Ha funcionado tan bien el modelo de reciclaje de basura en estos dos países europeos, que decidieron importarla de otros lugares para, así, generar energía.
“El 12% de los residuos que utilizamos para hacer funcionar nuestra planta de Klemetsrud, en Oslo, es importada”. Las palabras pertenecen al director general de la agencia municipal que procesa la basura, Pal Mikkelsen.
Todo porque la ciudad noruega superó la capacidad de procesar los residuos que producen sus 1,4 millones de habitantes y ahora importa desechos de otros países para alimentar las plantas que generan calefacción y electricidad.
Este es el resultado de un compromiso de todos los noruegos y que comenzó con una eficiente recolección de la basura a través de un sistema de clasificación por colores: una bolsa azul para los residuos plásticos; verde para los desechos orgánicos y blanca para el resto. En recipientes separados colocan papel, vidrio, metal y basura electrónica.
La separación por colores no es un esfuerzo inútil. Los camiones recolectores dan a cada bolsa un destino diferente, ya que los lectores ópticos de las plantas procesadoras están calibrados para diferenciar colores.
Y de todo se saca alguna utilidad.
Fuente de energía
Entre otras aplicaciones, las escuelas de Oslo reciben electricidad de estas plantas y casi la mitad de la capital noruega cuenta con calefacción gracias al procesamiento de los residuos domiciliarios.
Pero, con tanta eficiencia, Oslo se fue quedando sin basura para sus plantas y desde 2009 comenzó a importarla de municipios de Inglaterra.
¿Cómo se dio esta paradoja de que una potencia petrolera mundial se haya convertido en un modelo en la utilización de energías renovables, y uno de los países más industrializados esté al frente de los que cuidan el medio ambiente?
“La integración entre el noruego y la naturaleza es un ingrediente vital de nuestra identidad nacional”, escribió en su blog el antropólogo Thomas Hylland Eriksen.
Por eso, los noruegos tienen una obsesión particular por cuidar la naturaleza, su bien más preciado.
Fácil proceso
El proceso que se sigue en la planta de Klemetsrud es muy sencillo. Primero, un lector óptico se asegura de separar las bolsas por color. Las azules, con plásticos, son enviadas para reciclarlas en nuevos productos plásticos. Las verdes, con restos de alimentos, se usan para obtener fertilizantes y el biogás con que funcionan los buses de la ciudad. Y las blancas van a incineración a un horno a 850°C.
Ese calor hace hervir el agua de un contenedor y el vapor resultante tiene dos funciones: mueve una turbina que genera electricidad para las escuelas de la ciudad y, además, alimenta la red de calefacción urbana.
Tras la incineración, un 20% de la basura ingresada se convierte en cenizas que son enterradas en rellenos sanitarios.
“Todas nuestras plantas de Oslo procesan en total unas 410.000 toneladas de basura anuales, pero la capacidad es mucho mayor, con lo que estamos en condiciones de brindar energía y calefacción a mucha más gente. Por eso comenzamos hace cinco años a importar residuos de otros países, comenzando por Inglaterra”, explica Mikkelsen.
En realidad, lo de la importación es un buen negocio para esta agencia municipal. El tratamiento de los desechos es considerado un “servicio” y por eso los noruegos cobran a los ingleses entre 30 y 40 dólares por tonelada para recibir su basura hogareña lista para incinerar (sin plásticos, metales ni vidrios).
El caso sueco
Que el 99% por ciento de la basura se recicle es un logro que cuenta Suecia con orgullo y la meta es aún más ambiciosa, quieren que su país sea el primero que produzca cero basura. Pero, ¿para qué reciclar todos los desechos? La respuesta es muy simple: para producir energía.
El programa se llama “de desecho a energía” (WTE en inglés) y transforma la basura en energía para todo el país. Lo particular es que ha sido tan efectivo que ahora Suecia importa 700.000 toneladas de residuos procedentes de otros países como Italia y Reino Unido para abastecer los 32 centros de energía que ahora poseen.
¿Cómo ha logrado Suecia esta, la llamada, revolución de reciclaje? Con un trabajo colectivo y una gran educación de sus habitantes.
En primer lugar, por ley, en Suecia deben existir estaciones de reciclaje en cada zona residencial, ya que la mayoría de los suecos separan todos los residuos reciclables en sus casas y los depositan en contenedores especiales en sus viviendas que luego llevan a estas estaciones de reciclaje.
Los hogares suecos separan diarios, plástico, metal, vidrio, aparatos eléctricos, bombillas y pilas. Muchos municipios también animan a los consumidores a separar los residuos de alimentos. Y todo esto se reutiliza, recicla o abona. Los diarios se convierten en masa de papel; las botellas se funden en nuevos elementos; los envases de plástico se convierten en materia prima plástica; los alimentos se convierten en abono para el suelo o en biogás a través de un proceso químico complejo.
El desperdicio de agua se purifica hasta el punto de ser potable. Camiones de basura especiales van alrededor de las ciudades y recogen la basura electrónica y los residuos peligrosos, como los productos químicos.
La basura se quema
Asimismo, el 50% de la basura doméstica se quema para producir energía. La incineración de residuos proporciona calor correspondiente a las necesidades de 810.000 hogares y alrededor de un 20% de toda la calefacción urbana producida. También proporciona electricidad correspondiente a las necesidades de casi 250.000 hogares.
Otro punto importante es el reciclaje de ropa. Las empresas en Suecia se unen al esfuerzo del reciclaje con descuentos y bonos, es el caso de reconocidas marcas. H & M, por ejemplo, acepta ropa usada por los clientes y a cambio estos reciben cupones de descuentos. Y Mc Donalds acepta botellas vacías de cerveza a cambio de hamburguesas, por 10 botellas puedes cambiar una hamburguesa de queso y por 40 botellas llevarte una Big Mac.
Por otra parte, la compañía Optibag desarrolló una máquina que puede separar las bolsas de residuos de colores unos de otros. La gente tira la comida en una bolsa verde, el papel en una roja y el vidrio o el metal en otro. Una vez en la planta de reciclaje, Optibag ordena las bolsas automáticamente.
Finalmente, están los carros de basura con música. Una de las ciudades de Suecia, Helsingborg, optó por equipar los carros de basura con altavoces que emiten música agradable, como dicen ellos, “todo en nombre del reciclaje” y para hacer que el paso del camión sea una experiencia entretenida y para nada escandalosa.
VÍA/SUSTENTARE
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