Una tarde de 2011, Gabi Mann, de 4 años, salía del auto de su madre y sin querer dejó caer un pedazo de pollo en la calle. Tras el pequeño desliz, un cuervo aprovechó la oportunidad de comer gratis y se llevó el pedazo de comida. Eso marcó el comienzo de una especial amistad entre la pequeña y los pájaros.
Lo que empezó gracias a un pequeño descuido, continuó a través de los años hasta hoy. Gabi y su hermano comenzaron a darles de comer a algunos de estos cuervos camino al colegio, que pronto se convirtieron en una bandada expectante de la generosidad de la pequeña. Por estos encuentros fue que se formó una relación de dar y recibir, ¡de ambas partes!
Cada vez que la pequeña les dejaba alimento, los cuervos dejaban atrás algún presente para ella. Estos pequeños tesoros son, principalmente, botones, piezas de juguetes, restos de metal e incluso una perla en forma de corazón. Gabi incluso recibió de uno de sus amigos, una pieza de metal con la palabra “best” (traducido en “la/el mejor”) grabada en él. Puede que no parezca demasiado, pero los regalos que recibe la niña son su colección más valiosa.
Guarda cada cosa que recibe en un gran contenedor con divisiones, envuelto a su vez en bolsas herméticas. Registra día, hora y valor sentimental que le asigna a cada cosa que recibe, según diferentes etiquetas. “Me están demostrando cuánto me quieren” cuenta Gabi a la BBC y almacena cuidadosamente cada uno de los especiales objetos.
Lejos de la imagen literaria del cuervo como un “pájaro de mal augurio”, Gabi cree que ellos son sus amigos y por eso cuida cada cosa que dejan en el patio de su casa. Está firmemente convencida de que la colección de clips, tuercas y todo tipo de otras cosas brillantes que dejan atrás los cuervos son su forma de agradecerle.
Hoy, Gabi y su mamá dejan comida regularmente para sus nuevos compañeros, con la creencia de que los animales le retribuyen el favor trayéndole pequeños petates. ¡Y ellos tampoco son los únicos que dicen haber recibido regalos de estos particulares animales!
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