Lo sabemos, para los antiguos mexicas la guerra era un eje tanto de su religiosidad, como de los intereses económicos de su imperio. Losaztecas hacían guerras para conquistar ciudades y obtener tributos (con fines económicos), o bien, como en las llamadas Guerras Floridas, para conseguir prisioneros y luego sacrificarlos a los dioses (fines religiosos).
De entre los artilugios que los aztecas fraguaron alrededor del arte de la guerra, además de emblemáticas armas como su maza de madera con navajas de obsidiana afilada (Mācuahuitl) o su daga con hoja de doble filo hecha de obsidiana que representaba al dios Xiuhtecuhtli (del fuego y del calor), estaba uno quizá mucho más sofisticado y basado ingeniería acústica: su silbato conocido como De la Muerte: Ehecachichtli.
Se sabe, apenas recientemente, que este silbato cuyo sonido es estremecedor –simulando tal vez los gritos de una persona exudando sufrimiento–, era empleado en la guerra para producir pavor en sus adversarios, en una especie de estado alterado de conciencia (imagina cientos de ellos al unísono). El sonido era conseguido por aerófonos de doble diafragma o de muelle de aire. Y si bien no existen fuentes diversas que confirmen la existencia de este extravagante artilugio, el investigador Roberto Velazquez lo describe en su artículo para la revista Arqueología (#42, 2009).
Aparentemente el silbato era también usado en otros rituales de la muerte, por ejemplo para ayudar a sus muertos a descender al Mictlán. Considerando que para esta cultura la muerte era un tránsito a un estado más preciado, entonces quizá el sonido emitido por el “silbato de la muerte” no solo era un recurso para atemorizar a los adversarios, sino también una especie de detonador de éxtasis entre los propios guerreros aztecas –un llamado a matar pero también a morir–.
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