La desaparición de la posidonia oceánica amenaza el equilibrio del Mediterráneo occidental
El organismo vivo más grande del mundo es una planta de posidonia oceánica de ocho kilómetros de longitud. Lleva aquí desde hace 100.000 años, cuando Europa estaba habitada por neandertales. Vive a una media de 18 metros de profundidad, entre las islas de Ibiza y Formentera, y se muere. Si nadie lo remedia, eso sucederá en menos de diez años, según una previsión del biólogo marino Manu San Félix. Con ella morirá uno de los mayores pulmones de absorción de CO2 del mundo, y miles de especies del Mediterráneo occidental desaparecerán para siempre.
En el año 2006, los tentáculos de este organismo se extendían por un área de 700 kilómetros cuadrados, en la que vivían hasta cien millones de ejemplares, convertidos en la guardería de un millar de especies que llevan siglos criando entre sus hojas a sus alevines, o poniendo sus huevos. Entre ellos las esponjas, las estrellas de mar, moluscos, centenares de peces, caballitos de mar, lubinas, morenas, doradas o pargos. Entre 2008 y 2012, según un estudio realizado por la consultoría ambiental Oceansnell y el centro Vellmarí, en algunas áreas había desaparecido hasta un 44% de su extensión y 300 millones de plantas. Hoy se desconoce cuánto sobrevive de aquel descubrimiento mundial realizado hace diez años por científicos del CSIC, en colaboración con la Universidad de les Illes Balears, y otras de Portugal, el Caribe y Estados Unidos, debido a la permanente mutilación a la que es sometida por uno de sus mayores enemigos: las embarcaciones de recreo.
Lo que a 18 metros de profundidad es un bosque submarino capaz de generar su propio ecosistema, en su superficie es la autopista marítima más poblada del Mediterráneo. Miles de embarcaciones circulan a diario durante los meses de julio y agosto entre Ibiza y Formentera para acudir, entre otros destinos paradisíacos, a la playa de Illetes, en pleno Parque Natural de ses Salines, calificada por diversos organismos como la mejor playa de Europa y la séptima del mundo. Sus anclas, y las cadenas que las acompañan, trabajan como excavadoras sobre el lecho marino, deforestando, en el caso de las grandes embarcaciones de entre 40 y 100 metros, que portan anclas de 200 kilos y cadenas de cien metros, áreas del tamaño de canchas de baloncesto.
Manu San Félix, con más de una década a sus espaldas en la lucha por la protección de esta planta, cifra en un centenar el número de embarcaciones de gran eslora que circulan a diario en los meses de julio y agosto sobre la pradera, lo que podría haber provocado la 'deforestación' de hasta 720.000 metros cuadrados de posidonia oceánica, el equivalente a 72 campos de fútbol.
Y eso solo en el caso de Ibiza y Formentera. Las últimas mediciones, de hace diez años, cifraban en 50.000 kilómetros cuadrados la posidonia que sobrevivía en el Mediterráneo. El 5% se encuentra en Baleares. Un estudio publicado en Nature apuntaba que las praderas podían producir anualmente pesca, materia orgánica, protección de costas, y otros bienes por valor de 14.500 euros por hectárea y año. Y una investigación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) y de la Fundación BBVA apunta que las praderas submarinas del Mediterráneo absorben medio millón de toneladas de CO2 al año, y generan entre cuatro y 20 litros de oxígeno diarios por metro cuadrado. «A la posidonia se lo debemos todo, hasta el aire que respiramos», apunta San Félix.
Aunque diversos estudios científicos confirman que se trata de uno de los ecosistemas más amenazados de la tierra el sector náutico de las islas responde que aunque «goza de especial protección, no está catalogada como vulnerable ni en peligro de extinción». No eluden parte de su responsabilidad, pero reconocen que existen otros factores más importantes, como los vertidos de aguas mal depuradas, los emisarios, o las desaladoras, para explicar su regresión. Salud Deudero, bióloga del Instituto Español de oceanografía, también apunta al cambio climático y a la llegada de algas invasoras. Cuando la temperatura del agua alcanza los 28 grados su tasa de mortalidad se triplica. Mientras en todo el mundo se pierden al año entre el 1% y el 2% de la población de esta especie, en el Mediterráneo, inmerso en un proceso de tropicalización que eleva la temperatura del agua, la pérdida se eleva hasta el 5%.
Posidonia oceánica es, además, caprichosa en su crecimiento, apenas dos centímetros al año, y su producción de semillas es escasísima por lo que la recuperación de cualquier ejemplar arrancado por el ancla de una embarcación llevaría siglos. Cuando desapareza, los primeros efectos serán que el agua perderá el color turquesa y la transparencia que atrae a millones de turistas, después, parte de las playas desaparecerán, ya que la pradera es la principal responsable de proteger la costa de la erosión.
En Baleares puede multarse a quienes causen destrozos en la pradera. Lassanciones económicas van de los 500 a los 2.000 euros, pero ni Medio Ambiente ni la Guardia Civil disponen de medios suficientes para sancionar a todas las embarcaciones. De hecho, en toda una temporada apenas alcanzan la decena de multas.
Es por ello que Grupos Ecologistas, Cruz Roja y decenas de voluntarios de la isla de Ibiza han iniciado una cruzada para alejar las embarcaciones de las praderas. A bordo de piraguas o tablas de surf los voluntarios visitan las zonas más concurridas de la isla, e informan a los capitanes del daño que están causando, para que se desplacen hasta los arenales.
"La posidonia es tan valiosa, tan delicada y tan escasa, que no nos podemos permitir el lujo de perder ni un metro cuadrado más", apunta San Félix. El biólogo apuesta por implantar fondeos ecológicos en todo el litoral, y por regular el estacionamiento de los barcos como si fuera un aparcamiento, tal y como se ha hecho en otros lugares, como la Reserva Natural de las Islas Medas. San Félix advierte de que los fondeos sobre posidonia se realizan en todo el litoral de las Pitiüses, por la carencia de indicaciones en las cartas de navegación. Los fondeos ecológicos permitirían fondear en cualquier lugar sin la necesidad de un ancla, tan solo amarrándose a una boya.
ElMundo
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