viernes, 26 de febrero de 2016

Consejos para escribir como Stephen King

Cómo escribir una novela: inspiración, correcciones, fórmulas y motivaciones, según uno de los mayores best-sellers del mundo.


Stephen King consigue convertir en best-seller todo lo que toca, y en esta ocasión no iba a ser diferente. Su libro “Mientras escribo” también se consagró como superventas, a pesar de alejarse completamente de su temática habitual: misterio y terror.
En el libro, King comienza a relatarnos cómo llegó a convertirse en escritor, en una pequeña y divertida autobiografía. El autor es capaz de contar en tono simpático y con cierta ironía cómo los peores sucesos de su vida llegaron a convertirle en la persona que es hoy: desde la muerte de su madre o los problemas para llegar a fin de mes, hasta su adicción a la cocaína y el alcohol.
Stephen King cree firmemente que de no haber tenido esa dura vida, seguramente hoy no se dedicase a este oficio. Para escribir primero hay que vivir, no puedes hablar de algo que no sabes o que sólo conoces de oídas. Si vives mucho, podrás escribir muy bien.
Después trata de contarnos sus trucos, manías, estrategias y técnicas para escribir mejor. Aunque finalmente se dará cuenta que para escribir sólo hace falta una cosa… Pero no adelantemos acontecimientos, que eso lo sabrás al final del artículo.
La última parte relata el accidente que sufrió cuando estaba escribiendo el libro y que estuvo a punto de costarle la vida: una camioneta se salió de la carretera mientras daba su caminata diaria y acabó arrollándole. Tras una larga recuperación tuvo la revelación final que le daría la conclusión perfecta y el toque místico a su libro más personal y sincero.
En mi resumen me he ahorrado toda la parte autobiográfica, sus ataques a otros escritores best-sellers y en general todas sus divagaciones que poco tenían que ver con el arte de escribir. Stephen asegura en este libro que ha ido al grano para enseñar todo lo que sabe a aquellos que quieren aprender a escribir mejor, pero lo cierto es que sus 319 páginas incluyen muchísima paja que hará las maravillas de sus fans pero valdrán de poco a los que sólo quieren interiorizar su maestría a la hora de escribir.
Personalmente no suelo leer a autores best-sellers, al igual que no veo superproducciones de Holliwood. No por ningún falso intento de superioridad intelectual, sino porque los libros y películas que intentan agradar al gran público suelen ser tan generalistas que pierden toda su personalidad. Cuando quieres quedar bien con todos caes en ciertos tópicos y clichés baratos que hacen que todos tus libros sean fotocopias de los best-sellers que ya existen y a su vez, de tus propias obras.
No obstante, creo que Stephen King tiene bastante que aportar en cuanto a escritura creativa y cómo hacer una novela que enganche al público. Por algo es un superventas.
Además ha sabido transmitir en este libro muy buenos consejos, aunque se guarda la mayoría de ellos con la excusa de que “no sabe como lo sabe”.
Sin más, os dejo con sus palabras:

Los escritores evitamos preguntarnos mútuamente de dónde sacamos las ideas. Sabemos que no lo sabemos.

En este libro pretendo explicar con brevedad y sencillez mi ingreso en el oficio, lo que he aprendido acerca de él y sus características.
Yo no creo que el escritor se haga, ni por circunstancias ni por voluntad. Es un accesorio que viene de fábrica, y que no tiene nada de excepcional. Hay muchísima gente con talento de escritor o narrador, y es un talento que puede potenciarse y aguzarse.
Escribir abre mil posibilidades. Es como si te dejasen entrar en un edificio muy grande y con muchas puertas cerradas, dándote permiso para abrir las que quieras. Pienso que hay tantas puertas que no basta una vida para abrirlas todas.
Escribir una historia es contársela uno mismo. Cuando reescribes, lo principal es quitar todo lo que no sea la historia.
Tengo la fortuna de pertenecer a una generación que no vio la televisión en su infancia. Aprendí a leer y a escribir mucho antes que a tragarme mi ración diaria de basura visual.
