El búnker de Templewo, en Polonia es el hogar de la colonia de hormigas más extraña que la ciencia ha descubierto. Sus miembros son todos obreras y no han elegido precisamente vivir ahí. Sobreviven en un entorno frío y oscuro. No tienen reina, ni larvas de las que cuidar. La comida es escasa, y lo peor es que no existe ninguna manera de escapar de allí.
Las condiciones de esta colonia son tan extremas que un equipo de biólogos lleva años estudiándola. A día de hoy, ni siquiera han encontrado una explicación satisfactoria a una pregunta tan simple como de qué se alimentan estas hormigas. Lo que si saben es de dónde provienen, y la respuesta parece digna de una película sobre un futuro distópico.
Las hormigas proceden de una colonia perfectamente normal situada varios metros por encima del búnker, en un bosque de pinos. El hormiguero, un gigantesco montículo de tierra, está situado junto a una tubería de ventilación a ras de suelo que desemboca en el búnker más abajo. Cada día, un puñado de desafortunados trabajadores de la colonia trata de aventurarse en las resbaladizas paredes del tubo y termina cayendo en sus profundidades. Una vez uno de los insectos da ese fatídico paso en falso ya no hay manera de volver a la superficie.
Abajo, en la oscuridad, el suelo está sembrado de cadáveres de hormigas que han sucumbido a las difíciles condiciones de su prisión (las temperaturas del búnker oscilan entre los 10 grados en verano y apenas un par de grados sobre cero en invierno). Sin embargo, la cantidad de hormigas que caen en este infierno compensa a las que mueren, y la colonia se ha mantenido estable durante años.
Las supervivientes han construido su propio hormiguero y lo mantienen en buen uso, aunque ni los científicos que las estudian tienen muy claro de qué se alimentan. La principal hipótesis es que su dieta consiste en guano de un puñado de murciélagos que utilizan el búnker como dormitorio, y de los ácaros que prosperan comiendo hormigas muertas.
Los biólogos descubrieron la colonia mientras buscaban hábitats inusuales de murciélagos. El búnker forma parte de una base militar hoy abandonada que los rusos construyeron en el norte de Polonia para almacenar armas nucleares.
Pese a que no hay peligro alguno de radiación, la entrada a los búnkers está prohibida para prevenir accidentes. Los biólogos tuvieron que obtener un permiso especial para estudiar la colonia. Sus descubrimientos acaban de publicarse en la revista Journal of Hymenoptera Research, y son un buen ejemplo de la capacidad de supervivencia en entornos extremos. Gizmodo / [Journal of Hymenoptera Research vía Popular Mechanics]
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