A veces la Naturaleza se entretiene en jugar con formas y/o texturas, como si, aburrida y pícara, quisiera atraer nuestra atención. Rocas erosionadas caprichosamente, nubes que forman siluetas, lagos de insólitos colores… En Francia, por ejemplo, hay un paraje litoral donde, a veces, la superficie marina se articula geométricamente formando algo muy parecido a un tablero de ajedrez. Una cuadrícula de agua ¿Curioso, no?
La isla de Ré es un pedazo de tierra situado frente a la costa occidental francesa, en el mar Cantábrico, conectada al continente mediante un largo puente de casi tres kilómetros inaugurado en 1988. La isla es pequeña, de unos treinta kilómetros de longitud por cinco de ancho, con una superficie de ochenta y cinco kilómetros cuadrados, y prácticamente llana, puesto que el punto más alto no supera los veinte metros.
Esas modestas dimensiones no la han privado ni de una interesante historia. Debido a la cercanía de La Rochelle, quedó involucrada en las guerras que mantuvieron franceses e ingleses por su posesión, al igual que en la II Guerra Mundial fue fortificada por los alemanes con búnkeres de su famoso Muro Atlántico que aún se conservan (allí se rodó parte de la película El día más largo, sobre el desembarco aliado en Normandía); asimismo, por su carácter insular, Ré también sirvió como prisión en la segunda mitad del siglo XVII.
Sin embargo, hoy en día destaca por otras cosas. En primer lugar, por tratarse de un destacado centro vacacional que en verano multiplica por diez su población habitual, llegando a alcanzar las ciento sesenta mil personas. Por ello, la isla cuenta con muchasinfraestructuras turísticas, desde hoteles a restaurantes pasando por cámpings, tiendas, un puerto, empresas de actividades de ocio y aventura… No es de extrañar que muchos famosos elijan el lugar para algunas de sus escapadas y se hayan construido viviendas en él, caso del político Lionel Jospin (que además nació allí), el cantante Charles Aznavour, la actriz Carole Bouquet, la princesa Carolina de Mónaco, etc.
También está su negocio tradicional: la actividad salinera, que se remonta a la época romana, cuando Ré estaba compuesta por tres islotes y se utilizaban los canales que los separaban para recoger el producto. Las salinas ocupan hasta un veinte por ciento del total de la superficie y producen unas dos mil quinientas toneladas anuales (una mínima parte respecto a principios del siglo XX), si bien no todas se usan ya para extraer sal; también para el mantenimiento de las ricas flora y fauna autóctonas.
Ahora bien, sin duda uno de los mayores atractivos de Ré se encuentra en el noroeste insular: el Faro de las Ballenas, bautizado así por la gran cantidad de cetáceos que antaño solían visitar la zona. El faro se construyó en 1854 y mide cincuenta y cinco metros de altura, pudiéndose subir hasta arriba por una escalera helicoidal de dos centenares y medio de escalones. El aliciente es triple: no hay que pagar entrada, laspanorámicas son magníficas y desde allí, con un poco de suerte, será posible apreciar uno de los fenómenos naturales más sorprendentes de la isla, el que comentaba al principio.
Se trata de las olas senoidales, que tienen amplitud constante y períodos de longitud y onda bien definidos. Es decir, olas regulares que adoptan una forma cuadrangular, en este caso como consecuencia del choque entre dos mares de fondo oblicuos entre sí. Los mares de fondo se originan a kilómetros de profundidad y, junto con otros factores (el viento, por ejemplo) hacen que el oleaje recorra largas distancias, adoptando la superficie marina esta insólita formación en damero. Mucho ojo, eso sí, porque ese oleaje es espectacular pero resulta peligroso.
LaBrújulaVerde
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