En Meghalaya, India, son las mujeres las que se encargan de las semillas. / Fotografías de Rucha Chitnis |
Aunque nos estamos desacostumbrando (al fin), palabras como agricultura, ganadería, campo y tierra, se han asociado siempre a sacrificio, trabajo duro, y cómo no, algo exclusivo que solo implica y que puede llevarse a cabo por el género masculino. De hecho, según datos de la encuesta de población activa del INE, en 2013 el porcentaje de mujeres ocupadas en el sector de "ganadería, silvicultura y pesca" fue del 2,2% del total de las mujeres oficialmente ocupadas en la España rural. Pero su presencia y participación es bastante diferente, tanto en lo que respecta a la mano de obra agrícola como a la dirección de las ganaderías o tierras. Así, el Consejo Económico y Social estima que en España hay cerca de un millón de mujeres que colaboran en las explotaciones familiares que no están reflejadas en las estadísticas. En un análisis de la mujer en el mundo rural en nuestro país, Martín et al. (2006) indicaban que solo 30% de los titulares de estas tierras eran mujeres. Cuestión aparte es cómo sacar a la luz esta realidad de la empresa familiar, que no se puede calificar de "economía sumergida", ya que en la mayoría de los casos se trata de trabajo no remunerado.
En el pequeño estado indio entre montañas de Meghalaya, parece que las cosas son diferentes. Aquí las hijas menores heredan la tierra y el conocimiento y patrimonio alimentario de sus madres. Para los khasi es fundamental la importancia de preservar y defender el bosque y la tierra, inculcar desde la niñez la importancia de la ecología, la soberanía alimentaria y por supuesto, el respeto y el amor hacia la comunidad y la naturaleza.
"Puede que no tengamos mucho dinero, pero tenemos un montón de comida"
Vivimos en una sociedad que prefiere gastarse el dinero en todo menos en la comida. Si queremos ahorrar tiramos en primer lugar del carrito de la compra. Por eso la labor de estas pequeñas productoras y madres es admirable, un ejemplo a contracorriente a seguir. Aquí la alimentación es algo elemental e intrínseco de su cultura. Además de ser ellas las propietarias de los terrenos que cultivan, poseen también conocimientos sobre plantas medicinales y alimentos silvestres, que posiblemente, sin su trabajo y perseverancia, se perderían por completo.
En un mundo donde las parcelitas familiares de pequeños productores de tierra ocupadas por diferentes cultivos están desapareciendo devoradas por el monocultivo, hay manos que sostienen y protegen conocimiento y futuro. Manos de madre que cuidan de las semillas, que sabrán el momento adecuado para dejar que sus raíces se abran paso en la tierra, que significarán un camino y un mañana verde, sostenible e igualitario para sus hijas.
María Sánchez/ Gonzoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario