Muchas mañanas al pasar por delante del quiosco que hay en mi camino al trabajo (en realidad paso por tres) me fijo en ese cartel escrito a mano que pone “HAY FAX”. Lo hago porque es anacrónico, porque la primera vez que lo leí pensé “lo dice con recochineo, en plan, aquí somosold school, tenemos uno de esos aparatos chirriantes”. Pero lo cierto es que no saben realmente lo old school que son, por seguir con el término, y es que pocos sabrían decir cuándo fue inventada la primera máquina fax de la historia. Si estabas pensado en una fecha del siglo XX, piensa otra vez.
Hay que irse hasta el siglo XIX, a 1843 para encontrarse con las primeras pruebas de esta máquina. Evidentemente la información no se transmitía a través del teléfono (inventado tres décadas más tarde), sino que usaba el cable del telégrafo.
Así se forjó su invención
Hasta su diseño definitivo participaron muchas mentes creativas. El primero en encaminarse hacia esta máquina fue el escocés Alexander Bain, con un reloj eléctrico con péndulos y una impresora (algo como un telégrafo de aguja). Para la transmisión de información las máquinas emisora y receptora tenían que sincronizar sus relojes y los resultados eran bastante pobres. A diferencia del telégrafo tradicional, se podía transmitir mucha más información.
Primer fax primitivo de Alexander Bain
El siguiente en perfeccionar el sistema fue Frederik Blakewell, que cambió el sistema de péndulos por cilindros recubiertos en aluminio. Su dispositivo era más sencillo de sincronizar pero la información era difícil de alinear. Ninguno de los dos, por tanto, se comercializaron. Esto sucedería en 1861, con el pantelégrafo de Caselli, un cacharro asincrónico que permitía enviar y recibir texto e imágenes de manera más estable. Este aparato había resuelto la sincronización de los péndulos con imanes, y podía recibir imágenes de 10x15 centímetros. Su peso y su velocidad no le convertían en una máquina ideal, pero en cuanto Napoleón III puso sus ojos sobre ella, dio acceso libre a Caselli a líneas de telégrafos de largas distancias, lo que hizo crecer su popularidad.
En 1881 el invento dio un nuevo salto con el escáner fototelegráfico (Shelfod Bidwell), la primera máquina en abandonar los péndulos e introducir un escáner óptico que convertía la imagen en datos eléctricos, y a este protofax en una fotocopiadora a distancia.
A estas seguirían otras máquinas como el telediágrafo (Ernest A. Hummel), el belinógrafo(Édouard Belin) o telautógrafo (de Elisha Gray), modificaciones cada vez más avanzadas que a principios del siglo XX fueron utilizados por numerosos medios de comunicación y agencias para el envío de imágenes, que se aprovecharían del dominio de cables transoceánicos para la emisión de información.
Su camino seguiría con el aprovechamiento de la línea telefónica y costes cada vez menores hasta llegar a su auge en los 70. A día de hoy, podemos decir que prácticamente ha desaparecido. O casi, en Japón aún se sigue utilizando de manera habitual. Lo asombroso es que ya en 1843, cien años antes de lo que muchos pensaríamos, el fax empezaba su camino.
¿Por qué ha caído en desuso?
La respuesta es evidente: la evolución de la tecnología es imparable y hay cosas mejores. Aunque el fax consiguió hacerse un hueco importante en nuestra historia, internet y el envío de correo electrónico (seguro e instantáneo) le han ganado la partida. Además, es un dispositivo que solo sirve para enviarlos y recibirlos, un gasto absurdo cuando ya se puede hacer eso desde cualquier teléfono móvil moderno. Por correo o a través de aplicaciones, más o menos profesionales (como WhatsApp o Slack).
En su día hablamos del radio facsímil, un híbrido de radio y fax que la industria periodística se sacó de la manga para competir contra la radio... ¡boletines que se imprimían! Como a este, el uso de una máquina específica (y su coste), lo han dejado atrás, reducido a reliquia atrapapolvo en algunas empresas, oficinas de correos y, por supuesto, quioscos de barrio con solera.
Dave Crosby editada con licencia CC BY SA-2.0
Malavida.com
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