jueves, 21 de junio de 2018

¿Estamos solos en el Universo? Opinión de Max Tegmark

Según un estudio reciente de la PNAS, parece ser que hay un planeta potencialmente habitable como la Tierra orbitando alrededor de al menos un 1% del total de estrellas del universo: esto es, un total de 100 millones de billones de planetas habitables parecidos a la Tierra. En otras palabras: hay 100 planetas análogos a la Tierra por cada grano de arena en nuestras playas -piensa en ello la próxima vez que estés en una ;). Y sin embargo...no hay ni rastro de señales de inteligencia extraterrestre por ninguna parte.
Piensa en ello: el SETI (Search for Extraterrestial Intelligence, o Búsqueda de inteligencia extraterrestre) es una organización dedicada exclusivamente a prestar atención a las señales de vida inteligente. Pues bien, si como muchos afirman hay 100.000 o más civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia, e incluso si sólo una fracción de ellas está enviando ondas de radio, rayos láser u otros modos de transmisión, ¿no debería esta colección de satélites del SETI haber captado en sus más de 30 años de funcionamiento todo tipo de señales? Pero no lo ha hecho. Ni una. Nunca. ¿Dónde está todo el mundo?
A este asombroso hecho se le conoce como la paradoja de Fermi, y según menciona el cosmólogo Max Tegmark en su último libro "Life 3.0: Being Human in the Age of Artificial Intelligence", esto podría ser una clara señal de que a pesar de todo el mencionado potencial de habitabilidad cósmica, podría ser que finalmente fuésemos los únicos seres inteligentes que pueblan el Universo.
Y no es que Max Tegmark niegue la posibilidad o la probabilidad de que exista vida ahí fuera, sino de que dicha vida haya logrado avanzar y evolucionar lo suficiente como para lograr un nivel de inteligencia adecuado para generar la ciencia y la tecnología necesarias para comenzar a utilizar para fines útiles los procesos electromagnéticos. Por lo tanto, el ser humano bien podría ser el único sistema vivo con la suficiente inteligencia como para poder transmitir radiológicamente al espacio, lo cual es un indicativo de que podríamos ser el único ente consciente del Universo. Y es que, puesto que el razonamiento superior, la consciencia y las capacidades tecnológicas van tan de la mano, es difícil creer que existan muchos seres racionales ahí fuera pero que luego no lleguen a dominar nunca estas técnicas que al Homo sapiens sapiens le llevó unos pocos milenios descubrir.
Y merece la pena insistir una vez más en que no se basa exclusivamente la paradoja de Fermi en el hecho de que no hayamos hasta ahora logrado un encuentro directo físico con una nave alienígena tipo película de Hollywood, sino de que no hemos recibido ni siquiera una sola señal electromagnética del espacio exterior que de cuenta de procesos complejos no explicables por fenómenos inertes. Como ya hemos comentado, el observatorio SETI de la NASA, por ejemplo; lleva recogiendo y procesando señales desde hace muchas décadas, y no se ha hallado absolutamente nada. Bien parece que la inteligencia en el Universo sea un evento extremadamente raro (incluso único).
Max Tegmark, de hecho va más allá y pone números al asunto. Descarta mediante hechos físicos Universales como son el límite de la velocidad de la luz, las ENORMES distancias espaciales implicadas, y la exponencial resistencia que un cuerpo opone en relación directa a su masa para aumentar su velocidad (acelerar), cualquier posibilidad de que existan civilizaciones capaces de lograr viajes galácticos (ni siquiera estelares); y se basa pues en la posibilidad más evidente: que el contacto entre civilizaciones, de llegar a existir, se produzca gracias a transmisiones electromagnéticas viajando a la velocidad de la luz. Pero a raíz de que ni siquiera este tipo de comunicaciones hayan llegado a ocurrir realiza la siguiente estimación:
Normalmente, dice el cosmólogo, la gente cree en la existencia de otras formas de vida inteligente basados en la estadística. Ya hemos comentado que se estima que existen 100 millones de billones de planetas similares a la Tierra en el Universo: ¿cómo no va a haber vida inteligente en ninguno de ellos? Pues bien, resulta que este argumento depende de un valor empírico que no se suele tener en cuenta: la distancia media o típica entre una civilización inteligente y su vecina más próxima.
Imaginemos que esta figura representa la historia cósmica acontecida desde el Big Bang, donde podemos ver como diferentes civilizaciones llegan a aparecer en distintos momentos (punto inferior de cada cono), y cómo tales civilizaciones han podido extenderse en el tiempo por el espacio al 50% de la velocidad de la luz (cono más opaco) y al 100% de la velocidad de la luz (cono más traslucido). Pues bien, la distancia típica a la que nos referíamos antes es precisamente la distancia media a la que se encontrarían todo ese conjunto de hipotéticos entes inteligentes (puntos en la figura) que, a parte de nosotros, poblarían el Universo.
Indudablemente nuestra aparición en el mundo no tiene ningún atributo no explicable mediante leyes físicas, y por lo tanto es de perogrullo que el mismo proceso se podría repetir, quizás con leves variaciones, en otros planetas; pero recalquemos que la cuestión de fondo es: ¿cómo de probable es el hecho de que surja en el cosmos una estructura inteligente? Dependiendo de esa probabilidad, la distancia media entre vecinos racionales será una u otra (y viceversa, esta distancia típica es un buen indicativo de lo probable que es el origen de la vida inteligente). Poniendo números podría ser que la distancia media (la distancia entre puntos en la figura de arriba) sea del orden de 10^20 metros (un uno seguido de 20 ceros), o podría ser del orden de 10^21, 22, 23,...,100, 101, etc. 

Pues bien, si la distancia media que suele separar una civilización de otra resulta ser mayor de 20.000 millones de años luz (y teniendo en cuenta que la región del espacio desde la cual la luz ha podido llegarnos hasta el momento desde el Big Bang es de 13.800 millones de años), se podría decir que la probabilidad de que estemos solos en la parte visible del Universo es inmensa. Por otra parte, tenemos el hecho de que hasta el momento no se ha recibido ninguna evidencia alienígena a pesar de nuestra insistencia durante décadas en el SETI, lo cual ha conseguido reducir el rango medio en el que pueden existir seres tecnológicos a una distancia de entre 10^21 (el borde de nuestra Galaxia) y 10^26 (el borde del Universo observable).
Y es que si la distancia típica fuese menor a 10^21 metros (lo cual supone que habría en nuestra Galaxia muchos otros seres inteligentes), inevitablemente ya habríamos recibido comunicaciones intencionadas (o por error) de alguno de todos esos seres. Pero como evidentemente no es así, es bastante atinado afirmar que la distancia media esperable entre civilizaciones es mayor que estos supuestos 10^21 metros (en realidad bastante mayor); lo que indica que como poco es casi una certeza que estamos solos en la Vía Láctea. Pero resulta que además la cota que este hecho nos deja para la separación media de vecinos inteligentes es muy estrecha. Es decir, que si en los primeros 21 órdenes de magnitud no se ha encontrado nada de nada, es complicado que en los 5 órdenes de magnitud que restan hasta el borde del Universo visible la cosa sea muy distinta: es decir; que bien podría ser el caso de que realmente el origen de una consciencia tecnológica sea un fenómeno tan raro (y deba pasar tantos filtros improbables), que realmente estemos solos (o MUY poco acompañados) en todo el Universo visible (esos 10^26 metros).
Para más inri, incluso si finalmente hay vida inteligente (o incluso si es abundante) más allá de esos 10^21 metros, resulta que estarán para siempre fuera de nuestro alcance comunicativo y causal (debido al límite establecido por la velocidad de la luz y al hecho de que el Universo se expande), lo cual hace que a efectos prácticos podamos afirmar hoy por hoy que la probabilidad de que seamos los únicos seres sintientes en todo el cosmos (dentro de nuestra historia causal) es bastante alta y para nada descartable (a pesar de esos 100 millones de billones de planetas habitables).
Como señala Max Tegmark, si finalmente no hacemos nada al respecto y algún cataclismo natural acaba terminando con la existencia completa de nuestra especie (como le ocurrió por ejemplo a los dinosaurios), quizás la conciencia en todo el Universo observable desaparezca con nosotros, y quién sabe si dada su improbabilidad lo haga para siempre.

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