las razones del fracaso de casi todas las dietas de adelgazamiento - ISABEL B PERMUY |
La operación biquini no termina con la llegada del otoño. O no debería. Después de estar a dieta, es muy corriente volver a engordar, incluso más que cuando uno decidió ponerse a dieta. El psicólogo Jorge López Pérez Vallejo analiza el por qué de la mayoría de fracasos de la mayoría de las dietas. Según este doctor, la base está en la prohibición y el control característicos de un régimen de adelgazamiento. «Estamos ante una trampa, alternamos el aparente éxito a corto plazo de las dietas, con el fracaso a lo largo del tiempo. Vivimos eternamente a dieta, las retomamos una y otra vez, pero nunca conseguimos mantener nuestro peso en el tiempo», afirma.
Los datos así lo confirman. Un estudio realizado durante más de 18 años descubrió que más del 80% de los sujetos sometidos a dieta terminaban con sobrepeso evidente, mientras que más del 70% de los que no estaban a dieta volvía a los parámetros de normopeso. La conclusión inevitable es que estar a dieta engorda.
El problema de las dietas tradicionales
El verano ha terminado y preguntas como ¿volveré a engordar?, ¿estoy dispuesta/o a sacrificarme de nuevo? se multiplican. «El miedo a volver a ganar esos kilos es un pensamiento común a mucho de nosotros y el interés por encontrar la dieta “perfecta” es generalizado. Lo que ocurre es que lo habitual es que el esfuerzo y el sacrificio sean premisa clave en todo control alimenticio. Y normalmente, a pesar de esa disciplina y constancia, si se deja la dieta, esos kilos vuelven, incluso más rápido y más “pesados” que antes», explica López Pérez.
Según él, aquí comienza la desesperación: «la gente piensa que sólo se puede conseguir el peso deseado estando a dieta siempre. Está claro que no es una buena solución. Todo lo contrario, empeora incluso el problema año tras año. Es el momento de cambiar la solución y mantener la ilusión. Porque el problema esencial de cualquier dieta no reside en su eficacia, que más o menos pueden serlo todas, sino en su mantenimiento a largo plazo de lo conseguido. La clave de una buena dieta es identificar el problema y trabajar sobre él», advierte.
¿Solución?: la «dieta de la paradoja»
En su consulta ellos aplican la «dieta de la paradoja», basada en la llamada «Terapia Breve Estratégica». Esta consiste fundamentalmente en una gestión de la alimentación basada en el placer y no en el sacrificio y el control forzado. «Un dilema representado por una paradoja puede resolverse solo con una solución basada en una contraparadoja. Es decir, matamos a la serpiente con su propio veneno», asegura este psicólogo. Porque una dieta, recalca López Pérez, «no debe estar basada en la prohibición».
Así pues la relación con la comida, según esta teoría, para que sea funcional y equilibrada, «sólo puede basarse en el placer, siempre usando una estratagema particular que nos permita asumir el control: “Si me concedo aquello que me gusta, al cabo de poco tiempo dejará de agradarme tanto y podré renunciar a ello sin esfuerzo ni frustración”», asegura este psicólogo.
Pautas claves de la «dieta de la paradoja»
Placer y ejercicio serían, a grandes rasgos, los dos puntos en los que se basa esta «dieta de la paradoja»:
1. Concederse las comidas más deseadas para convertirlas gradualmente en algo cada vez menos atractivo, pero con la prescripción de hacerlo solo y únicamente en alguna de las tres comidas. ¿Cómo? «No prohibimos el alimento deseado o que el individuo come de forma patológica, pero hacemos que se coma en una determinada hora y en cierta comida. Es decir, si la persona que quiere adelgazar no puede vivir sin el bocata de mortadela, hacemos que esa persona lo tome, pero en el desayuno. Al final, de comerlo todos los días, deja de ser prohibido y, por tanto, pasa a ser innecesario. La saturación es una forma de desarticular la compulsión», afirma López Pérez.
2. Apreciar el placer del movimiento: para ello, hay que superar una cierta inercia inicial que nos hace sentir como algo placentero el estar parados, el vagar, el no usar el cuerpo. «Lo importante es que la actividad nos agrade, porque así la practicaremos con constancia», alega este terapeuta. «Pero para que la actividad motriz se convierta en una exigencia agradable es necesario que esta compense los posibles desequilibrios de nuestras obligaciones cotidianas. El cuerpo emitirá sensaciones de bienestar y por lo tanto, lo haremos cotidiano», asegura.
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