El mundo es un lugar hostil para las personas trasnochadoras.
Da la impresión de que si no estás dispuesto a madrugar estás condenado al fracaso. En tiempos de la Antigua Grecia, Aristóteles ya lo recomendaba. Hoy, cualquier coach te dirá que si quieres prosperar debes empezar por adelantar la hora del despertador.
Hay quien intenta llevarlo incluso más allá. El pasado mes de enero, Psychological Science publicaba un ensayo que defendía la teoría de que las personas tienen un mejor comportamiento cuanto más temprano sea.
Dicho artículo fue rápidamente rebatido por un estudio de Sunita Sah, científica de la conducta de la Universidas de Georgetown y trasnochadora declarada, pero la idea de que las personas madrugadoras son éticamente superiores permanece en el subconsciente colectivo.
Y esto es tremendamente injusto.
Lo cierto es que el único mérito de las personas matutinas (a las que la ciencia denomina alondras) frente a las vespertinas (búhos) es que su cronotipo va en consonancia a las convenciones sociales. Y, sin embargo, constantemente se les señala como ejemplos a imitar.
Pero no todo es lo que parece. He aquí 6 mitos falsos sobre los madrugadores.
Pero no todo es lo que parece. He aquí 6 mitos falsos sobre los madrugadores.
1. No son más triunfadores. Benjamin Franklin dijo eso de que “dormir temprano y levantarse temprano hace a un hombre sano, rico y sabio”.
No tan deprisa.
En 1998, dos profesores de la Southampton University llevaron a cabo un estudio que pretendía corroborar dicha afirmación.
Para ello analizaron 300 personas madrugadoras y 300 trasnochadoras y midieron parámetros relacionados con la salud, la riqueza y la inteligencia.
Los resultados demostraron que aquellas personas que iban a dormir temprano y se levantaban temprano no tenían ninguna ventaja significativa en cuestiones de socioeconómicas, cognitivas o de salud. Es decir, que la frase de Franklin no se sostenía por ningún lado.
La única diferencia que encontró el estudio fue en el apartado económico. Y, curiosamente, los búhos solían tener un nivel de ingresos superior a las alondras.
La próxima vez que veas un artículo sobre “20 millonarios que se despiertan realmente pronto” piensa que no tiene por qué ser así.
2. No son más listos. En 2013, un estudio de la University of Berkeley concluyó que los estudiantes adolescentes que se iban a la cama más tarde de las 11.15 sacaban peores notas que aquellos que iban a dormir más temprano.
Esto, sin embargo, no tiene por qué significar que las capacidades intelectuales de aquellos que prefieren irse temprano a la cama sean superiores.
El motivo real de que obtengan mejores resultados en la escuela probablemente sea que el horario académico coincide con las horas en las que sus cuerpos alcanzan el su pico de rendimiento.
De hecho, si nos fijamos exclusivamente en la inteligencia, existen múltiples estudios que demuestran que los búhos suelen ser más creativos, abiertos de mente y rebeldes, rasgos relacionados con una elevada inteligencia.
Por si quedaba alguna duda, un estudio del psicólogo Satoshi Kanazawa para The London School of Economics and Political Science demostró que existía una correlación entre acostarse tarde y tener un coeficiente intelectual elevado.
3. No aprovechan más el tiempo. Podríamos recurrir al refranero popular para encontrar decenas de aforismos que emparejan el hecho de madrugar con con el aprovechamiento del tiempo.
Es lógico tener la sensación de que si nos levantamos temprano, dispondremos de más tiempo para todo.
Pero, una vez más, se trata de una convención social.
La energía de las alondras va disminuyendo a medida que pasan las horas, mientras que la de los búhos alcanza su pico por la noche. Es por ello por lo que su rendimiento puede seguir siendo elevado 10 horas después de levantarse, momento en el que las alondras ya están agotadas.
Así pues, ni madrugar implica ser más productivo ni levantarse tarde tiene por qué significar tirar un día a la basura.
Lo que cuenta es las horas en las que uno está activo, no la franja horaria en la que se ubiquen dichas horas.
Esto, sin embargo, no tiene por qué significar que las capacidades intelectuales de aquellos que prefieren irse temprano a la cama sean superiores.
El motivo real de que obtengan mejores resultados en la escuela probablemente sea que el horario académico coincide con las horas en las que sus cuerpos alcanzan el su pico de rendimiento.
De hecho, si nos fijamos exclusivamente en la inteligencia, existen múltiples estudios que demuestran que los búhos suelen ser más creativos, abiertos de mente y rebeldes, rasgos relacionados con una elevada inteligencia.
Por si quedaba alguna duda, un estudio del psicólogo Satoshi Kanazawa para The London School of Economics and Political Science demostró que existía una correlación entre acostarse tarde y tener un coeficiente intelectual elevado.
3. No aprovechan más el tiempo. Podríamos recurrir al refranero popular para encontrar decenas de aforismos que emparejan el hecho de madrugar con con el aprovechamiento del tiempo.
Es lógico tener la sensación de que si nos levantamos temprano, dispondremos de más tiempo para todo.
