viernes, 26 de agosto de 2016

¿Cuántas abejas hacen falta para mantener a raya a un elefante?

Investigadores en Gabón han descubierto cuál es la actividad óptima para que las abejas asusten a los elefantes y no se coman los cultivos. Los paquidermos temen a estos pequeños insectos, lo que puede ser usado como estrategia para su conservación.


Aunque en las películas de dibujos animados los elefantes corren en estampida al ver un ratón, su verdadera pesadilla no son los roedores, sino las abejas. Desde hace años los científicos han comprobado que el zumbido de estos insectos pone a los paquidermos en alerta y que sirve para mantenerlos alejados de determinados lugares. Pero las pruebas sobre este son un poco endebles. En un estudio sobre este fenómeno en Kenia, por ejemplo, se vio que los elefantes de la sabana (Loxodonta africanahuían de las abejas, pero el éxito era irregular y dependía de muchos factores.
Los elefantes se quedan sin espacio y eso les obliga a entrar en los cultivos humanos
Para comprender mejor este fenómeno, el equipo de Steve Ngama lleva cinco años trabajando en las selvas de Gabón con los elefantes del bosque (Loxodonta cyclotis) y las poblaciones locales. Esta especie está seriamente amenazada en toda África y en estos bosques quedan más o menos la mitad de la población, entre 40 y 45.000 ejemplares. Pero el problema para su supervivencia es el de siempre: se quedan sin espacio y eso les obliga a entrar en los cultivos humanos, lo que lleva a los agricultores a cazarlos para evitar más daños. En un trabajo publicado en la revista PLoS ONE, Ngama y su equipo detallan los resultados obtenidos tras poner colmenas en los bosques para ahuyentar a los elefantes y ofrecen una posible explicación a los resultados irregulares de estudios anteriores.
Durante los últimos años, los científicos instalaron colmenas en diez árboles de la especie Irvingia gabonensis, que da una fruta parecida al mano que encanta a los elefantes. Entre noviembre de 2011 y febrero de 2013, los autores registraron la actividad de los elefantes mediantes cámaras trampa situadas a una distancia de entre 10 y 20 metros de los árboles con colmena y otros árboles de control sin colmena. Cada semana, los investigadores registraban la actividad de los abejas contando cada entrada o salida de la colmena como un movimiento.
Los resultados indican que las visitas de los elefantes a los árboles descendían de manera radical en el momento en que se producían más de 40 movimientos por minuto. Al alcanzar los 70 movimientos por minuto, los elefantes se marchaban de la zona sin pensarlo dos veces. "Este estudio es el primero que sugiere que es la actividad, más que la presencia de las colmenas, lo que mantiene alejados a los elefantes", asegura Lisa Korte, coautora del trabajo y miembro del programa de Biodiversidad en Gabón del Instituto Smithsonian. Esto explicaría, por ejemplo, por qué en Kenia los elefantes se alejaban unas veces y otras no, a pesar de que siempre había colmenas.
A partir de los 40 movimientos por minuto en la colmena, los elefantes se alejan
Durante el transcurso de la investigación, según explican en Smithsonian Insider, los autores se percataron de otra circunstancia. Se dieron cuenta de que a medida que la actividad de las abejas aumentaba, la producción de miel disminuía, porque el enjambre debía dedicar más recursos a la defensa del nido. Si la instalación de colmenas pretende se runa alternativa sostenible para los agricultores locales, la producción de miel debe ser alta, para que al menos permita cubrir los gastos de instalarlas. Después de revisar los datos, los científicos estiman que la actividad óptima para que los elefantes se vayan y la producción de miel no decaiga demasiado es de entre 40 y 60 movimientos por minuto.
"No sabemos qué es lo que determina la decisión de alejarse desde el punto de vista del elefante", asegura Korte. "No sabemos en qué pistas se basan, pero podría significar que son capaces de percibir cuál es la capacidad defensiva de las colmenas activas". Se ha especulado con la posibilidad de que huelan las colmenas y quizá cuando detectan un fuerte olor a miel intuyen que la colmena tiene menos defensas y tienen menos riesgos de sufrir picaduras. En cualquier caso, concluyen los autores, el estudio es otra prueba de que la instalación de colmenas en zonas de cultivo puede ser una buena vía para evitar el conflicto con los agricultores locales y mejorar la conservación de estos animales.

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