Apuntamos algunas claves para aprovechar, al máximo, las noches de camping. Porque la relativa intimidad de las paredes de nailon no pueder ser razón suficiente para renunciar al sexo.
Discrepo con Nell Frizzell de The Guardian, cuando sostiene que las acampadas son el mejor antídoto para la lujuria, en un artículo que titula Why camping is a passion-killer.Aunque estoy de acuerdo con ella en que no es lo mejor que se puede hacer cuando se está empezando una relación con alguien que realmente interesa y en quien se han depositado, si no todas, algunas esperanzas. “La última cosa que necesitas cuando los pegajosos brotes del potencial amor aparecen en las ramas de la vida de soltero, es ir de camping. Deslizarse en una claustrofóbica mortaja de nailon llena de olor a pies junto a alguien al que se conoce desde hace muy poco tiempo y bajo el insano bamboleo de un techo en medio del campo es el equivalente, en cuanto a relaciones, a poner tu brazo en la boca de un Rottweiler. Puedes salir ileso, pero tienes muchas posibilidades de que no”, dice Frizzell.
“El problema con el camping”, continúa Nell, “es que es íntimo y anti higiénico. No es el mejor lugar para cimentar una nueva relación. La mayor parte del tiempo que pasas dentro de la tienda, lo haces enroscado como una gamba a la plancha y la mayor parte del tiempo que pasas fuera, lo haces llevando un forro polar. Nadie está sexy con un forro polar”. Es verdad que el camping suele ser un lugar incómodo y poco acogedor, pero es muy probable que algunos de los mejores polvos de nuestra vida los hayamos echado en malolientes váteres de bares, destartalados coches, portales llenos de meadas de perros o estrechísimos retretes de aviones. Y también cabe la posibilidad de que cuando planeamos la noche de nuestra vida, en un hotel de ensueño, con el hombre o mujer que más nos calienta, resulta que sobreviene el gatillazo. Sí, los camping son sucios, pero el sexo también lo es. Además, volver, aunque sea de forma simulada, a la naturaleza y al modo de vida de nuestros ancestros, nos hace sentir vulnerables, insignificantes y a merced de los animales o las inclemencias del tiempo, lo que puede contribuir a abrir nuestras mentes, corazones y esfínteres al mismo tiempo, en una poco corriente e interesante combinación. Mi madre, consciente de este peligro, siempre nos prohibió a mi hermana y a mi ir de camping o ingresar, según ella, en la peligrosa secta de los boy scouts; mientras mis hermanos acampaban a sus anchas. Tal vez por eso haya idealizado tanto estos entornos. No hay nada como que te prohíban algo para que empiece a gustarte. Especialmente aquellas acampadas que salían en las películas al estilo de Memorias de África. Una cena bajo las estrellas, una interesante conversación, unos tragos de bourbon y unas tiendas de campaña en las que cualquiera podía deslizarse en mitad de la noche.
Miles de personas en el mundo opinan como yo y piensan que el camping no es solo la opción de los losers, que no alcanzan ni siquiera a pagarse una pensión, sino una posibilidad en sí misma. Personalmente soy muy ecléctica en mis diversiones y disfruto igual de una noche en un hotel con mayordomo incluido, que de una velada al raso en un saco de dormir. Y eso que he tenido un desafortunado episodio con las ratas de las Islas Cíes (Pontevedra) que, sin embargo, no consiguió acabar con mi afición a esta actividad, que mi madre me inculcó dibujándola como la versión actualizada de Sodoma y Gomorra.
“El problema con el camping”, continúa Nell, “es que es íntimo y anti higiénico. No es el mejor lugar para cimentar una nueva relación. La mayor parte del tiempo que pasas dentro de la tienda, lo haces enroscado como una gamba a la plancha y la mayor parte del tiempo que pasas fuera, lo haces llevando un forro polar. Nadie está sexy con un forro polar”. Es verdad que el camping suele ser un lugar incómodo y poco acogedor, pero es muy probable que algunos de los mejores polvos de nuestra vida los hayamos echado en malolientes váteres de bares, destartalados coches, portales llenos de meadas de perros o estrechísimos retretes de aviones. Y también cabe la posibilidad de que cuando planeamos la noche de nuestra vida, en un hotel de ensueño, con el hombre o mujer que más nos calienta, resulta que sobreviene el gatillazo. Sí, los camping son sucios, pero el sexo también lo es. Además, volver, aunque sea de forma simulada, a la naturaleza y al modo de vida de nuestros ancestros, nos hace sentir vulnerables, insignificantes y a merced de los animales o las inclemencias del tiempo, lo que puede contribuir a abrir nuestras mentes, corazones y esfínteres al mismo tiempo, en una poco corriente e interesante combinación. Mi madre, consciente de este peligro, siempre nos prohibió a mi hermana y a mi ir de camping o ingresar, según ella, en la peligrosa secta de los boy scouts; mientras mis hermanos acampaban a sus anchas. Tal vez por eso haya idealizado tanto estos entornos. No hay nada como que te prohíban algo para que empiece a gustarte. Especialmente aquellas acampadas que salían en las películas al estilo de Memorias de África. Una cena bajo las estrellas, una interesante conversación, unos tragos de bourbon y unas tiendas de campaña en las que cualquiera podía deslizarse en mitad de la noche.
Miles de personas en el mundo opinan como yo y piensan que el camping no es solo la opción de los losers, que no alcanzan ni siquiera a pagarse una pensión, sino una posibilidad en sí misma. Personalmente soy muy ecléctica en mis diversiones y disfruto igual de una noche en un hotel con mayordomo incluido, que de una velada al raso en un saco de dormir. Y eso que he tenido un desafortunado episodio con las ratas de las Islas Cíes (Pontevedra) que, sin embargo, no consiguió acabar con mi afición a esta actividad, que mi madre me inculcó dibujándola como la versión actualizada de Sodoma y Gomorra.
Michelle Waitzman es otra entusiasta de este deporte, tanto que ha escrito el libro Sex on a tent: A wild couple’s guide to getting naughty in Natura, en el que da consejos para practicar el sexo en una tienda de campaña, además de sugerir enclaves románticos alrededor del mundo y recetas para comer ese tipo de cosas que solo se ingieren cuando no se dispone de cocina, nevera y lavar los platos es una de las actividades a evita a toda costa. Dejarlo todo a la aventura, no es la mejor idea para tener una ídem dentro de un pequeño cubículo de nailon, en medio del bosque, por lo que hay que observar ciertos puntos en los que Waitzman y todos los que tienen algo que contar al respecto coinciden.
1. Para tener una relación sexual en una tienda, lo primero que hay que tener es una tienda.
El material de camping se ha modernizado mucho en los últimos años y ha dejado atrás a aquellas tiendas de campaña que tardaban horas en erguirse y segundos en desplomarse, especialmente si alguna actividad, más interesante que dormir como una piedra, tenía lugar en su interior. La regla básica para comprar una tienda es que hay que elegir la de cuatro plazas, si los que planean pasar la noche son dos y la de ocho, si lo que se pretende hacer es un cuarteto; ya que los fabricantes de estos productos tienen una idílica idea de sus clientes y creen que son todos muy delgados y que no se mueven mientras duermen. Los techos mínimamente altos son otra característica a tener en cuenta, si uno pretende hacer algo más que la postura del misionero y no quiere acabar con tortícolis o lumbalgia, y también hay que procurar que la tienda tenga ventanas, con mosquitero incluido. Las que cuentan con dos entrada son perfectas, porque así no habrá que pasar por encima del otro si uno quiere ir al baño en mitad de la noche. Siguiendo con el equipo, no estaría de más hacerse con un saco de dormir doble o con cremalleras compatibles y que unido a otro pueda convertirse en uno más grande porque, aunque estamos en verano, las noches pueden refrescar en el campo o en la montaña. Finalmente, un colchón hinchable o una esterilla algo ancha y consistente es importante. Por mucho que limpiemos el suelo sobre el que vamos a plantar la tienda siempre habrá una piedra o raíz que se nos incruste en la espina dorsal en el momento menos indicado.
2. El kamasutra de las acampadas
Aunque unas vacaciones en el camping no es el mejor momento para probar el nivel advanced del Kamasutra, tampoco hay que limitarse a la aburrida postura del misionero. Todo dependerá de las dimensiones de la tienda, la altura y la creatividad que se despliegue con los accesorios propios de una acampada, pero ya hay una postura indicada especialmente para estos casos. Según el terapeuta sexual Ian Kerner, autor dePassionista: the empowered women’s guide to pleasuring a men, la de la cuchara –los dos de lado y él detrás de ella– es la más adecuada porque según Kerner “no importa lo larga, corta o alta que sea la tienda”, y añade que para darle más emoción al asunto se puede utilizar un anillo vibrador de pene, para estimular aún más el clítoris. Si se cuenta con un colchón o algo mullido, la cosa no debería ser muy distinta a estar en la propia cama, lo que sí hay que evitar a toda costa es aquellos movimientos en los que sea necesario asirse a una barra o algo sólido. En las tiendas de campaña nada es lo suficientemente resistente, créanme. Los juguetes eróticos son siempre bienvenidos mientras no sean demasiado ruidosos, aunque implican que hay que lavarlos a conciencia y mantenerlos limpios. Y si la tienda no es lo suficientemente grande y no hay moros en la costa, siempre se puede salir al exterior y secundar el movimiento erótico-ecologista Fuck For Forest, para salvar las masas verdes del planeta, al mismo tiempo que uno da rienda suelta a la lujuria.
3. Evitar dar un espectáculo de luz y sonido
El delicado tema de la luz es otro de los aspectos a tener en cuenta, porque las populares velas están estrictamente prohibidas dentro de una tienda y es normal que queramos algo de claridad, e incluso la necesitemos para echar mano de algún complemento. Los camping gas son artilugios a evitar porque además de servirnos para inhalar dosis indeseables de gases, proporcionan una luz nada favorecedora, que convierte al más pintado en una aberración de la naturaleza. Existen linternas con luz graduable y suave, mucho más apropiadas. Aunque lo más importante es el lugar donde se coloque el foco luminoso. Si lo ponemos en el suelo de la tienda este hará el efecto de sombras chinescas y agrandará las siluetas de los que están dentro; mientras fuera, un público entusiasta disfruta de una sesión de porno a la fresca. Si no queremos proporcionar este espectáculo la solución esté en poner la luz arriba, en la cúpula de la tienda, lo más suave posible.
Los/las amantes ruidosos tienen tres opciones: ir de camping a un festival de música lleno de gente –nadie notará los gemidos–, practicar la acampada libre en un lugar remoto y apartado o jugar al juego del silencio. Esta última opción puede añadir morbo al asunto. Uno está rodeado de tiendas y debe experimentar todo tipo de sensaciones sin emitir un solo sonido. Puede incluso, que si no lo consigue alguien deba taparle la boca y seguir adelante con el experimento.
4. Un poco de higiene, pero sin obsesionarse
Si hay algo imposible de mantener limpio y en orden es una tienda de campaña, pero para eso han sido creadas, para retener olores aunque se las ventile de la mañana a la noche y para que nunca encontremos nada dentro de ellas. En cuestión de sexo muchos aconsejan usar preservativos, aunque se tenga pareja estable y no se utilicen habitualmente, por el simple hecho de evitar el derramamiento de fluidos; tener siempre toallitas húmedas a mano y disponer de bolsas de plástico con cierre, para no ensuciar más de lo necesario. Los hay tan precavidos que proponen llevar un váter portátil para asearse en caso de que en el baño haya cola. Aunque tal vez lo mejor sea relajarse, asumir que tras unos días de acampada es posible que las moscas empiecen a girar sobre nuestras cabezas y beneficiarse de los eróticos efectos de las feromonas, esas sustancias presentes en el sudor de forma natural que luego compramos en esencias y perfumes carísimos para atraer al sexo contrario, o al propio.
No, no creo que ir de camping sea un mata pasiones y la prueba viviente es que Nicholas y Bobbin Ercoline, la pareja que fotografió Burk Uzzle en el mítico festival de Woodstock de 1969 –que aparecía abrazada y cubierta por una manta– y que ilustró un disco, se mantiene unida y en perfecto estado de salud. Nicholas y Bobbi rompieron todas las reglas: fueron de acampada y casi seguro que hubo sexo, drogas y rock & roll y, contra todo pronóstico, siguen aún juntos y felices.
1. Para tener una relación sexual en una tienda, lo primero que hay que tener es una tienda.
El material de camping se ha modernizado mucho en los últimos años y ha dejado atrás a aquellas tiendas de campaña que tardaban horas en erguirse y segundos en desplomarse, especialmente si alguna actividad, más interesante que dormir como una piedra, tenía lugar en su interior. La regla básica para comprar una tienda es que hay que elegir la de cuatro plazas, si los que planean pasar la noche son dos y la de ocho, si lo que se pretende hacer es un cuarteto; ya que los fabricantes de estos productos tienen una idílica idea de sus clientes y creen que son todos muy delgados y que no se mueven mientras duermen. Los techos mínimamente altos son otra característica a tener en cuenta, si uno pretende hacer algo más que la postura del misionero y no quiere acabar con tortícolis o lumbalgia, y también hay que procurar que la tienda tenga ventanas, con mosquitero incluido. Las que cuentan con dos entrada son perfectas, porque así no habrá que pasar por encima del otro si uno quiere ir al baño en mitad de la noche. Siguiendo con el equipo, no estaría de más hacerse con un saco de dormir doble o con cremalleras compatibles y que unido a otro pueda convertirse en uno más grande porque, aunque estamos en verano, las noches pueden refrescar en el campo o en la montaña. Finalmente, un colchón hinchable o una esterilla algo ancha y consistente es importante. Por mucho que limpiemos el suelo sobre el que vamos a plantar la tienda siempre habrá una piedra o raíz que se nos incruste en la espina dorsal en el momento menos indicado.
2. El kamasutra de las acampadas
Aunque unas vacaciones en el camping no es el mejor momento para probar el nivel advanced del Kamasutra, tampoco hay que limitarse a la aburrida postura del misionero. Todo dependerá de las dimensiones de la tienda, la altura y la creatividad que se despliegue con los accesorios propios de una acampada, pero ya hay una postura indicada especialmente para estos casos. Según el terapeuta sexual Ian Kerner, autor dePassionista: the empowered women’s guide to pleasuring a men, la de la cuchara –los dos de lado y él detrás de ella– es la más adecuada porque según Kerner “no importa lo larga, corta o alta que sea la tienda”, y añade que para darle más emoción al asunto se puede utilizar un anillo vibrador de pene, para estimular aún más el clítoris. Si se cuenta con un colchón o algo mullido, la cosa no debería ser muy distinta a estar en la propia cama, lo que sí hay que evitar a toda costa es aquellos movimientos en los que sea necesario asirse a una barra o algo sólido. En las tiendas de campaña nada es lo suficientemente resistente, créanme. Los juguetes eróticos son siempre bienvenidos mientras no sean demasiado ruidosos, aunque implican que hay que lavarlos a conciencia y mantenerlos limpios. Y si la tienda no es lo suficientemente grande y no hay moros en la costa, siempre se puede salir al exterior y secundar el movimiento erótico-ecologista Fuck For Forest, para salvar las masas verdes del planeta, al mismo tiempo que uno da rienda suelta a la lujuria.
3. Evitar dar un espectáculo de luz y sonido
El delicado tema de la luz es otro de los aspectos a tener en cuenta, porque las populares velas están estrictamente prohibidas dentro de una tienda y es normal que queramos algo de claridad, e incluso la necesitemos para echar mano de algún complemento. Los camping gas son artilugios a evitar porque además de servirnos para inhalar dosis indeseables de gases, proporcionan una luz nada favorecedora, que convierte al más pintado en una aberración de la naturaleza. Existen linternas con luz graduable y suave, mucho más apropiadas. Aunque lo más importante es el lugar donde se coloque el foco luminoso. Si lo ponemos en el suelo de la tienda este hará el efecto de sombras chinescas y agrandará las siluetas de los que están dentro; mientras fuera, un público entusiasta disfruta de una sesión de porno a la fresca. Si no queremos proporcionar este espectáculo la solución esté en poner la luz arriba, en la cúpula de la tienda, lo más suave posible.
Los/las amantes ruidosos tienen tres opciones: ir de camping a un festival de música lleno de gente –nadie notará los gemidos–, practicar la acampada libre en un lugar remoto y apartado o jugar al juego del silencio. Esta última opción puede añadir morbo al asunto. Uno está rodeado de tiendas y debe experimentar todo tipo de sensaciones sin emitir un solo sonido. Puede incluso, que si no lo consigue alguien deba taparle la boca y seguir adelante con el experimento.
4. Un poco de higiene, pero sin obsesionarse
Si hay algo imposible de mantener limpio y en orden es una tienda de campaña, pero para eso han sido creadas, para retener olores aunque se las ventile de la mañana a la noche y para que nunca encontremos nada dentro de ellas. En cuestión de sexo muchos aconsejan usar preservativos, aunque se tenga pareja estable y no se utilicen habitualmente, por el simple hecho de evitar el derramamiento de fluidos; tener siempre toallitas húmedas a mano y disponer de bolsas de plástico con cierre, para no ensuciar más de lo necesario. Los hay tan precavidos que proponen llevar un váter portátil para asearse en caso de que en el baño haya cola. Aunque tal vez lo mejor sea relajarse, asumir que tras unos días de acampada es posible que las moscas empiecen a girar sobre nuestras cabezas y beneficiarse de los eróticos efectos de las feromonas, esas sustancias presentes en el sudor de forma natural que luego compramos en esencias y perfumes carísimos para atraer al sexo contrario, o al propio.
No, no creo que ir de camping sea un mata pasiones y la prueba viviente es que Nicholas y Bobbin Ercoline, la pareja que fotografió Burk Uzzle en el mítico festival de Woodstock de 1969 –que aparecía abrazada y cubierta por una manta– y que ilustró un disco, se mantiene unida y en perfecto estado de salud. Nicholas y Bobbi rompieron todas las reglas: fueron de acampada y casi seguro que hubo sexo, drogas y rock & roll y, contra todo pronóstico, siguen aún juntos y felices.
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