Castaños americanos en las Smokey Mountains hacia 1910 (Forest History Society, Durham NC)
En 1904 un guarda llamado Hermann Merkel se dio cuenta de que en los castaños del zoo del Bronx, en Nueva York, estaban apareciendo unas extrañas manchas naranjas que no le gustaban nada. Tomó unas muestras y las llevó a analizar al micólogo William Murrill, quien identificó un nuevo hongo al que bautizó como Endothia parasitica y demostró que al inocularlo en las plantas estas enfermaban. Pero entonces ni siquiera estaba cerca de imaginar la capacidad destructiva de aquellas criaturas.
El hongo, que provoca una enfermedad conocida conocido como el chancro del castaño, se expande por el aire a gran velocidad y penetra en el árbol por las heridas o fisuras que éste tenga abiertas. En pocos días penetra en las ramas y el tronco y empieza a producir algunas sustancias, como el ácido oxálico, que resultan letales para el árbol. El pH del castaño americano (Castanea dentata) cambia en unas semanas de 5.5 a 2.8, lo que le condena a una muerte segura. En los siguientes 40 años tras el descubrimiento de Merkel, aquel hongo que había llegado a Estados Unidos a través de los castaños importados de China y Japón, viajó por aire y se extendió de un árbol a otro por todo el país hasta acabar con una población de 4.000 millones de árboles. En algunos lugares, como los bosques de los Apalaches, los castaños americanos eran un 25% de la población de árboles, que cayeron fulminados por aquella enfermedad traída por el hombre del otro lado del mar. Y con ellos desaparecieron al menos cinco especies de ardillas que vivían en este tipo de árbol.
La zona por la que se extendían los castaños antes de la plaga
Los castaños chinos y japoneses habían desarrollado resistencia a este hongo, pero al llegar a EE.UU. los árboles no tenían ningún mecanismo de defensa contra él. Los científicos y las autoridades probaron todo tipo de técnicas para detener el avance de aquella plaga; se cruzaron con las especies asiáticas para formar una variedad resistente, se les inoculó con un virus que acabara con el hongo, se probaron fungicidas, fumarolas de azufre y radiación. Según cuenta Nature, hasta se llevaron a cabo ceremonias religiosas con los árboles porque algunas comunidades consideraron que aquello era consecuencia de sus pecados. Nada funcionó.
Hoy en día la población de castaños ha desaparecido prácticamente del noreste del país, salvo algún reducto aislado que está lo suficientemente lejos de otros árboles como para poder enfermar, y en zonas de la costa oeste donde el clima es más frío. Pero los esfuerzos por recuperar los castaños americanos, tan altos y majestuosos que se los llegó a conocer como las"secuoyas del este", continúan. Una de las estrategias, además de las hibridaciones o el uso de sustancias químicas que acaben con el hongo, es crear un castaño americano modificado genéticamente para resistir a la plaga. Al contener solo genes de los propios castaños, los investigadores esperan que no despierte tanto rechazo entre la población. "El castaño podría ser el primer caso de un árbol modificado genéticamente que es reintroducido", asegura el investigador Douglass Jacobs. "Si eso sucede podría ser el camino para otros árboles". Aun así, deshacer el desastre provocado por la introducción de especies foráneas es toda una odisea y, como plantean algunos, está por demostrar que reintroducir los castaños americanos en los bosques que ahora se han amoldado a la situación no provoque otro problema peor.
Fogonazos.es
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