Corea del Norte es sin duda el país más hermético y opaco que existe actualmente. La dictadura instaurada por Kim Il-sung, el abuelo del actual dictador Kim Jong-un, ha conseguido aislar su población del resto del mundo para así poder perdurar. Y para colmo sigue técnicamente en guerra contra Corea del Sur.
Aún así, de una forma u otra, empresas del resto del mundo han hecho negocios con Corea del Norte. A unas les ha ido mejor que a otras, pero es probable que a ninguna le haya ido tan mal como a Volvo. Y es que sencillamente, Corea del Norte robó al fabricante sueco nada más y nada menos que mil coches.
La situación política del mundo antes de 1989 era un poquito más fácil de explicar que la actual. Por un lado estaban los países aliados de Estados Unidos y de la OTAN y por el otro lado estaban los países aliados de la Unión Soviética. Y en medio de estos dos bandos estaban los llamados países no alineados o teóricamente neutros, como Suecia.
Mientras EE.UU. y la Unión Soviética se miraban con cara de pocos amigos, todos los otros países intentaban hacer negocios con cualquiera de los dos bandos. Italia, por ejemplo, vendió la licencia de su Fiat 124 a la URSS. Para ello crearon AvtoVAZ (Lada) para producir el 124 en la ciudad edificada ex profeso de Togliatti. Mientras la mayoría de países de Europa del Este se asociaban a marcas occidentales para tener un semblante de industria automóvil, Corea del Norte nunca quiso saber nada de occidente.
El paraíso de Corea del Norte
Así, mientras la Unión Soviética pagaba las facturas, es decir mientras el gobierno de Corea del Norte conseguía electricidad y alimentos casi regalados por su protector, se podía permitir el lujo de poner en marcha despropósitos propagandísticos, entre ellos el hacer creer al resto del mundo que en Corea del Norte también fabricaban coches y que la gente los compraba. Sí, en un país en el que la propiedad privada es ilegal...
LA COMPRA Y SUPUESTA PRODUCCIÓN DE COCHES ES UN ELEMENTO MÁS DE LA PROPAGANDA DEL RÉGIMEN NORCOREANO DE CARA AL RESTO DEL MUNDO
En los años 80 consiguieron una serie de Mercedes 190E (las dictaduras siempre consiguen Mercedes-Benz) que desmontaron y copiaron sin remordimientos, creando el Kaengsaeng 88. Al parecer, la calidad de fabricación de esta copia de 190E era tal que un Yugo, en comparación, era como un Rolls-Royce. No se sabe cuántos fabricaron y menos aún cuántos todavía circulan.
Más tarde volverían a intentar fabricar coches -de cara a la galería, principalmente-con la ayuda de la iglesia Moon. Y actualmente, en teoría fabrican coches a partir de kits enviados desde China (uno de esos modelos se parece irónicamente un Kia Sorento de hace unas generaciones). Pero antes de decidirse a fabricar sus propios vehículos, Kim Il-sung compró coches a occidente. Y es cuando entra en escena Volvo.
Me das los Volvo y te doy minerales
En 1974, Kim Il-sung, como todo dictador, decide prácticamente de todo lo que ocurre en su país. Y eso incluye la importación de vehículos. Necesita motorizar a una parte de sus subalternes del partido, pero tampoco les va a dar a todos un Mercedes Clase S, esos se los queda para él y sus más cercanos colaboradores. No, para el resto del partido piensa en algo igual de robusto, pero más asequible. El Volvo 144 GL parece ser el coche perfecto para ello. No por sus cualidades intrínsecas, sino porque se aprovechó de la avaricia e ingenuidad de los suecos. Y es que en Suecia, se creyeron las cifras de crecimiento económico que daba Corea del Norte: sin cortarse un pelo aseguraban un crecimiento anual de su PIB en los años 60 del 25 %.
CAMBIAR COCHES POR MINERALES, NO ES A PRIORI LA FORMA DE PAGO DE UN PAÍS CON UN 25 % DE CRECIMIENTO DE SU PIB
A mediados de los años 70, Suecia es oficialmente un país no alineado, es decir, neutro. Y piensa aprovechar esa situación para poder comerciar con los países comunistas o aliados de la URSS y así hacerse con un mercado al que otros países no pueden acceder. Así, cuando en Volvo reciben el pedido de mil unidades del 144 GL por parte de Corea del Norte, no se lo piensan y acceden a la fabricación y entrega de los coches. Aunque, echando la mirada atrás, la forma de pago no era la más idónea y debieron pensárselo antes.
Corea del Norte no tenía divisas, así que pagaría a Suecia en cobre y zinc que extraería gracias a la maquinaria sueca que otras empresas le habían proporcionado. Una vez esas toneladas de cobre y zinc entregadas a Suecia, ésta la podría vender en el mercado libre y así pagar los coches a Volvo, así como a los fabricantes de la maquinaria, como Atlas Copco. Además, las previsiones de los economistas apuntaban a una subida de los precios de esos materiales.
Una deuda de 300 millones de euros
Era visto. El cobre y el zinc nunca llegaron a Suecia, más que nada porque ni siquiera se pusieron en marcha las minas. Al principio, Suecia intentó negociar con el régimen norcoreano, pues era lo más lógico. Pero a partir de 1976, ya lo tenían claro, Corea del Norte no les pagaría. Desde entonces, Suecia presenta cada año la factura al gobierno norcoreano, añadiendo cada vez los interés que correspondan. Kim Jong-un, siguiendo los pasos de su abuelo, no paga ni se digna a contestar. La factura de esos 1.000 Volvo asciende ahora a 300 millones de euros.
En la actualidad, estos Volvo 144 GL siguen funcionando como taxis en la capital del país, Pyongyang, para los que pocos ciudadanos que pueden moverse libremente por la ciudad y permitirse ir en taxi. Después de 40 años de servicio, no está mal. Es una campaña de publicidad dudosa y cara, pero dice mucho a favor de los Volvo de esa época.
Motorpasión.com
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