La vida no está al servicio del arte, sino al revés.
¿Qué es escribir?Escribir es telepatía, por supuesto. Los libros son la magia más portátil que existe. Nunca salgo sin uno, porque no se sabe cuando te apetecerá tener una válvula de escape: atascos, colas, tardes de lluvia, la consulta del médico, etc.
El acto de escribir puede abordarse con nerviosismo, entusiasmo, esperanza y hasta desesperación (cuando intuyes que no podrás poner por escrito todo lo que tienes en la cabeza y el corazón). No hay que abordar la página en blanco a la ligera. Se trata de escribir no de lavar el coche o ponerse rímel. Si no eres capaz de tomártelo en serio, mejor que te dediques a otra cosa.
La caja de herramientas.
Para sacar el máximo partido a la escritura hay que fabricarse una “caja de herramientas”, y luego muscularse hasta poder llevarla.
Sólo entonces podrás coger la herramienta indicada y ponerte manos a la obra.
La bandeja superior es para el vocabulario. No hace falta hacer un esfuerzo consciente para mejorarlo (lo harás de forma automática si lees mucho). La primera regla del vocabulario es usar la primera palabra que se te ocurra, siempre y cuando sea adecuada y dé vida a la frase. Si tienes dudas y te poner a pensar, alguna otra palabra saldrá, pero lo más probable es que sea peor que la primera o menos ajustada a lo que querías decir.
En esta bandeja también debe ir la gramática. Al igual que el vocabulario, esta también se absorbe leyendo. No obstante, puedes estudiar determinadas disciplinas académicas, con un grado de concentración que era imposible en los días de manicomio educativo.
Cuando empieces te darás cuenta de que ya lo sabes casi todo.
Tengo 2 manías predilectas relacionadas con la escritura:
– Te recomiendo evitar la voz pasiva. Es demasiado indirecta y enrevesada.
– Desconfía del adverbio. Úsalo lo mínimo posible y nunca en los diálogos: “exclamó amenazadoramente”, “suplicó lastimosamente”, “dijo despectivamente”… Usar adverbios es humano, pero escribir “dijo” es divino.
La siguiente bandeja de tu caja de herramientas serán los elementos estilísticos.
Escribe con párrafos cortos y espacios en blanco. Los libros difíciles presentan un aspecto macizo, más apretado. El patrón ideal de párrafo expositivo es el que contiene una frase-tema seguida por otras que la explican o amplían.
El párrafo se forma solo y conviene no pensar demasiado en dónde empieza y termina. Deja que siga su curso. Si no te gusta el resultado ya lo arreglarás en la revisión.
¿Por qué escribir?El objetivo de la narrativa es poner cómodo al lector, contar una historia… y, dentro de lo posible, hacerle olvidar que está leyendo una historia.
Escribir es seducir y la seducción tiene mucho que ver con hablar con gracia. Las habilidades más básicas pueden dar frutos que superen todas las expectativas.
Si quieres ser escritor deberás leer mucho y escribir mucho. No hay manera de saltarse esto, no hay ningún atajo.
Yo leo unos 70 u 80 libros de narrativa al año. No leo por estudiar el oficio, sino por gusto.
Cada libro tiene algo que enseñar, incluso los libros malos: ¿Hay algo que dé más ánimos a un aprendiz de escritor que darse cuenta de que lo que escribe es superior a lo que han escrito otros cobrando?
Leyendo prosa mala aprenderás de forma clara a evitar ciertas cosas.
La buena literatura enseña cuestiones de estilo, agilidad narrativa, estructura argumental, elaboración de personajes verosímiles y sinceridad creativa.
Nadie puede aspirar a seducir a otra persona por la fuerza de la escritura hasta no haberlo experimentado personalmente.
Si no tienes tiempo de leer, no tendrás tiempo ni herramientas para escribir. El truco es leer a tragos cortos, no sólo a largos. Hoy en día puedes leer incluso mientras conduces, gracias a los audiolibros.
La tele es lo que menos hace falta a un aspirante a escritor. Si necesitas tener puesto cada día al bocazas del telediario, ya va siendo hora de que te plantees la seriedad de tus aspiraciones a escritor.
Replegarte a tu imaginación es incompatible con los talk-shows de moda. La desconexión de la caja-loro no sólo mejora tu escritura, sino tu calidad de vida.
Otro punto fundamental para el escritor es divertirte con lo que haces. Sino no sirve de nada.
Cuando te gusta algo de verdad lo haces hasta sangrarte los dedos o tener los ojos a punto de caerse de las órbitas. No hace falta que nadie te escucha (o te lea, o te mire), porque siempre te juegas el todo por el todo; porque tú, creador, te sientes feliz.
Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En tres meses son 180.000 palabras, que para un libro no está mal; si la historia es buena y está bien contada, el lector puede perderse a gusto.
El mejor sitio para escribir es en casa, en un espacio propio y donde podamos cerrar la puerta para que nadie nos moleste.
Debes eliminar cualquier distracción, como lo haces cuando vas a dormir. Al fin y al cabo, escribir es tejer sueños con gran nitidez.
¿Sobre qué escribir?Sobre lo que te dé la gana. Lo que sea, “mientras cuentes la verdad”.
Empieza escribiendo sobre lo que te gusta leer. Sería una pena renegar de lo que conoces y te gusta a favor de otras cosas sólo porque te parece que impresionarás más a los amigos, la familia y los demás escritores.
La narrativa consiste en descubrir la verdad dentro de la red de mentiras de la ficción.
En general, la gente que compra libros no se guía por el mérito literario de una novela. Quieren una historia entretenida que los cautive desde el principio, que los absorba y los impulse a girar la página. Esto ocurre cuando los lectores reconocen a los personajes, su comportamiento, su entorno y su manera de hablar.
Una manera de que el lector se sienta dentro de la novela o el cuento es que oiga ecos muy fuertes de lo que vive y piensa.
Escribe lo que quieras, infúndele vida y singularízalo vertiendo tu experiencia personal de la vida, la amistad, las relaciones humanas, el sexo y el trabajo.
¿Cómo escribir?
Todos los relatos y novelas constan de tres partes: la narración, que hace que se mueva la historia, la descripción, que genera una realidad sensorial para el lector, y el diálogo, que da vida a los personajes a través de sus voces.
La narrativa se hace prácticamente sola. La tarea del escritor es proporcionarle una tierra de cultivo.
Las historias son reliquias, fragmentos de un mundo preexistente que no ha salido a la luz. El trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlas lo más intactas que se pueda.
Mis libros tienden a basarse en situaciones más que en historias. La mayoría comienza con la escueta sencillez del escaparate de unos grandes almacenes, o de un cuadro de museo de cera. Deseo poner a un grupo de personajes en alguna clase de aprieto, y ver cómo intentan salir de ahí. Mi trabajo no consiste en ayudarlos a salir, ni en manipularlos para que queden a salvo, sino observar qué sucede y transcribirlo.
Una situación con fuerza pone en entredicho todo el argumento. Casi todas las situaciones interesantes pueden exponerse mediante una pregunta en condicional: ¿Y si los vampiros invadieran un pueblecito de Nueva Inglaterra? ¿Y si en un pueblo apartado de Nevada enloqueciera un policía y empezara a matar a cualquier persona que se cruzara en su camino? ¿Y si una asistenta sospechosa de haber asesinado impunemente a su marido fuera acusada de un homicidio que no ha cometido?
Se trata de situaciones que se me ocurrieron (en la ducha, conduciendo, durante un paseo diario…), y que acabaron convertidas en libro.
La descripción convertirá al lector en partícipe sensorial de la historia. El primer paso será la visualización de lo que quieres hacer vivir al lector, y el último, trasladar a la página lo que ves en tu cabeza.
Si quieres ser buen escritor, estás obligado a describirlo de una manera que comunique reconocimiento al lector. Una descripción insuficiente deja al lector perplejo y miope. El exceso de descripción lo abruma con detalles e imágenes. El truco es encontrar un buen punto medio.
La descripción arranca en la imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector. Para que el lector se sienta dentro de la historia debes conceder más importancia al escenario y el ambiente que a la descripción de personajes.
Tengo cierto gusto por la metáfora. El uso del símil y otros recursos de lenguaje figurado es uno de los grandes placeres de la narrativa, tanto para el escritor como para el lector.
El diálogo será el encargado de dar voz a los personajes y definirá su forma de ser. Un diálogo bien construido indicará si un personaje es listo o tonto, honrado o tramposo, gracioso o cascarrabias.
Para aprender a escribir diálogos conviene escuchar mucho: fíjate en los acentos, los ritmos, los dialectos y la jerga de varios grupos.
La clave de los buenos diálogos es la sinceridad. Pon honradez en las palabras que salen de boca de tus personajes. Puede que enfades a ciertos colectivos por palabras malsonantes o diálogo políticamente incorrectos, pero lo contrario, además de falso, sería cobarde.
Los censores son legión y su objetivo es sencillo: que veas el mundo como ellos… o, como mínimo, calles lo que ves diferente. Son agentes del orden establecido y son peligrosos para el adepto a la libertad intelectual.
Lo dicho del diálogo también se aplica a la creación de personajes. Sólo hay dos secretos: prestar atención a lo que hace la gente que te rodea y contar la verdad de lo que has visto.
Lo que le pasa a los personajes sólo depende de lo que descubro acompañándolos; de cómo crecen. Cuando crecen mucho empiezan a influir ellos en el desarrollo de la historia, no al revés.
En la vida real no hay malos, amigos del alma, putas con corazón de oro… Todos nos vemos como protagonistas, la cámara siempre nos enfoca. Deberás trasladar esa actitud a la narrativa para no crear monigotes unidimensionales.
Todos los personajes que creas tienen algo de ti. Cuando te preguntas qué hará un personaje en determinada ocasión, la decisión que tomas se basa en lo que harías tú. Deberás añadirle a esas decisiones rasgos de su personalidad y la imaginación pura.
Tu trabajo es procurar que los personajes tengan a la vez un comportamiento útil para la historia y verosímil con lo que sabemos de ellos.
¿Sobre qué trata mi libro? Revisando la primera versión:
Escribir un libros es pasarse varios días examinando e identificando árboles. Al acabar debes retroceder y mirar el bosque.
Todos los libros hablan de algo. Durante la primera versión tu obligación es decidir de qué habla el tuyo. Durante la segunda deberemos dejarlo más claro. Implicará cambios, pero el lector y tú obtendréis una mayor nitidez y unidad en el relato.
Pregúntate sobre qué escribes. Yo tengo muchos intereses en la vida, pero pocos lo bastante profundos para alimentar una novela.
Sin embargo hay una serie de intereses surgidos de mi trayectoria vital y mis reflexiones, mis experiencias infantiles y adultas, de mi desempeño como marido, padre, escritor y amante.
Son temas de reflexión para cuando me acuesto y apago la luz, cuando me quedo a solas conmigo mismo y miro la oscuridad con una mano debajo de la almohada.
Usa tus intereses en lo que escribes, pero centrándote primero en una buena historia, el tema es secundario.
Una vez tengas escrito el núcleo de la historia es necesario que te plantees su significado y enriquezcas las versiones sucesivas con tus conclusiones. No hacerlo sería robarle a tu obra la visión del mundo que hace que los relatos que escribes sean tuyos y de nadie más.
¿Cuántas revisiones debemos hacer?
En mi caso hago 2 versiones y una última mano.
La primera versión la hago todo lo deprisa que puedo, pero sin agobiarme. No te pares a plantearte lo que escribes, ni porqué escribes, por que conseguirás perder tu entusiasmo.
