Que unos señores con prisa y poca ética decidieran el otro día arreglar con pegamento industrial la máscara egipcia del faraón Tutakamon de tres mil años de antigüedad, no es tan raro como parece. “La restauración de obras de arte es muy complicada. Y también muy costosa. Por eso en el sector nos encontramos cientos de chapuzas. Por desgracia es bastante habitual”. Lo explica Mar Gabaldón, profesora de Historia Antigua de la Universidad San Pablo CEU.
Rebuscando en la hemeroteca uno debe darle la razón a la profesora. Sobran los ejemplos de restauraciones no demasiado profesionales. Comencemos por la rehabilitación estrella de estos días. La máscara del legendario faraón.
1. El apaño de la máscara egipcia
“Lo que probablemente haya pasado aquí –explica Gabaldón- es que no quisieran enviar la máscara al laboratorio porque debería permanecer allí varios días y eso supone una pérdida muy grande para el museo. Esta pieza es la más visitada de todo el país”. Ante el panorama de perder dinero, los responsables del museo de El Cairo optaron por una restauración digna de Pepe Gotera y Otilio: pegaron la barba que estaba desprendida del rostro con Epoxi, una resina industrial que se usa, por ejemplo, para pegar la cola de un avión.
“Una de las normas en restauración es no hacer nada que sea irreversible. Cualquier reparación debe poder ser reparada a su vez. En este caso, se incumplió”, señala la profesora. Existen ciertos protocolos y normas para rehabilitar las obras. Se trata de un trabajo complejo, que requiere profundos estudios y conocimientos. Por ello, tres técnicos del museo de El Cairo, indignados, decidieron filtrar a la prensa la chapuza perpetrada. “La máscara se debería haber llevado al laboratorio –dijo uno de los técnicos de forma anónima por miedo a represalias-, pero tenían prisa por volver a exhibirla y utilizaron este pegamento rápido e irreversible”.
Existe en Egipto la creencia de que las momias están malditas. Es conocida la maldición de Tutankamon, por la que la desgracia caerá sobre quien moleste el descanso del faraón. No queremos ni imaginar lo que les espera a los que decidieron usar el pegamento.
2. Ecce Homo, lo máximo de entre las chapuzas
La chapuza entre chapuzas. El sumun de “esto te lo arreglo yo en dos patadas”. En España, claro. La restauración del fresco Ecce Homo del santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza) fue tan esperpéntica que giró sobre sí misma y se convirtió en un acontecimiento social, hasta el punto de que algunos consideraron el resultado una obra de arte en sí misma.
La evolución del Ecce Homo. AFP
Su responsable fue Cecilia Giménez, una octogenaria vecina del pueblo que, sin previo aviso, decidió hacerse cargo de la restauración del fresco, una representación de Cristo de medio cuerpo bastante dañada por el paso del tiempo. “Empezó por la túnica –explicaría después su hermana-, pero más tarde lo intentó con la cabeza… y se le fue de las manos”. Cecilia, en pocas palabras, destrozó el cuadro. Aunque “lo hizo con buena fe, solo quería ayudar”, llegaría a declarar el concejal de cultura del municipio.
El destrozo dio la vuelta al mundo. Medios de comunicación de todo el planeta informaron del asunto, lo parodiaron y hasta enviaron a periodistas. Las redes sociales vivieron sus días más intensos y hasta brotaron cuentas parodia en Twitter. Desde un punto de vista artístico fue terrible. Como fenómeno social, inigualable.
3. El nuevo, novísimo teatro romano de Sagunto
Entre 1992 y 1994 el teatro romano de Sagunto (Valencia), que data del 50 d. C., fue objeto de una profunda restauración. Tan profunda, que los arquitectos encargados, prácticamente, construyeron un teatro nuevo, obviando que se trataba de una ruina. La polémica se desató en cuanto terminaron las obras y se interpuso una denuncia por el resultado: el escenario era nuevo, las piezas de las gradas irreconocibles, el material moderno… parecía la réplica de un teatro romano. “Se ha estipulado que en las rehabilitaciones arquitectónicas no se utilice más de un 5% de material nuevo. En este caso usaron muchísimo más”, explica Mar Gabaldón.
El teatro romano de Sagunto antes y después de la restauración. EL PAÍS
El Tribunal Supremo decretó en 2008, tras 17 años de litigio, que se derribara la rehabilitación y que el teatro recuperase su anterior aspecto. Pero, de momento, y aludiendo razones económicas, la obra no se ha llevado a cabo.
4. Se esfumó el sfumato
Existen restauraciones que no pueden calificarse como chapuzas, por ser un término excesivo. Pero que generaron controversia. Es el caso de La Virgen con el Niño Jesús y Santa Ana de Leonardo Da Vinci. Fue restaurada en el año 2012 y el trabajo se llevó por delante a dos responsables del museo del Louvre parisiense, que dimitieron tras ver el resultado final. Al cuadro le retiraron el barniz y ganó en luminosidad. Gabaldón es crítica con el trabajo: “Se cargaron la técnica desfumato de Da Vinci. Un cuadro se puede limpiar, pero no se le puede quitar el paso del tiempo”.
'La Virgen con el Niño Jesús y Santa Ana', de Leonardo Da Vinci expuesto en el museo del Louvre tras su restauración. A la derecha, un detalle del cuadro antes de ser tratado. Charles Platiau (REUTERS)
Algo parecido ocurrió con la obra de El Greco El caballero de la mano en el pecho, cuyo fondo pasó de negro a gris en 1996, algo que dotó al cuadro de un nuevo sentido.
5. Cómo destrozar un tesoro nacional
Regresamos a las chapuzas con todas las letras. En abril del año pasado el gobierno local de Duy Tien, en Vietnam, encargó la restauración de la Pagoda de Long Doi Son, un tesoro nacional que data del siglo XI. Por decirlo en pocas palabras: los encargados del trabajo destrozaron el tesoro. Usaron cepillos de hierros y lijas para intentar retirar la suciedad de la rueda de la plegaria (el cilindro que los budistas giran para orar) y la dejaron hecha polvo, rayada y con las inscripciones borradas. El escándalo fue mayúsculo, más si tenemos en cuenta que la rehabilitación se llevaba a cabo porque el gobierno en pleno iba a visitar la pagoda. “Han destrozado un tesoro de valor incalculable. Y todo por ignorantes”, llegó a declarar el ministro de cultura vietnamita.
La pagoda Long Doi Son. Wolfgang Kaehler (Getty Images)
6. ‘El caballito’ imitó al Ecce Homo
“Honestamente, solo espero que no vayan a dejar El Caballito como el eccehomo que restauró la señora Cecilia en Borja”. Lo escribía un cronista mexicano después de ver cómo avanzaban las obras de restauración de El Caballito, sobrenombre de la estatua ecuestre de Carlos IV realizada por Manuel Tolsá y que es uno de los símbolos de México DF. En 2013 la ciudad aprobó un plan de restauración para las estatuas al aire libre de la ciudad y se encontraron con que El Caballito tenía serios problemas estructurales, por lo que procedieron a rehabilitarlo. Enseguida les dieron el alto. Y lo hicieron a gritos. El clamor que se produjo tras ver losprimeros resultados de la restauración fue tal, que se detuvieron de inmediato los trabajos.
Según apuntó la prensa mexicana, el método de restauración empleado fue “sumamente agresivo”, una solución de ácido nítrico al 30% que destrozó la pátina natural que protegía la estatua y causó daños irreversibles en un tercio de la figura. Los mexicanos tildaron la maniobra de “catastrófica”. También lo fue para el bolsillo de los vecinos del DF, que descubrieron días después que reparar la chapuza les iba a costar más de 80.000 euros. Toda una broma.
Verne.ElPaís.com
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