A los defraudadores e infieles ya no les hace falta inventar excusas: un reciente estudio ha revelado que la biología tiene una justificación para ambos actos. Sus autores han demostrado que dos hormonas influyen en este tipo de comportamientos.
Los investigadores, de las universidades de Harvard y Texas, comprobaron que el papel corresponde a la testosterona y el cortisol (la hormona del estrés). Cuando una persona ve la oportunidad de hacer trampas, se incrementa la producción de ambas hormonas. El cortisol provoca ansiedad, mientras que la testosterona reduce el miedo a represalias y envalentona al futuro tramposo o infiel.
Para analizar el proceso, los expertos pidieron a 117 voluntarios que hicieran un test de matemáticas. Una vez terminado, debían corregirlo, puntuarlo e informarles de los fallos que habían cometido. Había premio: recibirían una cantidad económica mayor cuanto menor fuera el número de errores.
Por otra parte, analizaron una muestra de saliva de cada uno antes y después del examen, confirmando así que los más mentirosos presentaban mayores concentraciones de ambas hormonas. Tras el engaño, se redujeron de nuevo: había desaparecido la ansiedad y se había activado el centro de recompensa del cerebro, lo que refuerza la repetición del acto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario