Nuestros ancestros humanos eran muy elusivos. Sus restos están literalmente esparcidos por la Tierra, e incluso cuando se encuentra algún fósil es raro que esté completo.
Por eso un asombroso descubrimiento en 1984 emocionó a los investigadores y, 30 años después, lo sigue haciendo.
Se trató del esqueleto de un niño descubierto en el lago Turkana, en el norte de Kenia.
Habrá tenido 8 años cuando murió y sus huesos se hundieron en los sedimentos del lago, donde se preservaron durante 1,5 millones de años.
Él fue, y es, el fósil más completo de los primeros humanos que se haya descubierto.
Sin embargo, el “niño de Turkana” es sólo uno de los muchos fósiles de estos humanos descubiertos cerca del lago.
Juntos abarcan cuatro millones de años de la evolución humana.
Este lugar nos está contando mucho sobre el origen y cómo vivieron nuestros ancestros.
Seco y hostil
Hoy en día el lago Turkana se encuentra en medio de un ambiente desértico seco y hostil. Pero no siempre fue así.
Hace más o menos dos millones de años, el lago era mucho más grande y estaba rodeado de verde.
Desde entonces, los rápidos cambios climáticos han hecho que se reduzca y en algunas oportunidades ha desaparecido completamente.
En épocas más húmedas, fue un lugar ideal para que los humanos vivieran.
Y cuando morían, era el sitio perfecto para que sus restos se fosilizaran.
Esto se debe a que el lago se encuentra en una zona volcánica, donde la actividad tectónica puede mover la corteza terrestre y crear nuevas capas.
Es entre esas capas que se han encontrado fósiles de distintos períodos.
“Son circunstancias muy buenas donde puedes hallar huesos sepultados en la arena”, explica Fred Spoor del University College de Londres, en Reino Unido.
Desde entonces, períodos de fuertes lluvias han erosionado muchas de estas capas, dejando al descubierto los fósiles.
“Cráneo 1470”
Las excavaciones del lago empezaron en 1968 cuando Richard Leakey, del Instituto de la Cuencua del Turkana, dirigió a un grupo en el lado este del lago, conocido como Koobi Fora.
En 1972, el equipo de Leakey descubrió el cráneo -conocido como “cráneo 1470”- y los huesos de algunas extremidades de un Homo rudolfensis de 1,9 millones de años.
El hallazgo reforzó la idea que estaba surgiendo en ese tiempo: no había una sola línea en los primeros humanos, sino múltiples linajes.
Ya se sabía que otras tres especies vivieron en África más o menos al mismo tiempo: el Homo habilis, el Homo erectus y el Paranthropus booisei.
El Homo rudolfensis se sumó a esta diversidad.
En otras palabras, había diversidad de especies, no la única que conocemos hoy.
Otros descubrimientos en Koobi Fora sugieren que las tres especies Homo coexistieron hace unos 1,78-1,98 millones de años.
Pero no fue hasta el descubrimiento del niño de Turkana, también conocido como el niño Nariokotome, que quizás empezamos a aprender más sobre la más importante de estas especies: el Homo erectus.
“El niño de Turkana es un fósil monumentalmente importante que sacó a la luz nuevas interrogantes sobre la evolución humana”, dice el paleoantropólogo John Shea, de la Universidad Stony Brook en Nueva York, EE.UU.
Esto se debe a que a día de hoy se considera a los Homo erectus nuestros ancestros directos.
Ellos fueron los primeros homínidos en migrar de África y propagarse por Europa y Asia.
En muchos aspectos eran impresionantemente parecidos a nosotros.
Tenían cerebros mucho más grandes que los un poco más antiguos Homo habilisy eran bastante más altos.
La habilidad de lanzar
Pero hay algo más: el niño de Turkana reveló que su especie caminaba más como lo hacemos nosotros.
También podía cargar cosas en sus manos mientras caminaba.
“Es un paso en la dirección en la forma en que los seres humanos nos movemos, distinta a la manera en que lo hacían otros homínidos ancestrales y primates”, explica Shea.
“Él debió ser un gran corredor y muy bueno cargando cosas. Si podía correr, si podía perseguir, ¿qué estaban persiguiendo? ¿Qué estaban cargando?”.
Otras investigaciones ofrecen algunas pistas.
Su familia tuvo que llevar herramientas de caza como lanzas.
La anatomía de sus manos sugiere que lo podían hacer.
Las lanzas no se fosilizan, pero un estudio de 2013 sugiere que el Homo erectusdesarrolló la habilidad de lanzar.