Pero, una vez más, se trata de una convención social.
La energía de las alondras va disminuyendo a medida que pasan las horas, mientras que la de los búhos alcanza su pico por la noche. Es por ello por lo que su rendimiento puede seguir siendo elevado 10 horas después de levantarse, momento en el que las alondras ya están agotadas.
Así pues, ni madrugar implica ser más productivo ni levantarse tarde tiene por qué significar tirar un día a la basura.
Lo que cuenta es las horas en las que uno está activo, no la franja horaria en la que se ubiquen dichas horas.
4. No son más sanas. Es cierto que las personas con cronotipo tardío suelen ser más propensas a malos hábitos como el tabaco y el alcohol. Algo lógico teniendo en cuenta que son comportamientos que suelen acrecentarse de noche.
Pero no por ello tienen que ser personas menos sanas a nivel global.
Los búhos suelen tener una mentalidad más abierta que los madrugadores, y ello les lleva a disfrutar mucho más de ciertas experiencias como, por ejemplo, el sexo.
Malos hábitos aparte, los búhos tienen más posibilidades de vivir una vida plena y satisfactoria.
Es cuestión de lo que se entienda por buena salud.
5. No son más felices. Puede que dé la impresión de que las personas a las que les gusta madrugar sean más felices.
Especialmente cuando llegas por la mañana al trabajo y, mientras tú te limitas a intentar mantenerte en pie, ese compañero te cuenta con entusiasmo que ha corrido 10 kilómetros y ha cocinado un arroz de verduras antes de venir a la oficina.
Pero no tener ganas de hablar antes del mediodía no significa que seas un antisocial ni un amargado. Sino que tu cerebro cree que todavía no vale la pena estar plenamente activo.
Antes de juzgar el carácter de una persona con cronotipo tardío, hay que tener en cuenta lo que se conoce como “jetlag social”. Se trata de un concepto que hace referencia al estrés emocional que experimentan las personas con cronotipo tardío al verse forzadas a despertarse pronto y rendir al máximo durante el día.
No es cuestión de carácter, sino de biología.
6. No tienen más fuerza de voluntad. Aquellos que defienden la necesidad de levantarse temprano suelen argumentar que todo es cuestión de fuerza de voluntad.
Pero nada más lejos de la realidad.
El argumento definitivo para acabar para siempre con el encumbramiento de los madrugadores es puramente científico.
En realidad, todo se debe a la genética. Concretamente, a los genes de la familia period (PER1, PER2 y PER3), que codifican todo aquello relacionado con el reloj circadiano y, por ende, determinan cuáles son nuestros patrones de descanso favoritos.
Nadie escoge cuál es su hora ideal para levantarse, sino que lo lleva escrito en su ADN desde que nace.
Si hablamos de fuerza de voluntad, tiene mucho más valor lo que hacen las personas con cronotipo tardío. Día tras día tienen que pelearse con un reloj interno que les pide exactamente lo contrario de lo que les pide la sociedad.
Pero no por ello tienen que ser personas menos sanas a nivel global.
Los búhos suelen tener una mentalidad más abierta que los madrugadores, y ello les lleva a disfrutar mucho más de ciertas experiencias como, por ejemplo, el sexo.
Malos hábitos aparte, los búhos tienen más posibilidades de vivir una vida plena y satisfactoria.
Es cuestión de lo que se entienda por buena salud.
5. No son más felices. Puede que dé la impresión de que las personas a las que les gusta madrugar sean más felices.
Especialmente cuando llegas por la mañana al trabajo y, mientras tú te limitas a intentar mantenerte en pie, ese compañero te cuenta con entusiasmo que ha corrido 10 kilómetros y ha cocinado un arroz de verduras antes de venir a la oficina.
Pero no tener ganas de hablar antes del mediodía no significa que seas un antisocial ni un amargado. Sino que tu cerebro cree que todavía no vale la pena estar plenamente activo.
Antes de juzgar el carácter de una persona con cronotipo tardío, hay que tener en cuenta lo que se conoce como “jetlag social”. Se trata de un concepto que hace referencia al estrés emocional que experimentan las personas con cronotipo tardío al verse forzadas a despertarse pronto y rendir al máximo durante el día.
No es cuestión de carácter, sino de biología.
6. No tienen más fuerza de voluntad. Aquellos que defienden la necesidad de levantarse temprano suelen argumentar que todo es cuestión de fuerza de voluntad.
Pero nada más lejos de la realidad.
El argumento definitivo para acabar para siempre con el encumbramiento de los madrugadores es puramente científico.
En realidad, todo se debe a la genética. Concretamente, a los genes de la familia period (PER1, PER2 y PER3), que codifican todo aquello relacionado con el reloj circadiano y, por ende, determinan cuáles son nuestros patrones de descanso favoritos.
Nadie escoge cuál es su hora ideal para levantarse, sino que lo lleva escrito en su ADN desde que nace.
Si hablamos de fuerza de voluntad, tiene mucho más valor lo que hacen las personas con cronotipo tardío. Día tras día tienen que pelearse con un reloj interno que les pide exactamente lo contrario de lo que les pide la sociedad.
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