Semana sí, semana no, alguien encañona a un agente forestal con un arma en algún lugar de España. En Madrid, dejaron a uno atado en mitad del monte. En Asturias, quemaron un coche patrulla hasta calcinar las ruedas y arrojaron el cuerpo de un lobo decapitado sobre otro vehículo. En Extremadura, intentaron apuñalar a un tercero durante un control rutinario. En la Comunidad Valenciana, aparecieron pintadas amenazantes en la casa familiar de otro de ellos. En Andalucía, una pareja que iba de patrulla presenció cómo les destrozaban el coche desde su interior, donde se habían refugiado segundos antes para evitar que los linchasen con palos. En Cantabria, unos motoristas le pegaron una paliza y después lo atropellaron. En Castilla-La Mancha, los corrieron a pedradas…
Los ataques contra los diferentes cuerpos autonómicos de los Agentes Forestales y Medioambientales se han recrudecido en los últimos años, pero nunca había ocurrido algo como lo que sucedió el pasado sábado 21 de enero, cuando Ismael Rodríguez Clemente, un chico de 28 años que había salido a cazar con la licencia caducada, pegó cuatro tiros en la cabeza a dos agentes rurales en Aspa (Lleida), en un crimen sobre el que todavía hay muchos interrogantes. “Llevamos mucho tiempo diciendo que antes o después iba a pasar algo así por la escasa regulación que hay y porque estamos desprotegidos. Nosotros hace poco nos tuvimos que tirar al suelo durante una montería y nos pasaron las balas a un metro”, asegura un veterano del cuerpo en plena sierra de Guadarrama.
"No se puede conducir borracho, pero sí se puede disparar borracho. Esto lo vemos a menudo"
Las cifras pueden ser tramposas porque muchos incidentes no acaban siendo reportados, pero los agentes consultados aseguran que las agresiones y accidentes se han multiplicado en los últimos años. “Las agresiones graves, las denunciadas, han pasado de ser cinco en 2015 a 10 en 2016. Es un tema que llevamos reclamando desde hace tiempo porque no tenemos ninguna protección”, comenta Pedro Bécares, forestal del Sindicato de Funcionarios (CSIF). Se ven a sí mismos como el único cuerpo de funcionarios con labores policiales que no tiene medios para defenderse. En un entorno, además, en el que mucha gente va armada y en el que la ayuda, cuando la necesitan, puede tardar horas en llegar. “El que sale a coger setas lleva una navaja, el pescador lleva un cuchillo y los cazadores... No se trata de criminalizarlos, pero son la comunidad armada más grande del país y, como en cualquier otro colectivo, hay gente conflictiva. A veces hay situaciones tensas con gente armada... y sin testigos. Te sientes un poco como en el Salvaje Oeste”.
En un cuerpo de más de 6.500 agentes, hay variedad de opiniones. “Algunos pensamos que no necesitamos armas de fuego, sino un entrenamiento en defensa personal y luego protección pasiva: chalecos anticortes o antibalas, esposas, algún tipo de 'spray' para reducir a la gente..”, explica el agente madrileño. También propone que se introduzcan nuevas normas de prevención, como controles de alcoholemia para cazadores. “No se puede conducir borracho, pero sí se puede disparar borracho. Esto lo vemos a menudo”, dice. Él y su compañero, afirma, se ven obligados a intervenir a menudo, a poner multas o pedir documentos a grupos de personas armadas, como las bandas que expolian las setas, o los propios cazadores furtivos. “Si te rodea un grupo de gente con navajas en la mano y el ambiente se pone tenso, nosotros lo único que podemos sacar es un bolígrafo y una libreta”, dice.
"Queremos armas"
Rubén Cabrero, presidente de la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales (AEAFMA), aboga directamente por dotar al cuerpo de armas cortas. “No quiere decir que todos tengamos que llevarlas siempre, pero al menos que nos den esa posibilidad en determinados operativos, y que nos incluyan en la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad”, dice. Cabrero recuerda que el viejo Cuerpo de Guardería Forestal del que derivaron las diferentes versiones autonómicas era un cuerpo armado. “Al transferir las competencias, la tendencia fue ir retirando de forma progresiva las armas de forma incomprensible. Y nuestras funciones no solo no han disminuido, sino que han aumentado. El proceso culmina en noviembre de 2013, cuando son retiradas las últimas armas cortas a los agentes medioambientales de Castilla y León”.
