Hay una enorme cantidad de planetas ahí fuera alrededor de una enorme cantidad de estrellas, muchas de ellas mucho más viejas que nuestro Sol. Carl Sagan calculaba a partir de laEcuación de Drake que debería haber 100.000 millones de planetas con vida en la Vía Láctea, al menos 1.000 millones con civilización técnica y entre 10 y un millón de civilizaciones altamente avanzadas en la galaxia. Y luego está el tiempo: La Tierra tiene 4.000 millones de años, pero el Universo tiene 16.000 millones, cuatro veces más. En la Tierra surgió la vida entre 500 y 1.000 millones de años después de formarse; a los 3.500 millones se produjo la Explosión del Cámbrico y surgieron numerosos grupos animales. Un planeta de la primera generación de estrellas podría haber sufrido la explosión Cámbrica hace 12.500 millones de años, y hace 12.000 millones de años habría podido tener seres inteligentes de nuestro nivel. Estos hipotéticos seres habrían tenido 12.000 millones de años, tres veces la edad de la Tierra, para desarrollarse e inventar cosas como la ingeniería galáctica y el viaje translumínico. De hecho incluso sin disponer de un medio para viajar a mayor velocidad que la luz hubiesen tenido tiempo de colonizar galaxias enteras. Habrían tenido tiempo de sobra de estar aquí, antes de que surgiésemos los animales complejos.
Pero no están, por mucho que quieran verlos los amantes de la ufología. Sabemos por estudios recientes que no hay señales de ingeniería a gran escala en otras galaxias, así que sabemos que ese tipo de desarrollo tampoco se ha producido. La pregunta clave es, ¿por qué no están? ¿Qué factor impide que se desarrolle una civilización pangaláctica en las vastedades del tiempo? Esta pregunta ha sido bautizada como la Paradoja de Fermi; llamamos a ese misterioso factor que impide la existencia de civilizaciones galácticas avanzadas el Gran Filtro. Y no sabemos cuál es. Pero saberlo es de vital importancia, porque nos habla sobre nuestro propio futuro: sobre si nosotros tenemos alguna oportunidad de alcanzar las estrellas, o si es imposible. Cada vez que descartamos que el Gran Filtro esté en el pasado es una mala noticia, luego veremos por qué. Podría haber explicaciones de este silencio sin necesidad de un Gran Filtro, es cierto. Pero como experimento mental, es interesante dado que nos ilumina sobre nuestro propio futuro.
¿Qué tipo de cosas pueden funcionar como Gran Filtro? Podría ser, por ejemplo, que hubiese pocos planetas. Hasta hace poco pensábamos que quizá los planetas eran raros en el Universo; que nuestro Sistema Solar es una excepción y en el resto de los soles no hay rocas orbitando, y por tanto lugares donde la vida pudiera desarrollarse. Ahora sabemos que no: los planetas son comunes y hay un enorme número de ellos ahí fuera.
Otra posibilidad es que el origen de la vida sea muy poco común. Es posible que en los numerosos planetas que ahora sabemos que existen la vida sólo surja en algunos, muy pocos, porque resulte difícil que surja. Pero en el único caso que conocemos, aquí en la Tierra, la vida surgió muy pronto; en cuanto las condiciones ambientales lo permitieron. Es posible que ciertas formas de vida puedan haber surgido en el pasado en sitios como Venus y Marte, y quizá puedan existir en lugares como las lunas Europa o Encelado. No parece por tanto que el origen de la vida sea muy complicado. Otra mala noticia.
¿Por qué son malas noticias? Porque quieren decir que tal vez el Gran Filtro esté en el futuro y aún no hemos llegado. Por tanto no hemos superado esas barrera que hace difícil que se desarrollen civilizaciones transgalácticas; todavía algo en nuestro futuro nos podría matarantes de que nos convirtamos en colonizadores del Universo.
Podría ser que el Gran Filtro sea una tendencia irrefrenable a la autodestrucción que aflige a cualquier especie que alcanza un determinado nivel tecnológico. Es posible que algo en la tecnología actual o futura sea un factor tal de inestabilidad que haga casi inevitable nuestra extinción, deliberada (guerra) o por accidente. Las especies inteligentes surgirían, se desarrollarían y morirían antes de conquistar galaxias o el Universo.
O es posible que cualquier especie que se interne en el espacio acabe por encontrarse con otras especies y que ese contacto sea hostil, provocando la destrucción de ambas. En cualquiera de los dos casos esos riesgos de catástrofe estarían en nuestro futuro. Amenazándonos.
En la parte positiva, tenemos un par de buenos candidatos de Gran Filtro que ya hemos dejado en el pasado: cosas que en la Tierra sólo han pasado una vez, y con dificultades. Una es la aparición de vida compleja; en nuestro planeta las células con núcleo (eucariotas) tardaron casi 2.000 millones de años en aparecer, y la vida multicelular compleja no llegó hasta 1.500 millones de años después. Es posible que el salto en la complejidad que conocemos como la Explosión Cámbrica sea algo poco común y que el universo esté lleno de planetas rebosantes de vida, pero reducida a estromatolitos, algas flotantes y tapices microbianos.
O podría ser que lo raro sea la inteligencia avanzada. Desde hace 600 millones de años la evolución ha dado lugar a muchos grupos de animales y plantas, incluyendo verdaderas maravillas; dinosaurios, corales, leones, sequoias, musarañas y pájaros. Pero en todo ese tiempo, que sepamos, sólo un pequeño grupo ha encontrado el camino hacia la inteligencia: nosotros. Muchos de nuestros ancestros eran poco más que ‘chimpancés de largo alcance’, desde luego muy poco inteligentes; sólo hace un millón de años (ayer, en términos biológicos) se puede detectar en nuestra estirpe una clara tendencia a la selección de inteligencia, y hasta hace menos de 10.000 años no iniciamos el camino hacia la tecnología.
Tal vez lo que abunda en el universo sea vida, más o menos variada y más o menos compleja, pero sin inteligencia. De ser así somos la única porción del cosmos capaz de conocerse a sí misma. Lo cual es una bendición y una suerte, pero también una responsabilidad aterradora. Porque si nos las arreglamos para acabar con nosotros mismos, habremos extinguido algo único y maravilloso; la conciencia del Universo.
Pepe Cervera / Blog.rtve
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