En Attawapiskat, una remota y precaria comunidad indígena de Canadá, cien de sus dos mil habitantes han intentado quitarse la vida este invierno. «Es como Haití, pero a 40 grados bajo cero»
Los restos de una bandera de Canadá ondean en una casa de Attawapiskat. / FRANK GUNN/REUTERS |
El sábado fue un día difícil de olvidar en Attawapiskat, una remota reserva de indígenas al norte de Ontario, en Canadá. Once vecinos intentaron suicidarse, hartos de una vida que no es vida. Fue una jornada especialmente accidentada, pero no un hecho aislado. El mes pasado, en marzo, intentaron irse de este mundo otras 28 personas. Y desde septiembre ya son más de cien, una cifra que deja con la boca abierta. La noticia es «desgarradora», según el primer ministro, Justin Trudeau, a quien los aborígenes acusan de dejarles de lado sistemáticamente, abocándolos a una situación desesperada que, en algunos casos, como se está demostrando, se ven forzados a buscar la manera más trágica para dejar de sufrir.
Esta sucesión de conatos de suicidio ha obligado a Bruce Shisheesh, jefe de la comunidad, a decretar el estado de emergencia. «Cada noche hay un intento de suicidio», se lamenta. La situación es crítica en esta población de solo 2.000 habitantes de los que el 5% ha intentado matarse en el último invierno. «Da bastante miedo cuando escuchas la ambulancia aérea a las dos o las tres de la madrugada», relata Jackie Hookimaw-Witt al 'The New York Times'.
Attawapiskat forma parte de las Naciones Originarias (las First Nations en inglés), una comunidad con 1,4 millones de indígenas que vive en la pobreza extrema. «Es como Haití pero a cuarenta grados bajo cero», protesta Charlie Angus, parlamentario por Attawapiskat. Y añade: «Esto no es nada nuevo, sucede año tras año». Una de las cifras que se han conocido a raíz de esta emergencia es que se han contabilizado 600 intentos de suicidio en la región desde 2009.
La vida es francamente dura por aquellos lares. Un informe de 2010 destapó que la tasa de suicidios en menores de 15 años en las Naciones Originarias era cincuenta veces superior a la media de los niños de esa edad en Canadá. El tercer mundo incrustado dentro del primer mundo. La población vive en casas en mal estado -muchas sin agua potable-, sin un servicio sanitario al alcance ni educación de calidad. Algunas familias con quince miembros duermen en hogares con solo un par de dormitorios rodeados de un horrible moho negro.
Una mina de diamantes
La paradoja es que dentro de su territorio, a menos de 100 kilómetros de la reserva, la compañía De Beers ha destripado una mina de diamantes a cielo abierto. La explotación por parte de esta empresa centenaria -fue la que acuñó 'Un diamante es para siempre', un eslogan considerado como uno de los más brillantes y ocurrentes del siglo XX- apenas deja beneficios en la comunidad. Los indígenas viven de la pesca y la caza del alce y el reno en las ciénagas, el antiguo emplazamiento de verano de los indios.
La reserva se queda aislada en invierno. Cada año tienen que construir una carretera de hielo que se convierte, al margen de la entrada por aire, en la única conexión con el mundo civilizado. También se sienten olvidados. Su antigua jefa Theersa Spence ya estuvo en huelga de hambre en 2013 para protestar contra el gobierno por no proporcionarle a su tribu suficiente dinero, educación ni atención sanitaria. Y en 2011 ya vivieron otro estado de emergencia por las bajas temperaturas y la insuficiencia de viviendas.
Esas carencias se han recrudecido durante esta situación vital en Attawapiskat. La autoridad sanitaria regional ha volado con un equipo de crisis formado por enfermeras especializadas en salud mental y trabajadores sociales que están agotados y somnolientos por su dramática carga de trabajo en aquel lugar perdido.
Todo empezó en septiembre, cuando cinco chicas adolescentes intentaron terminar con su sufrimiento con una sobredosis de pastillas. Un mes después acabó con todo Sheridan Hookimaw, definida por su tía-abuela, la mujer que se asusta al escuchar los helicópteros por la noche, como «una niña alegre de 13 años». Vivía junto a 20 familiares en una casa con dos habitaciones. En total, un centenar de personas que han intentado quitarse la vida. Establecer un patrón, además, es casi imposible cuando los suicidas van desde los 11 años del más joven a los 71 del más mayor.
Desde algunas asociaciones tildan de racista al gobierno de Trudeau, al que acusan de dar la espalda a las Naciones Originarias. Un artículo publicado en la página web de la ONU asegura que, según el Centro Canadiense de Estadísticas de la Justicia, los aborígenes representan el 19% de los reclusos federales, cuando apenas forman el 4% de la población canadiense.
Se sienten discriminados, algo que avalan con datos. Como que Health Canada, su ministerio de salud, había destinado 340.860 dólares (algo menos de 300.000 euros) a programas de salud mental en la región, o 9.750 dólares (8.560 euros) a un plan estratégico de prevención del suicidio.
Es la vida de los más pobres de los pobres. Una vida en la que cunde la desesperación. Attawapiskat pide ayuda.
LasProvincias
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