Cada día, los girasoles se despiertan y se mueven hacia el Sol, siguiendo al astro en su ruta de este a oeste, como agujas de un reloj.
A la noche vuelven a hacerlo en sentido contrario para esperar su salida en la mañana del día siguiente.
Pero un día dejan de hacerlo; alcanzan la madurez y detienen su danza.
No vuelven girar el resto de su vida y se quedan mirando indefinidamente hacia el oriente hasta que mueren.
Este cambio de rutina en la vida de los girasoles a medida que se hacen adultossiempre fue un misterio para los científicos.
Pero un equipo de investigadores de la Universidad de California en Davis, EE.UU., acaba de descubrir por qué.
Y la respuesta está en los ritmos circadianos, el reloj interno de los girasoles.
Crecimiento desigual
Gracias a una serie de experimentos, los biólogos estadounidenses descubrieron que una parte del tallo de los girasoles se estira durante el día y otra lo hace durante la noche.
Los científicos colocaron algunos girasoles en macetas, obligándolos a mirar hacia el este por la tarde.
En otros casos inmovilizaron el tallo, haciéndole imposible su giro. Y en otros les crearon ciclos diarios de 30 horas, en lugar de 24.
Como consecuencia, los girasoles afectados perdieron hasta un 10% de su biomasa y el tamaño de sus hojas quedó visiblemente reducido.
Y es que, aunque la presencia de luz es fundamental, es el ritmo circadiano es realmente lo que determina cuándo gira el girasol (y cuándo deja de hacerlo), anticipando, de alguna forma, la llegada del Sol.
Este movimiento -que los científicos llaman heliotropismo- favorece que las plantas crezcan más.
Se trata de un sistema muy eficiente para su desarrollo, pues les permite aprovechar la luz del Sol al máximo, vital en su fotosíntesis, al tiempo que fomenta la producción de auxina, su "hormona del crecimiento".
Reproducción
Según los autores del estudio publicado en la revista Science, "los girasoles inmaduros siguen el movimiento del Sol [...] pero cuando las plantas maduran, se 'asientan' y se quedan mirando hacia el este".
Es el crecimiento desigual de sus tallos lo que provoca el giro. Y cuando dejan de crecer, dejan de girar.
Sin embargo, ser mayores tiene sus ventajas al menos en el caso de los girasoles.
Al asentarse, estas flores desprenden un calor adicional, el cual las hace más atractivas para los insectos polinizadores.
Y la polinización, a su vez, le permitirá a ese girasol "viejo" reproducirse, perpetuando su especie y comenzando, de nuevo, su baile en busca del Sol.
BBC
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