viernes, 18 de marzo de 2016

«Si no tienes dudas en tu vida eres un idiota»: 10 premisas que liberan tu felicidad

El reconocido psicólogo Walter Riso enumera 10 ideas básica que mejorarán tu vida de forma radical


Walter Riso es doctor en Psicología especializado en terapia cognitiva. Durante sus 30 años de profesión ha compaginado su trabajo con la escritura de libros para vacunar a la sociedad contra el sufrimiento humanoproponiendo estilos de vida saludables en distintos órdenes de la vida. En su último libro, «Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz» explica las diez premisas liberadoras que pueden transformar la vida de forma radical.
—¿Por qué hay mucha gente que se siente infeliz teniendo cubiertas todas sus necesidades básicas y no teniendo motivos aparentes para ello?
—Estamos todos engullidos en una ambición desmedida y está demostrado que la riqueza, el dinero, las propiedades, etc., no dan felicidad. A partir de las condiciones básicas para vivir, lo que suele hacer que las personas logren la felicidad son tres circunstancias. En primer lugar, tener una vida hedonista, que la persona esté rodeada de un ambiente motivacional, que haga aquello que le guste y produce placer (ir a ver una película, tomar un aperitivo cuando te apetezca...). Sin embargo, no lo hacemos porque vivimos en una cultura donde dar a entender que hacemos lo que nos gusta y sentimos placer es negativo y, además, porque nos encanta la cultura del sufrimiento. Somos tacaños con nosotros mismos.
En segundo lugar es necesario sentir que se tiene una vida realizada que tiene que ver con la vocación de cada uno y el desarrollo de los talentos naturales para sentirse gratificado. Los talentos naturales son aquellos que pagarías por poderlos hacer, aquellos que surgen sin necesidad de aprenderlos en la universidad, con los que se pierde la noción del tiempo cuando estás haciéndolos.
El tercer aspecto es tener una vida con significado más allá de lo que eres tú, que se puede interpretar como tu pertenencia al cosmos, si no eres muy religioso, o por una vida muy trascendente si lo eres. Lo importante es que la vida tenga un sentido. Lo curioso es que cuando preguntas a las personas sobre el sentido de su vida, no saben qué responder.
El sentido de la vida se encuentra explorando en uno mismo, buscando con autoconsciencia y estando tranquilo con el arte de la serenidad, el sosiego. Se puede descubrir a cualquier edad y no hace falta escaparse a un monasterio ni subir a la cima de una montaña para averiguarlo. Hay gente que encuentra su realización en un pequeño bar de su barrio.
-¿No cree que estamos muy condicionados por lo que nos dicen los demás, por las comparaciones?
—La envidia y la comparación es mala siempre. Se ha escrito poco sobre este tema. Cuando uno se compara siempre busca el más y el menos respecto a los demás. Es una tasación personal y las personas no tienen precio, no se pueden tasar. Si a un niño de pequeño le dicen que tiene que copiar a los grandes y exitosos porque le marcarán el camino, puede caer en algo terrible que es la imitación, y eso es una forma de corrupción psicológica porque corrompe la propia identidad.
Los modelos sirven, pero para inspirarse, no para imitarlos. Esa comparación habría que eliminarla siendo auténtico y aceptándose a uno mismo. Se habla mucho de la perfección física, pero la psicológica no existe. Alguien pude decir que ha llegado a ser el mejor en su género y que no tiene defectos, pero eso no es real.
El problema es que estigmatizamos el error. Los drogodependientes muchas veces dicen «no quiero una copa, es que fui alcohólico», y no lo esconden, muestran sus imperfecciones, pero porque las están superando. Es extraordinario. Lo maravilloso no está en no tener defectos (está muy bien no tomar alcohol), sino en tener algún defecto y ser capaz de mostrarlo. Y, al que no le guste... que no mire.
