Te sientas en la silla y el profesor empieza a repartir los exámenes. Un sudor gélido recorre todo tu cuerpo cuando lees las preguntas y te das cuenta de que no tienes ni pajolera idea de qué ni cómo responder.
Automáticamente tu cerebro empieza a discurrir todo tipo de planes de escape: dejar la pregunta o el examen en blanco, hablar de algo que esté remotamente relacionado y que sí conozcas, inventarte la respuesta por si suena la flauta… Odar rienda suelta a tu imaginación y sacar al troll que llevas dentro para dar una respuesta ingeniosa a la par que divertida, que de eso sí sabes mucho.
Una de dos, o te llevas un cero patatero (lo más probable; total, te lo vas a llevar de igual manera) o consigues rascar algunas décimas aunque solo sea por haber hecho que el profesor pase un buen rato leyendo tu valiente e ingenioso examen.
Y, quién sabe, con un poco de suerte, puede que tu examen pase formar parte de las tronchantes antologías de disparates académicos que los profesores van recopilando a lo largo de sus carreras no exentas de grandes momentos en los que se llevan las manos a la cabeza.
Y la última, tomado del clásico Antología del Disparate:
-¿Cuáles son los rayos catódicos?
-Isabel y Fernando.
Fuente: http://blogs.publico.es/strambotic
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