lunes, 30 de mayo de 2016

Seis datos desagradables que deberías conocer antes de meterte en una piscina

Un refrescante chapuzón resulta agradable en verano... pero no siempre es higiénico


Junio ya está a la vuelta de la esquina. Llega el verano, suben las temperaturas y las piscinas se convierten en una alternativa seductora para quienes no viven cerca del mar. Nada como un baño para combatir el asfixiante calor que llegará a muchas ciudades durante los próximos meses. Sin embargo, es posible que te lo pienses dos veces antes de saltar al agua de una piscina tras conocer la información que publica el blog Medical Daily, cuestionando la salubridad de esta clase de recintos.
Te sorprenderá saber, por ejemplo, que existen estudios que demuestran que un bañista medio deja unos 0.14 gramos de materia fecal en el agua en sus primeros quince minutos en el agua, de manera inconsciente, involuntaria e invisible. Aunque en esta sección ya te contamos en su día por qué no deberías orinar en la piscina, también se han realizado encuestas en las que uno de cada cinco adultos confiesa haberlo hecho al menos una vez en su vida.
Estas desagradables amenazas no son las únicas que pueden ocultar aguas aparentemente cristalinas. Sudor, cremas, lociones, maquillaje... cualquier cosa que llevemos pegada al cuerpo pasa de inmediato al líquido cuando nos zambullimos. Hay un truco sencillo para hacerse una idea superficial sobre si una piscina está limpia: el olor a cloro. Al contrario de lo que podrías pensar, un aroma más fuerte no significa mayor limpieza, sino que es exactamente al contrario. Aplicado en medidas correctas, este desinfectante es prácticamente inodoro.
También debes tener en cuenta que no todas las bacterias y parásitos sucumben ante el impacto del cloro. Existen algunos que tienen cierta resistencia, como el criptosporidio, que puede sobrevivir en aguas cloradas durante más de diez días y es causante de incómodas diarreas. El microscópico protozoo giardia es otro de los parásitos que suele transmitirse de una persona a otra a través del agua de las piscinas; y su infección causa efectos similares a los del criptosporidio.
¿Qué podemos hacer para protegernos y disfrutar de un baño sin temer todos estos peligros? Ducharnos utilizando abundante jabón antes del primer chapuzón, lavarnos las manos con frecuencia mientras estemos en el recinto de la piscina y no entrar en el agua si tenemos cualquier síntoma de infección o enfermedad son hábitos muy sencillos y recomendables. Si tienes una piscina privada, infórmate sobre las medidas de higiene y cloración y aplícalas a rajatabla para asegurar la salud de tu familia y tus amigos.
ABC

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