Hace diez años, en el amanecer de Youtube, un niño gordito de Monterrey se cayó a un río e hizo feliz a mucha gente. Edgar Martínez, ahora un estudiante universitario de 21 años, se ha convertido en el recuerdo de una época que ya nunca volverá. Éste es su relato.
Hablemos de algo hermoso. Hablemos de la historia de Internet.
Si no has oído hablar nunca de La caída de Edgar, probablemente no existes. Nos encontramos ante uno de los vídeos virales más famosos existentes en habla hispana: en el momento de escribir estas líneas, más de cuarenta y ocho millones de personas han visto cómo el pequeño Edgar se cae a un rachuelo mugriento de Monterrey. Este ocho de mayo se cumplen diez años de la espectacular precipitación, y con motivo del aniversario deLa caída de Edgar, CANINO presenta este cálido homenaje a uno de los pilares de la actual cultura audiovisual latinoamericana.
Quizá sea difícil para un extranjero entender lo espectacularmente famoso que es este vídeo en su país natal. Estamos hablando de uno de los primeros virales no sólo de México, sino de Youtube, cuando ni siquiera había sido adquirida aún por Google. El impacto de Edgar en la cultura popular mexicana es, en honor a la verdad, impresionante: cuarenta y dos segundos de metraje que fructificaron en una entrevista televisiva en prime time y en un spot para la marca de galletas Emperador.
Pero lo más importante de este vídeo es que permaneció en la memoria colectiva. Es difícil encontrar un mexicano que no sonría al mentarle a Edgar. No se trata tan sólo de que haga gracia; es que es recordado con el más sincero afecto. Y no es para menos: la palabra adecuada para definir la historia de Edgar es la de “epopeya”: según la Wikipedia, una narración de acciones transcendentales o dignas de memoria para un pueblo en torno a la figura de un héroe representativo de sus virtudes de más estima.
La historia de Edgar comienza como suelen comenzar las grandes historias: con un amigo cabrón que se llama Fernando. En el espacio que hay entre las miradas de Fernando y Edgar ya puede intuirse un pasado turbulento de lealtad y traición, pero lo que realmente conecta con el zeitgeist mexicano –y también, nos atrevemos a afirmarlo, con el universal– es la sensación de palpable fatalidad que rodea toda la escena. Resumiendo: la caída de Edgar no fue un accidente, sino una certeza matemática.
Si el tiempo es, como dicen los físicos, la percepción limitada de una dimensión inevitable, podemos señalar el momento exacto en el que todos los actores del vídeo son conscientes de ello. En el segundo 11, la verdad se hace patente: ese niño va a caer. Lo sabe Fernando, lo sabe el cámara, lo sabe el propio Edgar y sobre todo lo sabe el espectador. Edgar ya está en el agua: el resto es un simple trámite. Los segundos posteriores en los que Edgar trata de mantener el equilibrio no son más que un vano intento de contravenir las leyes de la física, y es precisamente esto lo que hace grande a La caída de Edgar; su condición de axioma para la fórmula de la vida.
Es precisamente esto lo que lo hace tan querido por el pueblo mexicano. Eso y que el acento de Monterrey está bien chistoso.
Como suele ocurrir con las leyendas, es difícil determinar la fecha exacta de su concepción, pero el consenso suele ser que el décimo aniversario oficial de La caída de Edgar es el 8 de mayo de 2016. Edgar Martínez tiene ahora 21 años y, entre entrevista televisada y entrevista televisada, estudia Comunicación en la Universidad de Monterrey.
Y también se propone como Presidente de México.
Si piensas que esto es demasiado bonito para pertenecer a un mundo tan cínico y cruel como el nuestro, has acertado. Esta campaña (que puede seguirse ahora mismo en Facebook) no es real –para empezar, uno no se puede proponer como presidente de la República Mexicana con 21 años–, sino que forma parte de un trabajo para la asignatura de Márketing Político, que cursa en estos momentos.
Pero no puedes negar haber sonreído un poco al ver ese cartel. Un cartel que constituye, en cierto sentido, el final del chiste más largo del mundo.
Esto se debe a que La caída de Edgar forma parte de una época pretérita en la que un meme era algo más que un producto de usar y tirar. Una época en la que la producción de memes era estable y sostenible; uno podía hacer reír a la red durante meses. Hoy los quemamos en cuestión de horas. Memes con un brillante futuro por delante como ola ke ase o vamo a calmarno son rápidamente consumidos y excretados por una sociedad ciega que sólo pide más y más, sin pensar en el futuro. Nos acercamos al peak meme.
Edgardo Martínez es algo más que un niño gordito que se ha caído cuarenta y ocho millones de veces a un río: es un recordatorio. O cambiamos nuestro modelo productivo de memes, amigos, o nos enfrentamos a la entropía y los chistes imperecederos del Club de la Comedia.
Edgar cree que podemos hacerlo. Cree que podemos cambiar.
Hagamos que se sienta orgulloso.
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