- Varios grupos científicos de diversas partes del planeta están creando diamantes fabricados en el laboratorio que tienen la misma estructura y composición química que los diamantes extraídos de la tierra.
- Ni siquiera los expertos pueden diferenciarlos a simple vista: hace falta equipamiento de última tecnología para identificar los diamantes "sintéticos".
- Un estudio apunta a que hacia 2026 se crearán 20 millones de quilates en el laboratorio.
La tecnología va camino de transformar para siempre todo tipo de sectores en la denominada cuarta revolución industrial en la que tienen todo el protagonismo innovaciones tecnológicas como la inteligencia artificial, el internet de las cosas (IoT) o el big data.
La disrupción llega a veces por el camino menos esperado: la industria joyera mira al microondas para vivir una revolución que en teoría debería servir para acabar de una vez por todas con el negocio de los "diamantes de sangre", los minerales obtenidos en zonas de conflicto que han servido para financiar guerras y grupos armados sin escrúpulos que han utilizado a menudo el trabajo de personas en régimen de esclavitud.
Los "diamantes de sangre" siguen siendo a día de hoy una triste realidad y una flagrante violación de los derechos humanos que no termina de desaparecer. Entre otras cosas porque sigue siendo todo un negocio: las estimacionesapuntan a que uno de cada cuatro diamantes provienen de zonas de conflicto y, por si fuera poco, cada vez se está volviendo más complicado diferenciar los diamantes limpios de los "diamantes de sangre".
La solución podría pasar por el laboratorio, una situación similar a la que vive por ejemplo el sector cárnico. Cada vez son más los científicos que se dedican a la fabricación de diamantes sintéticos salidos del laboratorio, prácticamente imposibles de diferenciar de los extraídos de la tierra según explica en un artículo de Science Alert.
Fabricar diamantes perfectos en el microondas suena a ciencia ficción pero es una realidad desde hace tiempo, emergiendo además como una alternativa cada vez más barata, responsable con el medioambiente y ética respecto a los "diamantes de sangre".
El proceso se lleva a cabo en el laboratorio mediante la introducción de una pieza de carbono en un microondas junto con metano o algún otro gas que contenga carbono que calienta la pieza hasta convertirla en una bola de plasma. El procedimiento crea una serie de partículas que pueden llegar a cristalizar en diamantes después de diez semanas.
Diamantes cada vez más grandes y con menos impurezas
Los diamantes sintéticos no tienen nada que ver con las alternativas baratas como la zirconita, sino que tienen exactamente la misma estructura física y composición química que un diamante extraído del subsuelo. Según explican en Science Alert incluso los expertos son incapaces de diferenciar estos diamantes salidos del laboratorio de los que se pueden encontrar en la naturaleza: hace falta maquinaria avanzada para poder descifrar cuáles son los diamantes sintéticos.
Además de rebajar los costes de producción, los diamantes salidos del laboratorio tienen cada vez más apoyo por parte del público. Una reciente encuesta asegura que menos de la mitad de los consumidores estadounidenses de entre 18 y 35 años prefieren un diamante natural a uno químico, una tendencia que dibuja una interesante batalla de cara al futuro por conquistar a los millennials.
Los diamantes creados artificialmente existen desde hace décadas, pero la tecnología ha facilitado drásticamente el proceso de fabricación a lo largo de los últimos años, haciendo posible fabricar diamantes cada vez más grandes y similares a los "tradicionales". La empresa Pure Grown Diamonds, una de las referentes del sector, asegura ser capaz de fabricar en el laboratorio diamantes de tipo IIA de hasta cinco quilates.
Este tipo de diamantes no presentan casi ninguna impureza y, por ello, son bastante poco comunes en la naturaleza, representando aproximadamente el 1,8% del total de las piedras preciosas.
La batalla económica por definir qué es un diamante
Las cifras demuestran que los consumidores cada vez tienen menos reparos a la hora de comprar estos diamantes de laboratorio, que en 2014 suponían el 0,28% de todo el mercado de piedras preciosas pero cuya producción se espera se quintuplique a lo largo de la próxima década, alcanzando una cuota de mercado que podría llegar al 15% según estimaciones de Morgan Stanley.
Eso sí, los actores "tradicionales" tienen todavía mucho que decir. Hace solo unos meses las compañías mineras ganaron una batalla que obliga a que todos los diamantes "artificiales" lleven impresa por láser una inscripción imperceptible a la vista humana que especifique son "diamantes sintéticos o generados en el laboratorio", de manera que nunca puedan venderse como "reales".
La polémica saltó hace unas semanas al New York Times, que publicó un reportaje sobre la decisión de la centenaria firma de lujo Swarovski de comenzar a comercializar joyería realizada con minerales sintéticos. Ese texto provocó una carta al director de Jean-Marc Lieberherr, CEO de la Asociación de Productores de Diamantes (DPA), la patronal más importante del sector minero.
"Al igual que uno no puede comprar un cuadro original con una reproducción, uno no puede comparar un diamante con una réplica", escribe Lieberherr, en una estrategia muy parecida a la de los ganaderos estadounidenses, que luchan porque la carne salida del laboratorio no pueda comercializarse como "carne".
"La batalla se desarrollará entre los próximos 5 o 10 años", explica al Financial Times uno de los socios de la consultora Gemdax, Anish Aggarwal, que asesora a toda la cadena de suministro, incluidas las grandes compañías mineras. "Los chicos de los laboratorios tienen algunos activos realmente valiosos, pero también lo tienen los actores tradicionales", resume Aggarwal.
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