Tampoco enseñes tu obra a los demás ni la sometas a opinión. Confía en el buen trabajo que estás haciendo, ya tendrás tiempo de enseñarlo cuando esté terminado.
Al acabar tu primera versión necesitarás un período de descanso. Tómate unos días de vacaciones y después trabaja en otra cosa, preferiblemente algo corto y que represente un cambio radical de ritmo y dirección respecto al libro que acabas de terminar.
El tiempo de descanso deberá ser mayor a 6 semanas. Mientras tanto tu novela descansará guardada en un cajón, criándose como un buen vino.
Cuando llegue el día de la corrección lee el original de un tirón, haciendo los apuntes oportunos. Descubrirás las lagunas más flagrantes de la trama o los personajes. En mi caso los errores más garrafales están relacionados con la motivación de los personajes.
Hazte las preguntas: ¿Es coherente la historia? ¿Qué elementos recurrentes hay? ¿Se enlazan formando un tema? En resumen ¿de qué va el libro? ¿Qué puedo hacer para que queden todavía más claras las preocupaciones de fondo?
Una vez hechas las revisiones toca enseñar lo escrito a 4 o 5 amigos que hayan mostrado buena disposición. En el fondo las novelas son como cartas a una persona.
Todos los novelistas tienen un lector ideal y el escritor, en varios momentos de la redacción de la historia debe preguntarse: ¿qué pensará cuando lea esta parte?
Deberás dejar leer tu novela a tu lector ideal y él te dirá si el ritmo es correcto, lo que le gusta y lo que no. Pon atención a su opinión para hacer los cambios pertinentes.
Finalmente, quita las partes aburridas. Revisa la extensión con esta fórmula: “2ª versión = 1ª versión – 10%”.
Si, elimina el 10% de tu novela para acelerar el ritmo y aumentar el enganche de los lectores.
El efecto de una poda sensata es inmediato. Lo notarás tú y lo notará tu lector ideal.
¿Cómo introduzco los precedentes?Deberás contar lo que ocurre antes de iniciar tu relato y que tendrá un impacto sobre la historia principal. Los precedentes contribuirán a definir a los personajes y establecer sus motivaciones. Introdúcelos con rapidez en la historia, pero con cierta elegancia.
Recuerda que es más importante lo que va a suceder que lo que ya ha sucedido. Pero siempre necesitarás introducir precedentes y la manera de hacerlo puede hacer que tu novela sea un éxito o una auténtica paliza.
Es interesante leer a J.K. Rowling y la naturalidad con la que recapitula en cada libro de Harry Potter las novelas anteriores.
Cíñete a la parte interesante de los precedentes. Historia tiene todo el mundo, pero por lo general no es muy interesante. Contarle la vida a alguien es algo que se suele hacer en los bares, y a condición de que consumas.
En resumen… ¿Cómo aprendo a ser un buen escritor?Las clases o seminarios de escritura son tan poco “necesarios” como este libro o cualquier otro sobre el oficio de escribir. Hay escritores que han asimilado lo básico estando en el ejército, trabajando en una fundición o haciendo vacaciones en una cárcel cuatro estrellas.
Yo aprendí la parte más valiosa de lo que sería mi oficio lavando sábanas de motel y manteles de restaurantes. La mejor manera de aprender es leyendo y escribiendo mucho, y las clases más valiosas son las que se da uno mismo.
Escribir no me ha salvado la vida, pero tiene el mismo efecto de siempre: hacer de mi vida un lugar más luminoso y agradable.
Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacer amistades. En último término, se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces, y al mismo tiempo enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superar lo malo. Ser feliz, vaya.
Una parte de este libro trata de cómo aprendí a escribir. Otra, de qué se puede hacer para mejorar. El resto es un permiso: tú puedes hacerlo, debes hacerlo y, si tienes la valentía de empezar, lo harás.

Escribir es mágico; es el agua de la vida. Conque bebe. Bebe y sacia tu sed.

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