Los graneros prehispánicos de Gran Canaria han permitido documentar por primera vez el uso del laurel como pesticida para proteger el grano de los insectos, una práctica que relatan los historiadores romanos como común en el Mediterráneo, pero nunca observada en ningún yacimiento.
La revista científica francesa “Techniques & Culture” publica este mes un trabajo de cinco investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y la empresa de arqueología Tibicena sobre las técnicas de conservación de los alimentos que se pueden apreciar en los silos de los primeros pobladores de Gran Canaria.
El artículo, cuyo primer firmante es el arqueobotánico Jacob Morales, describe el alto grado de destreza que una sociedad anclada tecnológicamente en el Neolítico, como era la de los aborígenes canarios, logró a la hora de resolver un reto clave para su supervivencia: la conservación de los alimentos en una isla con recursos limitados y sometida a sequías, plagas y hambrunas.
Los antiguos canarios construyeron grandes graneros colectivos, casi siempre en riscos o acantilados de difícil acceso para protegerlos del pillaje de animales y ladrones -la mayoría son tan inaccesibles, que para llegar a ellos hoy se necesita equipo de escalada- y habitualmente en lugares situados a unos 30 minutos de camino desde los cultivos, pero siempre a la vista de ellos.
Esos silos para alimentos eran excavados en rocas volcánicas, cuyas especiales condiciones para mantener constante la temperatura y la humedad se reforzaban recubriendo las paredes con mortero.
Los graneros de Gran Canaria cumplieron tan bien su función, que los arqueólogos han recuperado en los cinco que han explorado para este trabajo más de 100.000 semillas de cebada, trigo duro, habas, lentejas e higos, con antigüedades que en algunos casos se remontan mil años en el pasado, hasta el siglo X, según prueba el Carbono 14.
Sin embargo, seguían teniendo un enemigo temible para todo agricultor: el gorgojo del trigo (Sitophilus granarius), una de las plagas más implacables con los cereales, que llegó a Canarias con los grupos bereberes que poblaron las islas hace unos 2.000 años.
En Canarias, esos grupos bereberes no encontraron el laurel común a todo el Mediterráneo (Laurus nobilis), sino una variedad autóctona (Laurus novocanariensis) con unas propiedades, por fortuna para ellos, especialmente propicias para conservar el grano.
En los graneros de Gran Canaria, la cebada, el trigo, las legumbres, las semillas de higo, el laurel -y los gorgojos- han durado más de 1.000 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario