Sarah* tenía 16 años cuando un desconocido la violó en un festival. Había consumido MDMA con sus amigos, pero no notaba los efectos, así que decidió volver a su tienda. Por el camino se encontró con un tipo con el que había estado hablando en el estadio. Estuvieron un rato tonteando, se dirigieron a donde él tenía su tienda y empezaron a besarse. "Al principio fue consensuado", afirma Sarah, "pero llegó un momento en que empezó a abrirme tanto las piernas que pensé que me las iba a romper. Le pedí que parara más de tres veces y me ignoró. Lo único que podía hacer era esperar a que todo aquello acabara".
En 2013 se llevó a cabo un sondeo en festivales del Reino Unido en el que se preguntó a más de 3,000 personas qué era lo que más les gustaba de este tipo de acontecimientos. Encabezaban la lista la "música" y la posibilidad de "huir de la rutina"; en el informe se explicaba que esa mezcla de sensación de evasión y de "comunidad" que se respira en los festivales es el mayor atractivo para los visitantes. Sin embargo, esa misma sensación de realidad suspendida es quizá la que provoca que las violaciones y la violencia sexual sean algo inesperado. "No me cabe duda de que se tiene una imagen idílica de los festivales", afirma Sarah, "pero realmente son como una representación a pequeña escala de la sociedad: siempre va a haber un sector de personas dispuestas a hacer daño a otras".
Hace unas semanas estuve en el Secret Garden Party, un festival de cuatro días en Cambridgeshire en el que el hedonismo y los disfraces tienen tanto protagonismo como la propia música. Después de darlo todo en el podio al ritmo del electro, volví a mi tienda, tambaleándome en la oscuridad, totalmente ajena al peligro. Días después me enteré de que al parecer habían violado a una chica en el festival la noche anterior.
Pese a que los delitos sexuales son menos comunes en los festivales que los robos o los relacionados con la droga, el episodio del Secret Garden Party no es un caso aislado. Ocurren en todo tipo de festivales del Reino Unido, desde conciertos de metal hasta raves de house o festivales de folk-rock. Este año se han denunciado tres casos de violencia sexual en Glastonbury, y en 2014 fueron dos. El año pasado, dos hombres fueronarrestados por violar a una mujer en el Reading Festival, en el que se produjo otra violación en 2009. En 2013, un enfermero fue condenado por abusar de dos mujeres inconscientes en la tienda de primeros auxilios del festival Wilderness en Oxfordshire. En 2010, un joven de 16 años fue arrestado por violar a una niña de 12 años en el Secret Garden Party. Ese mismo año, dos mujeres denunciaron a la policía que habían sido violadas en el festival Latitude. A una de las víctimas la retuvo un grupo de más de tres hombres cuando iba de la zona de acampar a los baños.
Estas historias quizá sean solo la punta del iceberg. Un estudio realizado en 2013 en el Reino Unido reveló que el 85 por ciento de los casos de violencia sexual graves no se denuncian a la policía. La organización benéfica Rape Crisis se dedica a recibir las llamadas de víctimas de violaciones como las que se cometen en los festivales. La coordinadora de operaciones de la línea de ayuda, la doctora Fiona Vera Gray, explica: "A veces las mujeres temen que se las juzgue por haber consumido drogas o alcohol. A veces les cuesta creer que las tomarán en serio cuando denuncien, sobre todo cuando no recuerdan exactamente qué ocurrió".
Las festivaleras con las que he hablado me han contado historias de tipos que les escupían, les gritaban obscenidades y las amenazaban con "venirse sobre sus tiendas de campaña".
La tendencia actual de nuestra sociedad de trivializar, normalizar e ignorar las agresiones sexuales ha empezado a calar también en los recintos de los festivales. Ejemplo práctico: el retrasado que llevó una camiseta con el mensaje "come, duerme, viola, repite" el pasado abril en Coachella. Las festivaleras con las que he hablado me han contado historias de tipos que las escupían, les gritaban obscenidades y las amenazaban con "venirse sobre sus tiendas de campaña". Son actitudes que amedrentan a las víctimas.
"Es necesario crear entornos en los que se respete a la mujer", afirma la doctora Gray, "y en los que no se tolere ningún tipo de violencia sexual, acoso, violaciones ni chistes o comentarios discriminatorios".
Desde hace cuatro años, el Festival de la Isla de Wight ha acogido puestos del grupo White Ribbon y del equipo contra la violencia doméstica del Ayuntamiento de la Isla de Wight. El consistorio tiene un puesto llamado "Reclaim the Night", en el que los visitantes pueden crear piezas de bisutería con mensajes sobre el consentimiento y hablar con total libertad sobre sus experiencias. "La gente muestra mucho interés cuando conoce nuestra labor", afirma Fleur Gardiner, gerente del Consejo para la Protección de los Adultos del ayuntamiento. "Mucha gente no entiende el concepto de consentimiento y que estar ebria o escasamente vestida no significa ser responsable de una violación".
Gardiner explica que el ayuntamiento empezó simplemente intentando sensibilizar sobre la importancia del consentimiento en el festival, pero pronto cambió de estrategia cuando empezaron a recibir cada vez más visitas de personas explicándoles sus experiencias como víctimas de agresiones sexuales. Ahora, el grupo cuenta con una asesora sobre violencia sexual, expertos en violencia doméstica y enfermeras especializadas en salud sexual.
"En un mundo ideal, todos los festivales incluirían iniciativas como la nuestra, pero desgraciadamente no es así", lamenta Gardiner. "Está comprobado que, cuando sensibilizas al público y ofreces asistencia, las víctimas acuden a buscarla. Ese es nuestro objetivo, pero podría parecer que ha habido un aumento de las agresiones sexuales. Ningún festival quiere dar la imagen de ser un evento con problemas de agresiones sexuales. Sin embargo, si se unieran a acciones como esta, estarían contribuyendo a crear un espacio más seguro en su recinto".
El asesor de White Ribbon Dave Boardman está llevando a cabo una campaña para conseguir que más festivales y salas de conciertos se sumen a su lema: "La violencia contra la mujer nunca se debe cometer, tolerar ni callar". Su intención es la de formar a los trabajadores y voluntarios de los festivales para que sean capaces de detectar posibles casos de violencia y garantizar que cualquier incidente sea investigado y denunciado.
Queremos que toda la industria de la música se muestre receptiva ante estos temas como primer paso hacia su resolución. No pueden mejorar las cosas fingiendo que solo son incidentes aislados.
"En los festivales pasan muchas cosas que no interesa que salgan a la luz. Queremos que los organizadores reconozcan abiertamente estos problemas y que aseguren que están haciendo algo para evitarlos", afirma. "Queremos que toda la industria de la música se muestre receptiva ante estos temas como primer paso hacia su resolución. No pueden mejorar las cosas fingiendo que solo son incidentes aislados".
Pero existen otros motivos para el silencio de los organizadores. Laura* trabaja en el engranaje del sector musical. Una vez estaba trabajando en un festival en el que se corrió la voz de que se había cometido una violación. "Nuestra primera reacción inmediata fue la de controlar a la prensa en lugar de hacer pública la noticia", afirma. "Entiendo que la gente quiera saber estas cosas –yo también querría—, pero con casos delicados es importante contener la información. Tenemos que asegurarnos de que la víctima está protegida y facilitar a la policía su labor. No interesa que se propaguen rumores alarmistas por todo el recinto".
Un portavoz de MAMA, la empresa detrás de los festivales Wilderness, The Great Escape y Lovebox, añade: "Tomamos todas las precauciones para garantizar la seguridad de los asistentes a nuestros festivales. Trabajamos estrechamente con las fuerzas policiales y con nuestros equipos de seguridad para asegurarnos de que en todo momento el nivel de seguridad y la presencia policial sean los adecuados, tanto en el recinto del festival como en el área que lo rodea"
Pese a que los consejos de seguridad de los festivales incluyen recomendaciones para evitar los robos y sobre el consumo de drogas, ninguna de las que consulté por internet mencionaba los términos "violación" o "agresión sexual" y se limitaban a dejar una vaga recomendación de no ir a ninguna parte sola. En ninguna se incluía un recordatorio sobre el consentimiento.
En el sitio web de Latitude, por ejemplo, aparece una lista de consejos para tu propia seguridad de carácter neutral, en los que no se hace mención a las violaciones ni las agresiones sexuales, aunque parece hacer veladas alusiones. Algunos de los consejos indican que "no perdamos la cabeza (que no bebamos o nos droguemos en exceso)", "que seamos claros respecto a qué cosas decimos sí y no" y que "si conocemos a alguien... le hagamos una foto y se la enviemos a un amigo".
"Son consejos cargados de culpabilidad", explica la fundadora de la campaña#ThisDoesn'tMeanYes, Nathalie Gordon. "Da la impresión de que, si no sigues estas recomendaciones, te pueden pasar cosas malas y en ese caso sería culpa tuya". Latitude no respondió a nuestras peticiones para dar explicaciones al respecto.
Miranda*, de 25 años, tuvo la sensación de que la estaban culpabilizando cuando denunció que un amigo la había agredido sexualmente en su tienda de campaña tras perder la conciencia por el alcohol en un festival. "No es fácil saber qué pasó, pero recuerdo estar tumbada boca abajo, con la cara contra la hierba, mientras los voluntarios le preguntaban a mis amigos si había tomado drogas, pero más que ayudarme, se limitaban a mirarme", recuerda. "Horas más tarde me desperté muy mareada y vi a mi amigo intentando tocarme. Sentí mucha rabia por haberme emborrachado tanto y haber perdido el control. Nunca imaginé que alguien podría querer tener relaciones sexuales con alguien en mi estado".
Estuve seis semanas sin saber muy bien qué me había pasado. No es la típica escena en la que un tío encapuchado te viola en un callejón oscuro.
Resulta significativo que ni Miranda ni Sarah podrían haber evitado ser agredidas no caminando solas por sitios oscuros. ¿Por qué tienen las mujeres que preocuparse por su comportamiento o refrenarse cuando van a un festival a pasarla bien y a evadirse de la realidad? Los hombres lo harían sin pensarlo dos veces. "Todo el mundo tiene derecho a tomar lo que pueden parecer decisiones equivocadas", afirma Fleur Gardiner. "Emborracharse, quitarse la ropa y bailar con gente desconocida sin tener que acabar violada o agredida sexualmente".
También es destacable que ninguna de estas chicas denunció su caso a la policía o al personal del festival. Miranda asegura que se sentía responsable de sus actos y Sarah aduce que en aquel momento ni siquiera se dio cuenta de que la habían violado. "Estuve seis semanas sin saber muy bien qué me había pasado", explica. "No es la típica escena en la que un tío encapuchado te viola en un callejón oscuro".
"Es importante que todo el mundo comprenda que puede haber violadores en cualquier parte", explica la doctora Gray. "Puesto que nadie puede estar continuamente 'en guardia' ni tenemos por qué vivir así, la forma de prevenir violaciones es que los hombres que las cometen tomen decisiones distintas".
* Los nombres fueron cambiados para mantener el anonimato de estas personas.
Broadly
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