Dicen que uno de los signos de convertirse en australiano no es el pasaporte ni la nacionalidad sino la defensa a ultranza de las virtudes, bondades y, claro, el sabor del Vegemite. Algo que, creedme, no todo el mundo puede apreciar.
A principios de los años 20, la empresa australiana Fred Walker & Co asumió la tarea de encontrarle una salida, comercial y comestible, a la levadura descartada tras la elaboración de la cerveza.
Lo segundo lo consiguieron en 1922, incluyendo lanzar una competición popular para darle un nombre a la pasta alimenticia. Las £50 de la época se las llevó quien tuvo la ocurrencia de denominarla “Vegemite”.
Los concursos como estrategia de marketing ya estaban inventados a principios del siglo pasado. El hecho de que el premio fuera un coche, también. La posibilidad de ganar un Pontiac, un coche americano importado, incentivó la participación y el producto empezó a aumentar sus ventas.
El espaldarazo definitivo se lo dio la British Medical Association (el Colegio de Médicos Británico), cuando confirmó el Vegemite como una fuente de vitamina B en 1939 e incluso los nutricionistas lo recomendaron como producto para el consumo infantil.
Irónicamente, fue otra guerra (la II Guerra Mundial) la que le dio el último empujón al Vegemite para convertirlo en imprescindible, icónico e irreemplazable para Australia.
Las Fuerzas Armadas compraron en masa el producto, por su valor nutritivo, y lo incorporaron al equipo de los soldados. El efecto fue doblemente positivo para la marca Vegemite.
Por un lado los australianos se llevaban en sus mochilas un recuerdo de tiempos mejores, de paz y de su propia infancia y adolescencia al calor del hogar, y los sobrevivientes nunca olvidarían esa Vegemite que les acompañó en campos de batalla por todo el Pacífico.
Por otro lado, al desviarse la mayor parte de la producción para las necesidades militares, la cantidad disponible para la venta a los civiles disminuyó drásticamente. El racionamiento de un alimento provoca que se aprecie más cuando se consume.
Había quedado marcado en la psique de una nación que Vegemite era tan australiano como los koalas, decir “G´day”, los speedos o las Navidades en camiseta y pantalón corto.
Esta es, grosso modo, la historia de la Vegemite, pero ¿qué hay dentro de ese bote amarillo que en Australia se empieza a probar de niño y se adora como adulto?
Leyenda Urbana
En Agosto del 2015 fue noticia que algunas comunidades indígenas de zonas especialmente secas se dedicaban a usar Vegemite para hacer alcohol casero. La opinión de los científicos es que en teoría podría hacerse pero es altamente improbable.
En Agosto del 2015 fue noticia que algunas comunidades indígenas de zonas especialmente secas se dedicaban a usar Vegemite para hacer alcohol casero. La opinión de los científicos es que en teoría podría hacerse pero es altamente improbable.
Dice la etiqueta que es un extracto de concentrado de levadura (procedente de la cebada y el maíz), sal, sal mineral, extracto de malta (procedente de la cebada), colorante, sabores (?), niacina, tiamina, riboflavina y folato (es decir, Pteroylglutamato, que no exactamente ácido fólico o Ácido Pteroylglutamico).
Los australianos usan un sistema propio para calcular lo que en Europa llamamos RDA (por sus siglas en inglés) o Cantidad Diaria Recomendada (%) de los ingredientes de un producto alimentario. Conforme a ello, una ración de Vegemite (lo que deberías untar) en una tostada, tiene 40kJ (0,5%), < 1 gr de grasa (0%), < 1 gr de grasa saturada (0%), < 1gr de azúcares (0%), 173 mg de Sodio (8%). Sano, suena todo muy sano, pero la pregunta del millón es ¿a qué sabe la Vegemite?.
Básicamente, la Vegemite sabe a sal, o a pescado salado, deshidratado, del que sólo queda…la sal.
Si para gustos hay colores, para sabores, Vegemite.
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