-En la sociedad actual, cada vez más exigente, es muy difícil conseguirlo, ¿no?
-Sí pero porque no se intenta.
-¿Cómo se consigue esa valentía?
-Esa valentía no solo requiere intención, necesita esfuerzo y auto aceptación.
-¿Pero la gente busca cada vez más la perfección?
-Sí, y eso agobia mucho y les hace vivir bajo una presión continua por querer ser los mejores. Yo no quiero ser el mejor, quiero ser mejor. El artículo «el» en estas frases cambia completamente la perspectiva de vida. Es increíble.
-¿Nos estamos examinando continuamente?
-Sí es un ejercicio agotador y si uno no se acepta es muy estresante. Uno debe aprender a quererse a sí mismo. El crecimiento personal está no solo en aprender, sino en desaprender. Hay que quitarse muchas ideas estúpidas que nos han metido en la cabeza, que nos condicionan y no sirven para nada, solo para martirizarnos y hacernos más infelices. Si nos despojamos de ellas veremos el mundo de otra manera. La gente puede vencer esta situación.
Para evitar la inseguridad, la sociedad nos ha llevado a que nos creamos el otro extremo; es decir, que las personas seguras de sí mismas nunca dudan y siempre saben lo que quieren. Eso es mentira. Si tú no dudas eres un zombi, un idiota. Siempre hay una duda que te frena por el miedo a equivocarte, pero hay otra duda que te impulsa a investigar, a explorar. Uno es como es y la gente debe aceptarlo. Uno ama lo que la otra persona es, pero si a la pareja hay que ponerle los ojos verdes, tacones y operarla el pecho, yo ya no la quiero, quiero otra cosa.
Hay que concienciar de las premisas que ayudan a encontrar la felicidad siendo imperfectos. Hay que hacer campañas, igual que se hacen contra el cigarrillo, pero a favor de la salud mental, para tener una calidad de vida mejor. No puede ser que nos presionen tanto. El Ministerio de Educación tendría que incluirlas para que en los colegios se enseñara a los niños a ser felices.
-¿Qué más se puede hacer para lograr hijos más felices siendo imperfectos?
-Los niños madrugan mucho, se pasan mucho tiempo en el autobús camino al colegio donde pasan muchas horas sentados, llegan a casa casi muertos de hambre, hacen deberes y luego se acuestan. ¿Todo eso para qué? ¿Para que vayan bien en matemáticas? Pero, ¿para que les sirve saber la fórmula del volumen de la esfera? Yo no digo que no haya que estudiar, pero hay que hacerlo de materias que nos sirvan más para la vida.
A los niños hay que enseñarles la responsabilidad, a no tratarse mal a sí mismos, a que no se insulten, a que no tomen un error como un fracaso, a levantarse y volver a intentarlo, a que cuando se critiquen lo hagan sobre su conducta, no sobre su totalidad o esencia. También a que se feliciten y se cuelguen medallas cuando hacen las cosas bien. Hay que preguntarles si disfrutan con lo que están haciendo.
Cuando tocan el timbre del colegio para el recreo gritan de la felicidad porque se escapan del aula. No entiendo porqué las políticas educativas no se percatan de esto. Es un acto sospechoso que los niños salgan corriendo del aula. No piden al profesor «no por favor, más trigonometría». Un niño no puede estar tantas horas sentado en una clase para insertarse en la sociedad. Dejemos a los niños que aprendan y hagan otras cosas que les hagan felices. No digo que se les quiten las clases de matemáticas o física, sino que hay que dar buena psicología, creatividad, historia.
En muchos países del sur de América hay una materia que se llama «Comportamiento y salud», que tiene un éxito tremendo. En España se le ha dado un tinte político con «Educación para la ciudadanía», pero allí va por el lado más psicológico. La imparten psicólogos, filósofos... Hay que enseñarles a no compararse, a expresar sus emociones, a aprender a decir «no», a eliminar el bullying, no es que detengamos el bullying es que los niños tengan las herramientas para pararlo ellos... Todos saldremos ganando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario