Lleva años analizando cómo la revolución digital está transformando el modelo de sociedad. Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático y director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III. Un centro donde ingenieros, humanistas, juristas y estudiosos de la comunicación organizan proyectos de investigación y reflexionan sobre el encaje de la cultura y la educación en la sociedad tecnocientífica. Escuchándole, uno empieza a pensar que la serie ‘Black Mirror’ es mucho más que una distopía.
Nuestra cultura se ha basado mucho en la escritura, y aún no existen unos recambios bien establecidos para asegurar que otro modelo de cultura, llamémosla digital, se pueda producir. Esta dificultad en el trasvase provoca crisis e incertidumbre. Una confusión en la que se manejan bien los gurús y los profetas, con sus recetas.– ¿Estamos asistiendo a una crisis de la cultura?
“LOS ROBOTS NO SON MÁQUINAS”
– ¿Hay algún experto, tipo Gates o Zuckerberg, que sepa hacia dónde vamos?
La historia de la tecnología nos dice que quienes han creado cosas espectaculares nunca llegaron a percibir los efectos que tendrían sus inventos. Los hermanos Wright jamás pudieron pensar en que, gracias a la aviación, se transformarían las comunicaciones en todo el planeta. Lo que no quita valor a estos visionarios, capaces de recombinar lo que tienen para crear algo nuevo, frente a los demás, que solo somos capaces de recomponer.
– Hace unos días escribía en su blog del suplemento ‘Retina’, de ‘El País’, que “los robots no son máquinas”. ¿Qué se puede esperar de ellos?
Cuando llega algo nuevo, tendemos a buscar inmediatamente el cliché de lo que ya tenemos para bajar el nivel de incertidumbre que nos provoca. Del robot dijimos que era una máquina más, a la que dotamos de energía y destrezas. Ahora ya tienen inteligencia. Nos empeñamos en hablar de una cuarta etapa de la revolución industrial tras doscientos años de maquinismo, pero no es cierto. El mundo en red, y los robots, van a hacer que nos enfrentemos a un nuevo modelo de sociedad que lo cambiará todo, incluidos los espacios.
LA NUEVA CIUDAD DIGITAL
– ¿Se refiere a espacios como las ciudades?
Lo que anuncia la nueva sociedad digital es el fin de concepto de ciudad, de ese modelo de ciudad que viene del Neolítico y que potenció la revolución industrial como centro gravitacional donde encontrar todos los productos, y que nos convirtió en urbanitas.
– ¿Eso implica una vuelta al campo?
No, no es un concepto reversible. Lo que se plantea actualmente es la crisis de los lugares. La red nos permite vivir en espacios sin lugares, distancias ni demoras, por lo que queda cuestionado el concepto de ciudad como centro de gravedad. Ahora podemos estar constantemente comunicados en alta mar, en el campo o en la ciudad. Nos hemos convertido en seres protéticos, dotados con una prótesis que puede ser un móvil, un airPod o un ordenador, y podemos alcanzar las cosas sin necesidad de la proximidad.
– ¿En qué nos convertiremos los urbanitas?
En seres capaces de vivir la experiencia de tener al alcance un mundo sin necesidad de que esté próximo. A mí me recuerda a esa esfera borgiana, el Aleph, en la que cabe absolutamente todo. De ahí que a veces hable de alefitas para referirme a loshabitantes de la nueva sociedad digital.
Estaremos mucho tiempo unidos no por ondas de aire, sino por ristras de ceros y unos, no coincidiendo necesariamente en un lugar, sino en el espacio sin lugares que es la red. Y eso llevará a cambios sustanciales en los modos de vida.
LA REVOLUCIÓN DE LAS IMPRESORAS 3D
– ¿Vamos también hacia el fin de las oficinas y de los centros clásicos de producción?
Hay un concepto, el de la impresora 3D, que es de una trascendencia extraordinaria. Ya no va a hacer falta transportar muchos productos, sino que se crearán directamente, ya sean casas o tejidos orgánicos en los hospitales. Más que productos, serán avatares, que es la materialización de algo intangible, virtual, igual ocurría en las religiones, cuando una divinidad tomaba cuerpo.
– ¿Serán las máquinas 3D un electrodoméstico más?
En términos históricos, hace nada que estábamos yendo a lavar la ropa al río y ahora a nadie le sorprende que haya una lavadora en casa. Nuestras cocinas ya son pequeños laboratorios. Al urbanita le faltaba tiempo, pero la desaparición de las distancias gracias a la red va a crear alefitas que irán sobrados de tiempo, al tener la posibilidad de conseguir los productos, o avatares, directamente desde casa.
– ¿Cómo afecta la sociedad digital a las relaciones personales y profesionales?
El urbanita migró del campo a la ciudad. Desaparecía el vecino y se valoraba el anonimato, algo impensable en un pueblo. Ahora vamos a migrar hacia un modelo de relaciones personales distinto, en el que estaremos mucho tiempo unidos no por ondas de aire, sino por ristras de ceros y unos, no coincidiendo necesariamente en un lugar, sino en el espacio sin lugares que es la red. Y eso llevará a cambios sustanciales en los modos de vida.
