Un experto nos ofrece una mirada a cinco de las especies más sorprendentes (pez vela, mantarraya gigante, raya águila, y tiburones ballena y toro) que habitan bajo las aguas del litoral quintanarroense.
¡Imponentes especies habitan en las turquesas aguas de Quintana Roo! |
Viajeros gigantes pasan su vida trasladándose de un punto a otro, buscando los mejores sitios de alimentación o para reunirse con fines reproductivos en diferentes épocas del año. Los estudiosos siempre se han preguntado: ¿Cómo hacen para localizar estos precisos lugares en medio del enorme océano? Es un increíble misterio, y si a eso le agregamos que viajan cientos o algunas veces miles de kilómetros para arribar exactamente cuando la comida comienza a ser abundante, es aún más sorprendente.
Nutritiva sopa
En la zona norte de la Península de Yucatán se presentan movimientos de aguas muy profundas que se desplazan hacia la superficie, a los que se les llama surgencia. Estas corrientes están cargadas de algunos minerales de los que se nutre el fitoplancton, compuesto por diferentes tipos de algas, que a su vez son alimento del zooplancton, que son larvas, en su mayoría microscópicas, de muchos animales como cangrejos, camarones, esponjas y gusanos. Entre los dos (fitoplancton y zooplancton) crean una sopa nutritiva llamada plancton, que es la base de la cadena alimenticia en el mar y alimento de pequeñísimos animales como los pólipos de coral y de gigantes marinos como el tiburón ballena (Rhincodon typus), entre otros muchos.
Tanto la mantarraya gigante (Manta birostris) como el tiburón ballena son animales filtradores, esto es, que abren sus enormes bocas para succionar el agua que luego filtran a través de adaptaciones internas de sus aparatos digestivos, a fin de retener el plancton. Así es que, dos de los animales más grandes del mar, se alimentan de los animales más pequeños. Sus requerimientos alimenticios son enormes debido a que nadar a través de muchos kilómetros les consume bastante energía, por lo que pasan sus vidas buscando sitios con explosiones de plancton por arriba de los niveles normales para satisfacer sus necesidades. De mayo a septiembre, estos gigantes hacen su aparición cerca de las costas de la península que van del noreste de Isla Mujeres hasta el norte de la isla Holbox, en busca de estas aguas cargadas de nutrientes.
En estas zonas he tenido la oportunidad de compartir el mar hasta con 400 tiburones ballena, que llegan a medir en promedio 12 metros y pesar 15 toneladas, dimensiones que hacen de este moteado pez, el más grande del mundo. Estos gentiles gigantes se alimentan cerca de la superficie, en donde encuentran las partículas de plancton más grandes. Gracias a esto, es fácil localizarlos desde una embarcación cuando sacan del agua sus enormes aletas dorsal y caudal.
Junto a éstos también come la mantarraya gigante, llamada así por sus grandes dimensiones que pueden llegar a los 6 metros de punta a punta de sus aletas. Como algunos hongos y parásitos se adhieren a su piel, requieren de un servicio de limpieza regularmente por lo que con ayuda de peces limpiadores, los indeseables huéspedes son eliminados. Estos peces comúnmente se encuentran en los arrecifes, pero como las mantas son animales pelágicos (pasan gran parte de sus vidas en mar abierto) necesitan de “estaciones de limpieza” que se encuentran en los arrecifes para mantener su piel saludable. Existe una cadena montañosa submarina cercana al área de alimentación de las mantas llamada Los Picos y es a estas montañas que las mantas tienen que acudir regularmente a limpiar sus cuerpos mientras flotan a pocos centímetros del arrecife, provocando con ello que un ejército de pequeños peces se apresuren a alimentarse de los parásitos. Estos colosos aplanados son animales muy curiosos y son atraídos hacia nuestro grupo de buceadores por las burbujas que producimos al exhalar a través de nuestros equipos scuba y que ellos utilizan como una especie de hidromasaje en sus enormes cuerpos.
Esta región al norte del Caribe mexicano es escenario de una de las migraciones más espectaculares del planeta. Aquí, cientos de gigantes acuden año tras año para darse un festín en sus ricas aguas. Depende de nosotros cuidar este patrimonio y asegurar que regresen por muchas generaciones más.
