Otros insectos segregan la misma sustancia, pero el escarabajo bombardero tiene una particularidad: es capaz de expulsarla a distancia.
"Si no eres fuerte, ármate con armas químicas". Si hay un insecto que parece vivir de acuerdo a este desproporcionado alegato belicista ese es el escarabajo bombardero.
Y si Gregorio Samsa –el famoso personaje de La metamorfosis de Kafka– se hubiese despertado una mañana convertido en este tipo de escarabajo –y no en el insecto descrito en la novela– los personajes que le agobiaban al otro lado de su puerta seguramente hubiesen salido mal parados.
Porque este animalito ciertamente hace honor a su militarizado nombre: se defiende de sus agresores con unos chorros químicos explosivos, que envuelven en una sustancia corrosiva y humeante a todo aquel que quiera molestarlo o utilizarle de desayuno.
Y parece que este armamento pesado le funciona, ya que los científicos sostienen que es una de las especies menos amenazadas por depredadores.
Todo gracias a un mecanismo que acaba de ser develado por científicos de la Universidad de Arizona, el MIT y el Broohaven National Laboratory gracias a la ayuda de imágenes de rayos X de alta precisión.
Según explican en la revista Science, otros insectos son capaces de segregar esta sustancia, llamada benzoquinona. Pero el escarabajo bombardero tiene una particularidad: es capaz de expulsarla a distancia mediante chorros.
Cuando o se siente amenazado y la reacción química se pone en funcionamiento, este insecto la acumula en un compartimento en su abdomen, donde la calienta a altas temperaturas y consigue lanzarla a presión por sus cavidades corporales.
El proceso
Las imágenes infrarrojas revelan la dinámica que siguen estos vapores químicos en los abdómenes del Brachinus elongatulus, el nombre científico de este particular escarabajo.
"Durante décadas no se pudo saber cómo funcionaba este complejo mecanismo […] debido a que sólo había sido observado de una forma externa", precisa Christine Ortiz, una de las autoras, profesora en el Instituto Tecnológico de Massachussetts.
Pero sus observaciones ahora muestran cómo la pulsión del insecto para pulverizar la sustancia es controlada por una vía de paso entre dos cámaras abdominales formadas por una membrana flexible y una válvula.
La apertura y cierre de esta vía entre la cámara que contiene el líquido y la cámara donde se producen las explosiones parece tener lugar "de una forma pasiva", describen.
El aumento de la presión expande la membrana y cierra la válvula. Después se relaja, libera a presión el líquido y vuelve a recargarlo.
"Este proceso se lleva a cabo con tanta rapidez que no podía haber sido observado anteriormente", señala Ortiz.
Los investigadores se muestran impresionados por cómo su exoesqueleto protege al escarabajo de las "explosiones químicas, las altas temperaturas y enorme presión" generadas en un animalito que apenas supera la media pulgada.
Pero además, "la comprensión de cómo estos escarabajos producen –y sobreviven– a estas explosiones repetitivas podrían proporcionar nuevos principios de diseño de tecnologías para mitigar efectos de explosiones y diseñar mecanismos de propulsión", sostienen los investigadores en el artículo de Science.
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