LO ANALÓGICO NO ESTÁ TAN PERDIDO
– ¿Dónde queda nuestro ser analógico?
La evolución no corre por una línea del tiempo en la que se van dejando atrás las cosas superadas, sino que la evolución tiene más de amasamiento. Nada se pierde, todo se queda de algún modo dentro, transformado, de manera que lo que creemos que ha desaparecido, a otra vuelta de la masa emerge. Así que aquello que llamamos analógico y que consideramos perdido en el mundo digital, puede reaparecer de algún modo, pero reinterpretado.
– ¿Peligra el conocimiento en la era de la sobreinformación?
Hasta hace prácticamente dos días, la humanidad ha vivido con dos carencias principales: la escasez de alimentos y la falta de información. En muy poco tiempo, gracias a la sociedad industrial, hemos pasado de la carestía al exceso de alimentos.Y ahora nos preocupan las dietas, tener una buena nutrición, intentar reducir la obesidad… Con la información ha ocurrido lo mismo.
– ¿Se puede hablar entonces de una obesidad mental?
Exacto. Cuando no metabolizas toda la información generas una adiposidad cerebral y se traduce en lo que llamamos ruido. Ahora hablas de algo con un joven, o no tan joven, y su respuesta habitual es “me suena”. La sociedad digital ofrece una visión caleidoscópica del mundo que no todos son capaces de interpretar.
– ¿Qué solución puede haber?
Hay que buscar nuevos sistemas educativos. La educación ha sido un sistema compensador. Venían niños sin comer bien y se les daba un vaso de leche y la merienda. Y se compensaba también la falta de información con libros de texto, con bibliotecas. Ahora vienen sobreinformados, y con mucho ruido. Valga esta metáfora: hay que pasar de enseñar a construir un galeón con las piezas que conforman ese galeón a educar con piezas de Lego, y que con esas piezas puedan hacer un galeón, una casa o un avión.
– ¿Qué será del periodismo en una sociedad sobreinformada?
Va a ser necesario combatir el ruido que genera la sobreinformación. Y para eso harán falta muchos y potentes narradores que sepan discernir y explicar lo que es realmente importante. Este narrador será un profesor, un periodista o cualquier buen comunicador. Todo aquel que sepa manejar bien los conceptos de abstracción y elipsis, saber jugar con esas piezas de Lego y saber saltarse la linealidad sin que se pierda el relato.
Hay que imaginar la red como una gran plaza, en la que se forman corrillos de todo tipo. El evitar que se forme un guirigay, como suele ocurrir, es un proceso de logro, de construcción, que no viene incorporado en las instrucciones de la tecnología.
HACIA UNA NUEVA FORMA DE ORALIDAD
– ¿Está cambiando también la forma de escribir?
Durante años hemos vivido en una cultura oral. Hasta que llegó la imprenta y, con ella, pasados unos siglos, la alfabetización. La cultura escrita se ha basado en extender más allá del espacio y el tiempo la palabra efímera, la que emitíamos por ondas de aire. Ahora, al volver a la inmediatez que supone la red, nos dirigimos hacia una nueva forma de oralidad. Aunque lo escribas, el mensaje lo estás construyendo en modo oral. El mundo que se está conformando es un mundo dialógico, como si mantuviéramos una conversación constante con todo y con todos los que nos rodean.
– ¿Qué papel juegan las redes sociales?
Han supuesto un fuerte impacto en las normas y las formas de comunicación. Pero nos han cogido un tanto desprevenidos y somos de acciones muy torpes con ellas. Estamos trasladando a la red modelos de comunicación de los siglos XIX y XX, como si aún existiera un púlpito, una tarima o una cátedra desde donde hablar, sin entender que la geometría de las redes es circular, no piramidal. Hay que imaginar la red como una gran plaza, en la que se forman corrillos de todo tipo. El evitar que se forme un guirigay, como suele ocurrir, es un proceso de logro, de construcción, que no viene incorporado en las instrucciones de la tecnología.
PELIGRO: VIEJOS PREMATUROS
– ¿Está la sociedad preparada para cambios tan rápidos?
Uno de los problemas de la sociedad digital es el del envejecimiento prematuro, queno tiene base biológica, sino cultural. Ahora puedes tener 20 o 40 años, estar en plenitud de facultades, ser incluso titulado universitario y sufrir un grave problema de adaptación al entorno cambiante. La marginación social ya no va a ser solo un problema económico. Estamos hablando de pobreza digital, y eso tendrá consecuencias laborales e ideológicas impredecibles.
– Al menos, todo el mundo tiene teléfono móvil…
El móvil, esa joya de la miniaturización, es un gran logro de la evolución tecnológica, pero como ocurre con otros logros, el éxito pasa factura y podría terminar desapareciendo. Tiene un problema: a pesar de su pequeño tamaño y de que pesa solo 200 gramos, necesitas dos manos para sostenerlo y concentrar tu mirada para usarlo. Por tanto, te aísla del entorno, y te lleva a disfunciones de riesgo, desde que te atropellen por la calle a no hacer caso a la gente con la que estás. Veo más futuro en los asistentes de voz, o en los auriculares con bluetooth, y ese retorno a la oralidad que supone la sociedad digital.
Nobbot
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