sábado, 30 de julio de 2016

La cruel realidad tras las reservas naturales en Sudáfrica

La propia Embajada de Sudáfrica ofrece una amplia información sobre los safaris de caza, en un país donde se concentra el 85% del furtivismo de todo el continente africano.
Los cazadores van a Sudáfrica en busca de los Big Five: el león, el elefante, el búfalo, el leopardo y el rinoceronte. Son los más difíciles de cazar, los más caros. Y los que se encuentran más amenazados.
Amparadas por prácticas conservacionistas, las llamadas reservas naturales son en realidad grandes zoos donde los animales viven en cautiverio y los cachorros pueden ser vendidos para su caza.

 Folletos ofrecidos por la Embajada de Sudáfrica al pedir información general sobre el país. Foto: colectivobritches.com
Avanza el verano y mucha gente ya prepara sus maletas para viajar a África en busca de aventuras, ya sea en forma de actividades como excursiones, fotografía natural o, sobre todo, viajes de caza en planes a medida. Uno de los destinos preferidos es Sudáfrica, desde cuya Embajada en Madrid nos ofrecen una extensa variedad de folletos de safaris de caza: caza controlada en reservas privadas, safaris de caza con rifle y arco, safaris familiares, celebraciones, etc.
La opresión de los más vulnerables, los animales, viene aquí acompañada de una notable segregación de clase que ha sustituido a la racial de mitad y finales de los noventa. Grandes contradicciones y paradojas en un país de codiciados recursos naturales y de una violenta desigualdad social, pese a albergar la mayoría de las principales empresas del continente. Los safaris y el ecoturismo no consiguen seguir capitalizando el tirón del Mundial de fútbol en 2010 debido a varios motivos, sobre todo a ser el país donde se concentra el 85% de la caza furtiva de todo África.
 Entrada a la reserva Rhino & Lion de Johannesburgo. Foto: colectivobritches.com
Nos invitan a una de estas reservas, la Rhino & Lion Reserve de Gauteng, a 45 minutos de Johannesburgo, que puso en marcha el Rhino Rescue Project tras el desastroso balance de ataques furtivos (333 rinocerontes asesinados en todo el país) el mismo año del mundial. En su página web detallan los métodos que han desarrollado para disuadir a los cazadores: microchips, dispositivos de rastreo, incluso un método para “envenenar” sus cuernos volviéndolos de color rosa (algunos animales mueren en estos procedimientos al no poder reanimarles tras ser sedados) En ningún caso valoran cortar los cuernos, lo cual salvaría muchas más vidas, porque, en sus propias palabras, “dependemos del turismo ecológico como principal fuente de ingresos. Después de todo, ningún turista en África quiere ver los Cuatro Grandes y Medio, en lugar de los icónicos Big Five!”
Si, en Sudáfrica una de las caras de los billetes de 10, 20, 50, 100 y 200 rands muestra las ‘cápitas’ de los denominados Big Five: el león, el elefante, el búfalo, el leopardo y el rinoceronte, respectivamente. Esta denominación, acuñada por cazadores, se refiere a los cinco animales más difíciles de cazar en África, y los más amenazados. Cada animal con su precio. En la otra cara de los billetes está el retrato de Nelson Mandela, cuya faceta como cazador e ilustre conservacionista no es tan conocida. Si en cualquier parte del mundo la ética animal es un reto desde un cuestionamiento del especismo, en Sudáfrica la realidad no para de sacudirte desde que aterrizas.
 Leones blancos en una de las zonas perimetrales de Rhino & Lion. Foto: colectivobritches.com
Un rápido vistazo basta para entender que no se trata de una reserva natural, sino de un zoo de grandes dimensiones. Los leones blancos hacen su vida en recintos mínimos y vallados. “Si no estuvieran aquí, ya se habrían extinguido hace tiempo”, escuchamos a un local. La consideración moral de los animales, pues, no solo es inexistente sino que parece sujeta únicamente a intereses económicos aleatorios, amparados, como de costumbre, por las prácticas conservacionistas. Más tarde vimos cachorros de león blanco en otro recinto y nuestra guía nos comentó que los crían y, ya adultos, son vendidos a otras reservas privadas para ser cazados.
Entrada al recinto de animales exóticos, dentro de la reserva. Foto: colectivobritches.com
Búfalos, perros salvajes, antílopes, ñús o impalas gozan de un terreno algo más aceptable por ser animales locales, pero la atracción del lugar, nos dicen, es la zona reservada para animales exóticos. Linces asiáticos o jaguares negros son traídos desde otros continentes para atraer al público y, sobre todo, subir el precio de la entrada. La mayoría de los animales presentaban síntomas dezoocosis.



“Si no hubieramos intervenido, primero destruyendo hábitats y modificado especies, y montado toda esta espiral mercantil con los animales, no haría falta preservar especies ni evitar furtivos. Es un circo del que no podemos salir”, nos comenta Tammy al final de la conversación. Quedamos sorprendidos por su comentario, ya que, por lo general, la opinión pública acepta la caza legal y censura la furtiva. En definitiva, ambas son similares e injustificables y causan los mismos daños a los animales, cuyos derechos básicos son vulnerados, además de morir con gran sufrimiento. Pero qué importa el punto de vista de los animales, tan solo se mide por el valor de la moneda o el billete en que aparezcan.

 Un serval dormido bajo el calefactor de una de las jaulas. Foto: colectivobritches.com

Jirafa hacinada junto a la cafetería, acercándose a unos niños. Foto: colectivobritches.com

Zorro del desierto atemorizado dentro de una jaula. Foto: colectivobritches.com

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