Nada bueno para el clima (Imagen: NASA)
Tarde de julio en la ciudad de Cherskiy en Siberia Oriental, a 220 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, con unos cálidos 27 ° C. La vista puede disfrutar con ríos azul plata que cortan franjas verdes de bosque boreal - el mayor ecosistema de la Tierra-. Pero si introducimos una varilla de metal en el suelo unos 75 centímetros por debajo de la superficie tropezaremos con una capa tan dura como el acero, y tal vez tan peligrosa como la dinamita.
El Permafrost Ártico posee más del doble de carbono en su suelo congelado que la atmósfera terrestre. ¿Qué es lo que me trae aquí, acompañando a siete científicos estadounidenses de diversos laboratorios, liderados por el Woods Hole Research Center de Falmouth, Massachusetts?. Hemos viajado 7.000 kilometros y 15 zonas horarias hasta Cherskiy para estudiar un fenómeno que podría acelerar la liberación de ese carbono: el aumento de los incendios forestales del Ártico .
"Bienvenido a Cherskiy," nos saluda nuestro anfitrión Nikita Zimov minutos después de desembarcar del avión a hélice Antonov-24. Zimov dirige la Estación noreste de Ciencia . "Veo que quieres que te lleve a ese infierno", dice mientras señala a un bosque fantasmal que pronto encandilará a los científicos, a pesar de su confusión de lodo y árboles caídos.
Los árboles en el llamado "Agujero del Infierno" lucen como delgados palillos, fueron quemados hace una década y podrían proporcionar una pista importante en el debate sobre el impacto del fuego Ártico (ver diagrama). No hay duda de que las temperaturas más cálidas, condiciones más secas y, posiblemente, un aumento en las tormentas catalizan una subida de los incendios en todo el Ártico. Este verano más de 9 millones de hectáreas de bosque en Alaska y Canadá han ardido - un récord - obligando a acudir a miles de bomberos para combatirlos.
Los incendios devoran la capa orgánica de la hojarasca y arbustos en el suelo de los bosques boreales y la tundra por igual. Como esta capa ofrece aislamiento durante el verano, los sitios quemados podrían ver un aumento en la profundidad de la tierra que se derrite en los meses cálidos, antes de volver a congelarse en invierno. Más suelo descongelado podría significar un aumento del nivel de carbono vertido a la atmósfera desde el Ártico por la respiración microbiana, pasando así con el tiempo el bosque boreal de ser un sumidero de carbono a convertirse en una fuente.
"Los incendios del Ártico pueden estar creando nuevos focos de metano que podrían añadir combustible a la bomba de carbono del Ártico"
La ciencia en esto está todavía lejos de conclusiones definitivas. Por ejemplo, algunas investigaciones sugieren que el aumento en los incendios en realidad podría reforzar el permafrost ayudando a la regeneración de los árboles, que aíslan el suelo y evitan la erosión. Los alerces, las especies arbóreas dominantes, son resistentes al fuego y sus plántulas se benefician de los incendios que destruyen la maleza.
Aquí es donde entra en juego el estudio de la zona de Hellhole. Para llegar al bosque tomamos un bote a través del río Kolyma. Árboles magros forman cruces a izquierda y derecha por donde atravesamos. La mayoría están sin vida, pero el lugar no está del todo muerto: musgos espesos y mechones de hierbas están prosperando.
Lo más llamativo es la forma desigual y húmeda del suelo. A diferencia de los suelos lisos que uno encuentra en los bosques boreales normales, el fuego descongeló el permafrost en forma de zigzag silvestre. Las zonas bajas son donde el permafrost era sobre todo de hielo, mientras que los segmentos compuestos por suelo real ahora forman el terreno elevado que rodea las incontables piscinas, cada una tal vez de un metro de profundidad.
Kuhn McKenzie, un reciente graduado de la universidad, comprueba una de la serie de trampas de burbujas en forma de embudo que colocó en las piscinas hace días. En las condiciones de anoxia que se encuentran en el suelo debajo de los estanques los microbios pueden crear metano, un potente gas de efecto invernadero. El equipo ahora está tratando de medir las emisiones de los estanques y determinar si proceden de carbono encerrado en el permafrost.
De vuelta en Cherskiy, las pruebas preliminares de laboratorio de los gases emitidos por los suelos del fondo de los estanques de Hellhole muestran niveles sorprendentemente altos de metano. Sumando esto a la desestabilización del suelo y la creación de microponds, los científicos formulan la hipótesis: el fuego puede constituir el disparador para la bomba de carbono del Ártico.
NewScientist
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