'El océano es hoy 30 % más ácido que hace 200 años'
Dan Laffoley, experto en océanos, dice que 'estamos caminando como sonámbulos hacia una pesadilla'.
Por la acidificación, el agua sucia sube cada vez más a la superficie. Mar de leva en Cartage |
Dan Laffoley, vicepresidente en temas marinos de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la organización más importante del mundo para temas ambientales, no se guarda lo que sabe cuando habla del estado actual de los océanos: “Tenemos mares cada vez más calientes, más agitados, más intensos y elevados que erosionan islas y zonas costeras. Esto nos está causando billones de dólares en pérdidas. No es solamente un tema local, de algún continente. Nos compete a todos”. Loffeley, que fue asesor especial para el ambiente marino del ex primer ministro Tony Blair, ha trabajado por más de 25 años en la creación de asociaciones europeas y mundiales que promueven hoy la conservación marina. Una de ellas es Natural England, organismo público del Reino Unido responsable de asegurar que el medioambiente natural de Inglaterra esté protegido.
También fue el inventor de Google Ocean, explorador que permite a los usuarios de Internet ver la topografía submarina (batimetría) y hacer búsquedas de puntos de interés. Profesor honorario de la Universidad de Plymouth, miembro de la Sociedad de Linneo y de la Winston Churchill Fellow, fue uno de los invitados especiales del II Congreso Nacional de Áreas Protegidas que, hasta ayer, se realizó en Bogotá. En Bogotá, Laffoley destacó estas cuatro amenazas que se ciernen sobre la vida marina:
1. Erradicar la pesca que no es sostenible
El reto con la pesca es que tenemos demasiados barcos pescando, y pescando muy pocos peces. No estamos protegiendo adecuadamente nuestro stock pesquero. Hemos eliminado el 90 por ciento de los peces de gran tamaño en el océano, y estamos pescando los peces que están más abajo en la cadena alimenticia, todos muy pequeños, y que muchas veces se pescan para hacer alimento o concentrado para alimentar cultivos de otros peces. Hoy tenemos que esforzarnos más para pescar, en lugares más profundos del océano, donde hay especies que se reproducen muy lentamente y que a lo mejor perderemos muy rápidamente.
Debemos aplicar o diseñar nuevas tecnologías y reducir los subsidios que impulsan esa pesca insostenible. También crear zonas en el mar que permanezcan libres de la pesca, reservas marinas que permitan la recuperación de las poblaciones de animales marinos. Cuando uno logra conservar de manera adecuada, el volumen de peces aumenta hasta en un 450 por ciento y se logran mejores tamaños. Las áreas de reserva en el mar ayudan a rehabilitar zonas contiguas que han sufrido un desastre y además permiten que se reproduzcan más peces hembra.
2. Hasta los peces traen basura plástica
¿Qué podemos y debemos hacer? Una cosa es reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero esta respuesta no depende de nosotros sino de políticos que deberán fijar metas ambiciosas y rápidas. Mientras eso ocurre, se debe trabajar con las comunidades para que la gente conozca esta amenaza, para que los habitantes sean conscientes de que este es un problema que está afectando su industria, su vida diaria y su sustento. La comunidad científica debe trabajar de la mano de los nativos, para recibir información de los pescadores, quienes son los que perciben los cambios día a día. Frente a este tema, el Caribe tiene otro reto y es el mantenimiento de la vida de los arrecifes coralinos, que sostienen la pesca y un negocio turístico que mueve billones de dólares al año.
Es un problema que solo ha existido en los últimos 50 años. Se están acumulando en los ambientes marinos pedazos grandes y otros muy pequeños de plásticos que están comenzando a reemplazar la arena en muchas playas. Ya hemos medido, por ejemplo, esta basura en el mar de los Sargazos, (entre Bermudas, Florida y las islas Azores) y hemos encontrado 100.000 pedazos de plástico por kilómetro cuadrado.
Las consecuencias se verán de muchas maneras y durante muchos años. Los mariscos más pequeños ya tienen plástico por dentro, al menos un tercio de los peces tienen plástico en sus estómagos. No sabemos en cuánto tiempo esto podría convertirse en un riesgo para la salud pública.
Aquí la clave es cambiar el comportamiento de los consumidores. Está medido que muchas veces la vida útil de una bolsa plástica no pasa de 20 minutos. Este es el peor ejemplo de una actividad no sostenible. Debemos cambiar hábitos, para reutilizar, cambiar la cultura de lo desechable. No es posible sostener un planeta adecuadamente si su cultura de consumo está basada en remplazar y remplazar electrodomésticos, teléfonos celulares o equipos electrónicos.
3. Todos dependemos del océano
La gente en Bogotá y otras ciudades del interior de Colombia debe saber que está conectada con el océano, así lo tenga a muchos kilómetros. ¿Usted sabía que cada vez que un ciudadano bogotano respira, el oxígeno que le sirve para vivir se produce en el océano? La contaminación que llevan los ríos al mar genera lo que nosotros llamamos ‘zonas muertas’. En los años 50 los océanos tenían no más de 50 zonas muertas, hoy hay entre 200 y 400. Y eso lo produce la gente de las ciudades situadas entre las montañas y lo sufren quienes habitan en las costas. Los ciudadanos deben saber que así como cuidan un páramo muy cercano a sus casas, porque este les da agua, también deben pensar que son responsables de cuidar el océano, así lo tengan muy lejos. La conexión con la naturaleza no depende de distancias, es reiterada se esté donde se esté.
La reacción de la comunidad hacia el cuidado de la naturaleza debe combinar información con educación, para que se entienda que nos debemos a la naturaleza como única condición para sobrevivir. No podemos continuar sobreviviendo en lugares donde tiene que ocurrir un desastre para hacer cambios o tomar correctivos.
4. Los mares se vuelven más ácidos
Cada año los mares están absorbiendo el 26 por ciento del dióxido de carbono que se emite a la atmósfera y esto ha cambiado la química del océano, por la transformación de ese dióxido de carbono en ácido carbónico. Esto está medido: el océano ahora es más ácido, es un 30 por ciento más ácido que hace 200 años y podría ser 170 por ciento más ácido para finales de este siglo. Las especies podrían sufrir cambios radicales.
Aquellas que tienen conchas, corazas como los caracoles o los corales, han empezado a disolverse. Estos animales son la fuente de comida de varias especies de aves y peces, y son base de la pesca que nos sostiene como humanos. Para Colombia, la amenaza de la acidificación es grave, porque uno de los efectos del dióxido de carbono es que el agua sana y poco ácida es cada vez menor, y el agua ácida y sucia está subiendo cada vez más a la superficie. En Estados Unidos este es un fenómeno tan crítico que hay empresas pesqueras que se han reubicado a Hawái donde hay aguas más limpias. A eso debemos sumarle la pérdida de dos tercios de las praderas marinas y el 50 por ciento de los bosques de manglares, sitios donde antes se fijaba el carbono y que ya no existen; esto es comparable con el declive anual de los bosques del Amazonas.
Javier Silva Herrera / Eltiempo.com
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