Un veloz espadachín
La misma zona de mar abierto en la que encontramos al tiburón ballena y a mantas gigantes, se modifica radicalmente durante los meses de invierno. Las corrientes cargadas de nutrientes cambian de dirección haciendo que estos gigantes migren en busca de aguas más fértiles. Pero durante esta temporada, una especie de sardina (Sardinella aurita), que pasó su etapa juvenil dentro de las lagunas costeras, sale al mar abierto viajando en grandes cardúmenes cerca del fondo marino, atrayendo a un espectacular cazador, el pez vela del Atlántico (Istiophorus albicans), el más rápido del océano: alcanza 109 km por hora, lo que significa que puede atravesar una alberca olímpica en menos de dos segundos gracias a su cuerpo hidrodinámico y a su aleta dorsal en forma de vela que corta el agua como cuchillo. Para atrapar a las sardinas, su alimento preferido, utiliza diversas técnicas. Una es separarlas rodeándolas entre varios de ellos para llevarlas a la superficie, pues cerca del espejo de agua son más fáciles de cazar. Después las ensartan como brocheta en su hocico terminado en filosa punta, sacan la cabeza del agua para golpearla en la superficie a fin de que la sardina se salga de la punta para comerla. Otra de sus estrategias de caza es mover la cabeza de lado a lado para golpear y atontar a las sardinas con la punta del hocico y así separarlas del grupo para poder dar cuenta de ellas.
A este festín se suman las fragatas (Fregata magnificens) que también gustan de las sardinas, con lo cual delatan fácilmente su ubicación al ojo humano. Donde hay remolinos de fragatas, seguramente hay decenas de peces vela en plena cacería masiva de sardinas, que forman una pelota gigante de miles de individuos girando frenéticamente al lado contrario de las manecillas del reloj, para mantenerse como una sola unidad compacta y tener más oportunidad de sobrevivir. Los vela parecen no interesarse por nuestra presencia en el agua, no así las sardinas que nos usan como refugio temporal para su protección y literalmente se esconden detrás de nosotros para no ser atrapadas por sus cazadores quienes, a pesar de su amenazante hocico, son realmente cuidadosos al momento de ensartar y atacar a las sardinas, de forma que no nos sentimos amenazados. De hecho, en la profundidad, mirando las grandes aletas moverse con la precisión de un experto cazador, sólo se puede sentir respeto y admiración por esta especie, apreciándola en toda su magnitud dentro de su entorno natural y no sin vida, colgada en la pared de algún pescador que venció su destreza por “diversión”.
Águilas marinas
Otra especie que también migra cerca de las costas a todo lo largo del Caribe mexicano es la raya águila (Aetobatus narinari). La considero la más hermosa y elegante de todos los miembros de la familia de las rayas. Más que nadar, parece volar utilizando las corrientes de agua en su beneficio, igual que hacen con el viento algunas aves como las fragatas. Se alimentan en grandes arenales enterrando en la arena su nariz en forma de pico de pato, para capturar diferentes especies de moluscos, gusanos y peces.
Dentro de los parques marinos de Cancún y Puerto Morelos se hundieron tres barcos para atraer el buceo recreativo y descargar un poco los arrecifes de turistas. Estos navíos sirven de hogar temporal, en los meses de diciembre a marzo, a grupos de hasta 30 rayas águila que flotan inmóviles sobre ellos, utilizando de una manera sorprendente la fuerte corriente que es común en estos sitios. Estas rayas son muy tímidas y es difícil acercárseles, lo que hace extremadamente complicado fotografiarlas, así que para lograrlo es indispensable conocer su comportamiento y aproximarse lo más lenta y calmadamente posible. Para lograr estas imágenes que ven, tuve que colocarme a pocos centímetros de ellas, utilicé una de las naves hundidas como escondite y cuando las tenía cerca, salí nadando rápidamente para acercar la cámara lo más posible antes de que giraran desaparecieran en cuestión de segundos, pues también son muy rápidas.
Dentro de los parques marinos de Cancún y Puerto Morelos se hundieron tres barcos para atraer el buceo recreativo y descargar un poco los arrecifes de turistas. Estos navíos sirven de hogar temporal, en los meses de diciembre a marzo, a grupos de hasta 30 rayas águila que flotan inmóviles sobre ellos, utilizando de una manera sorprendente la fuerte corriente que es común en estos sitios. Estas rayas son muy tímidas y es difícil acercárseles, lo que hace extremadamente complicado fotografiarlas, así que para lograrlo es indispensable conocer su comportamiento y aproximarse lo más lenta y calmadamente posible. Para lograr estas imágenes que ven, tuve que colocarme a pocos centímetros de ellas, utilicé una de las naves hundidas como escondite y cuando las tenía cerca, salí nadando rápidamente para acercar la cámara lo más posible antes de que giraran desaparecieran en cuestión de segundos, pues también son muy rápidas.
Leones del mar
La reconocida oceanógrafa Sylvia Alice Earle se refiere a los tiburones como los leones del mar, ya que juegan el mismo papel en el mar que los verdaderos leones en tierra; son la punta de la cadena alimenticia, máquinas perfectas de cacería y eslabones indispensables para la buena salud y el buen funcionamiento de algunos ecosistemas marinos. Un escualo, sin duda imponente, que visita las costas de laRiviera Maya cada año de noviembre a marzo es el tiburón toro (Carcharhinus leucas). Recibe este nombre por su corpulenta y elegante silueta, rematado en la parte superior con una gran aleta dorsal. Este animal puede llegar a medir más de 3.5 metros de largo. Debido al poco conocimiento que se tiene de ellos, poseen fama de ser una amenaza para los seres humanos. Afortunadamente, de unos años a la fecha, hemos tenido oportunidad de interactuar más íntimamente con este viajero y así hemos comenzado a comprender su vulnerabilidad e importancia para los ecosistemas marinos. Si bien se alimenta de muchas especies, con lo cual mantiene las poblaciones cercanas a los arrecifes en balance (al evitar la proliferación de algunos organismos que en gran número pueden llegar a ser dañinos al ecosistema), se le reconoce su importante labor como carroñero, pues también se alimenta de peces enfermos o muertos. Desafortunadamente, esta especie no está protegida ni regulada por las leyes de nuestro país, lo que la pone en una situación vulnerable en su migración anual a las costas del Caribe mexicano, ya que el motivo de su visita es reproductivo y por lo tanto, la mayoría de los especímenes capturados son hembras preñadas.
La presencia de estos tiburones cerca de los arrecifes es un indicador de su buena salud. Por eso es una fortuna encontrarlos en gran cantidad, con lo que podemos certificar la calidad de nuestras aguas para la vida marina. De ello podemos sentirnos orgullosos y, al mismo tiempo, evitamos que grandiosos animales como éste sean exterminados por su mala e injustificada reputación. Nuestros mares están poblados por seres de inigualable belleza. Es imperativo que juntos nos comprometamos en lo que podamos, poco o mucho, a conservar estos tesoros subacuáticos que no sólo pertenecen al Caribe mexicano, sino a todo el planeta.
Más valioso vivo, que muerto...
El avistamiento de tiburones se ha convertido en un atractivo turístico cada vez más apreciado por buceadores de todo el mundo, lo que deja grandes ingresos a diferentes sectores de la población. Un tiburón vivo representa hasta 2 millones de dólares a lo largo de su vida en lugares como Bahamas, en comparación con una hembra de alrededor de 350 kg que es capturada para alimento, y que tan sólo aporta por este hecho unos 5,000 pesos. A falta de regulación, la temporada pasada muchas personas disfrutaban de los beneficios económicos de esta migración en el sector turístico y un grupo de pescadores quiso aprovecharse pescando una gran cantidad de escualos en una noche, afectando la economía de cientos de personas y la población del tiburón. Al final, los prestadores turísticos y los pescadores terminaron en enfrentamientos mediáticos y políticos, pero como legalmente no existe ningún programa de manejo de la zona de Playa del Carmen, la matanza de tiburones continuó durante toda la temporada.
Luis Sandoval, mexicodesconocido.com.mx
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