martes, 9 de febrero de 2016

La especie de hormiga que no envejece

La 'pheidole dentata' es una hormiga que habita en el sur de Estados Unidos y es una de las pocas especies que no muestra signos de deterioro según envejecen.



"Tempus fugit" (el tiempo pasa volando), reza la antigua frase procedente del latín. Y lo hace para la gran mayoría de las especies de animales, incluidos nosotros mismos.

Hay pocas hazañas dentro del mundo animal que consigan resistir el paso del tiempo. Algunas de ellas, muy puntuales, se reservan para el libro de los Guiness, pero eso no quiere decir que no haya excepciones a nivel de especies. Las ratas topo desnudas, por ejemplo, pueden vivir hasta treinta años manteniendo una gran agilidad, reproduciéndose incluso cuando son mayores y resistiendo increíblemente bien los años que les caen encima.
Pero 'pheidole dentata' directamente parece que no sucumbe a los estragos del tiempo que pasa inexorablemente para todos. Esta hormiga, que habita en el sudeste de Estados Unidos, no es inmortal, pero los científicos han demostrado que no muestra síntomas de hacerse mayor.

Una investigación de Ysabel Giraldo, de la Universidad de Boston, ha demostrado que las hormigas obreras más viejas pueden hacer sus labores de excavación, cuidar de las crías y atacar a las presas tan bien como los jóvenes, mostrando también la misma fortaleza cerebral.
El aspecto más interesante es que, al igual que el roedor citado anteriormente, viven en colonias muy organizadas y tienen una gran complejidad social, un rasgo que se conecta a un envejecimiento más saludable, tal y como apunta el 'Smithsonian Magazine'.
Tan bien como las jóvenes
En el laboratorio, Giraldo dividió a las hormigas, que en cautividad suelen vivir unos 140 días, en cuatro franjas de edad: de 20 a 22 días, de 45 a 47, de 95 a 97 y de 120 a 122. Con esto pudo comparar cómo se desenvolvían las más jóvenes y las más adultas, tal y como relata en 'Proceedings of the Royal Society B'.
Para ello les pusieron varias tareas, con la idea de que las más viejas iban a hacerlas peor. Pero las que tenían 95-97 días respondieron igual de bien a los estímulos de luz, e incluso rastrearon los olores mejor que las jóvenes. También atacaron con la misma agresividad a las moscas de la fruta que les pusieron como presa.
Después se analizaron los cerebros de las hormigas de 20 y 95 días de edad para identificar las células que estaban a punto de morir dentro de él. Comprobaron que no había grandes diferencias en la localización de éstas en ambas franjas de edad.
El cerebro de las hormigas y otros insectos tiene unas estructuras llamadas 'mushroom bodies', que juegan un papel fundamental en el olfato, el aprendizaje y la memoria. En el análisis de esta hormiga norteamericana vieron que el paso del tiempo no influía en la densidad de las conexiones sinápticas de estas estructuras.
Es más, tampoco se detectó que las mayores experimentaran un declive en los niveles de dopamina o la serotonina, unas sustancias químicas que marcan el declive para la mayoría de animales. En el ser humano un descenso de la última de ellas se ha relacionado con el Alzheimer.
En definitiva, es un estudio muy completo sobre una especie única, al que le falta solamente investigar el momento en el que mueren. Un instante que en el laboratorio, al no estar expuesto a las inclemencias del tiempo, los depredadores y las enfermedades, se alarga considerablemente.
Lo cierto es que es un avance para entender mejor el envejecimiento de otras especies de insectos sociales. Por la 'pheidole dentata', no pasan los años. Perdón, los días.
Javier Pérez Rey | @javierperezrey  en CienciaExplora.com

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