Apuntarse a un gimnasio. Planificar las comidas de la semana. Llevar un control exhaustivo de las raciones. Llevar la ropa adecuada. Comer barritas energéticas. Hacer cardio. Todo controlado.
Existe una creencia generalizada de que ya se sabe todo lo que hay que saber sobre la pérdida de peso, pero un estudio que ha llevado a cabo la compañía estadounidense de servicios de sanidad Orlando Health desvela que hay algo que mucha gente pasa por alto: la salud mental. Esta negligencia tiene la culpa de que aproximadamente el 95% de las dietas no funcionen.
En una encuesta que se realizó a más de mil estadounidenses, el 31% respondió que creía que la falta de ejercicio físico era el mayor obstáculo a la hora de perder peso, el 26% creía que lo eran los alimentos que consumían y el 17% señalaba como mayor impedimento los costes financieros propios de un estilo de vida saludable. Solo uno de cada 10 encuestados mencionó que la salud mental también podía ser una barrera.
"Cuando hables con alguien sobre perder peso, te dirá que no hace el ejercicio suficiente o que no come bien", declaró a El Huffington Post Estados Unidos la neuropsicóloga y directora del programa de Medicina Integral de Orlando Health. "Pero también necesitamos entender por qué comemos".
COMIDA Y EMOCIONES
Para mucha gente, comer es una experiencia emocional. Preparamos comidas a modo de consuelo para pasar los malos momentos y se nos preparan platos a modo de premio cuando nos portamos bien de pequeños. Muchas de las festividades que celebramos se centran en la comida y, a menudo, tenemos una conexión nostálgica o personal con los platos que se sirven en las ocasiones especiales.
"Tanto si somos conscientes como si no, estamos condicionados a que la comida sea algo más que una fuente de nutrientes, a que la comida nos reconforte", explicaba Robinson. "No tiene por qué ser algo malo, siempre y cuando lo reconozcamos y lo afrontemos de la forma adecuada".
Después de devorar una comida deliciosa, el cerebro libera dopamina, una sustancia química asociada con el placer. Tu cuerpo está satisfecho, por lo tanto, te sientes bien. Sin embargo, tener un vínculo emocional con la comida se vuelve algo problemático cuando se empieza a depender de esta para conseguir sentirse así. Según afirman desde la Clínica Mayo, "a veces, cuando más ganas tienes de comer es cuando peor te encuentras emocionalmente".
Llegar a comprender el aspecto emocional de nuestra conducta en torno a la comida es la clave para mantener un bienestar completo. En estudios anteriores, incluido uno que se publicó en el año 2014 en el periódico Frontiers in Psychology, se hace énfasis en la compleja relación que existe entre el estado de ánimo, la comida y el comer en exceso. La biología no es la única que regula el hambre que sentimos y la cantidad de comida que ingerimos. El estado de ánimo desempeña un papel crucial a la hora de determinar qué y cuánto comemos.
Estos estudios señalan que es necesario trabajar en el interior antes de poder cambiar el exterior. Según Robinson, son los pequeños avances los que más ayudan a llegar a la meta. En el caso de la pérdida de peso, "si te has propuesto adelgazar, tienes que estar decidido a conocerte mejor a ti mismo".
"Nos resulta difícil etiquetar nuestras emociones y darnos cuenta de que es una emoción la que nos está llevando a pensar algo o a seguir una conducta determinada. No queremos atar cabos y darnos cuenta de la realidad porque sabemos que no nos va a gustar", afirmaba Robinson. Mucha gente infravalora la salud mental cuando se trata de perder peso porque, como se le da prioridad a la salud física —ya que uno va al médico por haberse roto un brazo o por haber cogido un virus—, el bienestar emocional es mucho más abstracto: ¿cómo se sabe si uno está lo suficientemente triste como para ir al psicólogo?
Aunque queda mucho por investigar sobre la relación entre la salud mental y la pérdida de peso, Robinson afirma que hay cosas que pueden probar a hacer las personas que están intentando perder peso para que el cerebro sea un aliado más a la hora de adelgazar. Si llevas un horario de comidas, por ejemplo, también podrías fijarte en tu estado de ánimo y en las conductas poco saludables. Antes de ir a picar algo, pregúntate a ti mismo si vas a comer porque tienes hambre o si vas a hacerlo por alguna otra razón. Si te identificas con la segunda opción, deberías considerar reflexionar sobre las razones que te llevan a comer. Para algunas personas, la terapia psicológica es la clave para comprender los aspectos emocionales que se ocultan tras la conducta en torno a la comida.
Este artículo fue originalmente publicado en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y traducido del inglés para TheHuffingtonPost.es por Lara Eleno Romero.
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