El proceso de desarme culminó en noviembre de 2013, cuando se retiraron las últimas armas cortas
Sobre la ola de rabia e indignación provocada por el asesinato doble, en Cataluña el debate está avanzando más rápido. Allí ya se está negociando una resolución que acabará dotando de más capacidades a su cuerpo (los Agentes Rurales) para utilizar armas. Ya estaban un paso por delante del resto, al disponer de carabinas modelo Marlin que solo estaban autorizados a utilizar en los dispositivos antifurtivo. “En España hay cerca de 1,5 millones de licencias de armas y tres millones de licencias de caza. También hay auténticas bandas organizadas de recolección y venta de setas. Además, nos movemos en unas condiciones de aislamiento que no hay en el entorno urbano, a menudo sin cobertura, sin poder pedir ayuda y teniendo que apearse del vehículo. Ponerle a alguien una multa seria en situaciones así no es fácil”, insiste Cabrero.
Algunos forestales subrayan que los cazadores no son siempre su principal preocupación, aunque sean los más y mejor armados. “Últimamente nos dan guerra por ejemplo los de las motos, que se meten a conducir por los caminos los fines de semana. Nos pasa que cuando les das el alto te apartan de una patada y siguen”. Otros grupos que pueden convertirse en conflictivos, dicen, son los propietarios de edificaciones ilegales o los propios agricultores, con quienes tienen peleas de tanto en tanto.
"Se creen que son el 'sheriff"
“A veces cuesta que algunos entiendan y cumplan la normativa medioambiental. Y luego hay problemas que se repiten. Por ejemplo, con los ataques de lobos, que tenemos que certificar nosotros. Si vemos que la mordida al ganado es de un perro salvaje o de otro animal, el propietario no tiene indemnización, y se suelen enfadar mucho”, dice. “No queremos culpar a ningún colectivo. Por lo general la gente es razonable y amable pero, claro, gente problemática hay en todos los sitios. Y en el campo te pueden encañonar y no hay nadie mirando. Si un furtivo te amenaza, no tienes más remedio que darte la vuelta”.
Los agricultores y habitantes del entorno rural consultados no tienen queja del trabajo de los forestales y muchos apoyan sus reclamaciones, aunque critiquen el aumento de regulación medioambiental y las multas. “Si tuvieran más autoridad, como el Seprona, podrían meter mano a las mafias de las setas, donde hacen falta. Pero a veces tocan las narices porque no entienden que en mi finca yo estoy en mi casa y hago lo que quiero. Ponen algunas multas que son tonterías y hay algunos arrogantes, que se meten donde no saben y se creen que son el 'sheriff”, dice otro.
Lo ocurrido el pasado fin de semana es un hecho aislado, único, que no creemos que se solucione armando a los agentes
Desde la Oficina Nacional de la Caza (ONC) no tienen una posición definida, ya que están pendientes de una reunión. “En todo caso, lo ocurrido el pasado fin de semana es un hecho aislado, único, que no creemos que se solucione armando a los agentes. Y, por supuesto, queremos mostrar nuestro apoyo incondicional al colectivo de agentes rurales”.
Cabrero se queja también de la respuesta de las autoridades ante sus problemas. “Al Ministerio del Interior le hemos solicitado en numerosas ocasiones la modificación del reglamento de armas para habilitar el uso de arma corta en acto de servicio. No ha habido respuesta, pese a ser una reivindicación histórica de esta asociación”. Tras el duro mazazo por la muerte de dos compañeros, entre los agentes rurales catalanes crece la sensación de que el doble asesinato podría traer los cambios que llevaban tanto tiempo reclamando. “Es una pena que tenga que ocurrir una tragedia para que por fin se escuche nuestra voz”.
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