En contraste, nuestros parientes más cercanos de los simios tienen muy poca fuerza para esa acción.
Esto sugiere que el Homo erectus pudo haber cazado con más intensidad que las especies más antiguas, lo que les ayudó a expandirse fuera de su territorio.
Y esto quizás fue muy útil, porque durante los tiempos del niño de Turkana el clima era extremadamente variable.
Dos opciones
Los bosques en los que sus ancestros crecieron empezaron a cambiar en praderas, dejándole a los primeros seres humanos menos opciones para esconderse de sus grandes depredadores.
Shea explica que estos homínidos tuvieron dos opciones: retirarse y permanecer en los árboles, o lidiar con estas amenazas.
Parece que escogieron la segunda.
Es posible que la seguridad la encontraran en la cantidad.
Los grupos que viven, trabajan y cazan juntos son menos vulnerables que individuos solitarios.
Esto le pudo haber dado al Homo erectus impulso para volverse más sociable.
Hay alguna evidencia de que compartieron información y trabajaron en equipos.
Se han encontrado herramientas de piedra, conocidas como bifaz, que datan de esta época.
Esto sugiere que los primeros humanos pudieron haberlas hecho y compartido esta habilidad con otros.
El especialista Ignacio de la Torres, del University College de Londres, explica que una vez que surgió esta tecnología, persistió durante más de un millón de años.
Y hay una buena razón para que haya sucedido: estas bifaz eran herramientas multifuncionales, el equivalente a una navaja del ejército suizo de la era de piedra.
Por ejemplo, tuvo que haber sido ideal para cortar la carcasa de los animales.
“Es una explicación razonable que las bifaz se utilizaran para desmembrar y cortar extremidades y la carne”, agrega De la Torre.
Enseñar sin hablar
Tomando en cuenta el tiempo en que se usó, tuvo que haber sido fácil de enseñar a otros cómo hacer.
Esto no significa que el Homo erectus haya tenido un leguaje.
Shea ha enseñado a 500 estudiantes como hacer herramientas similares de piedra y fácilmente se pueden enseñar a otros sin hablar.
El lago Turkana también ha ayudado a revelar lo que ocurrió con la evolución humana, incluso antes de que el género Homo surgiera.
En 1974 investigadores en Etiopía descubrieron un fósil de 3,2 millones de años, el Australophitecus afarenis, apodada “Lucy”.
La especie de Lucy fue un contendiente clave para nuestros ancestros directos.
“Cuando se descubrió a Lucy era muy poco lo que se sabía antes. Todos los especímenes que se conocían databan después de la era de Lucy”, le explicó a la paleontóloga Meave Leakey en octubre de 2015.
“La interpretación obvia era que nada ocurrió antes que Lucy”, agregó.
Había una sola línea de descendencia de los simios a Lucy y “de allí salieron nuestros ancestros inmediatos”.
Para Leakey esto no tanía sentido, así que se planteó la misión de buscar fósiles de otras especies del mismo período.
Esto significó regresar al lago Turkana.
Su equipo descubrió fósiles en la costa oeste del lago que demostraron la diversidad que había en la era de Lucy.
Sitio ideal
El lago Turkana no muestra señales de perder su estatus de fuente clave de los fósiles.
Un reciente descubrimiento ha sacudido, una vez más, nuestras ideas sobre lo que nuestros ancestros podían hacer.
En el verano boreal de 2015, investigadores anunciaron el descubrimiento de la herramienta de piedra más antigua conocida hasta ahora, que data de unos 3,3 millones de años.
Hasta ahora se había asumido que sólo las especies Homo podían hacer herramientas de piedra, pero esta era más antigua que cualquier fósil de Homo conocido, lo que sugiere que especies más antiguas como Australophitecus afarensis o Kenyanthropus platyops también podían hacer herramientas.
Se creía que había un “vínculo importante entre el surgimiento de los humanos (Homo) con el de la tecnología”, dice De la Torre, pero ahora parece que esto no es necesariamente cierto.
Cuando tomas estos tres descubrimientos está claro que el lago Turkana ha jugado un papel importante en lo que sabemos sobre la evolución humana.
Pero esto no quiere decir que la zona era particularmente significativa para los primeros humanos.
El lago sencillamente fue un lugar ideal para que los fósiles se preservaran.
Por ejemplo, muchos de nuestros ancestros pudieron haber vivido en la selva, donde el suelo es muy ácido para que los fósiles sobrevivan.
Sin embargo, esto no disminuye la importancia del lugar.
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