En septiembre del año pasado la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) presentó una reevaluación de los colorantes alimentarios autorizados en la UE desde el año 2009. De esta revisión, en la que se han analizado 41 colorantes, destacaba el dióxido de titanio (E 171), sustancia que se utiliza para blanquear y dar un efecto opaco a los alimentos, se utiliza sobre todo en los productos de panadería y confitería, en las salsas, en los productos lácteos, en los caramelos, etc.
Estudios realizados por otros investigadores concluían que en dosis elevadas el colorante podría causar problemas en los riñones y en el hígado, bloqueando la respiración celular. También se apuntaba que el tamaño de las partículas del dióxido de titanio podrían causar daño genético sistémico. La reevaluación determinó que las nanoparticulas provocan daños cromosómicos y aumento del riesgo de sufrir cáncer, según las pruebas realizadas con animales de laboratorio. Pero la Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea consideró que este aditivo no representa un problema para la salud de los consumidores, apuntando que debido a la falta de datos, no se podía concretar una ingesta diaria admisible.
La EFSA apuntaba la necesidad de realizar nuevos estudios para poder eliminar muchas lagunas de conocimiento sobre los efectos perjudiciales del colorante en el organismo, pero a pesar de esas dudas, su uso sigue estando permitido. Dado que varios estudios independientes advierten sobre la peligrosidad del colorante, y que incluso la EFSA reconoce que existen riesgos como el daño cromosómico o el cáncer, quizá debería haberse aplicado el principio de precaución y prohibirse su uso hasta contar con todos los datos necesarios.
Por otro lado, hay que destacar que es una incoherencia reconocer los riesgos de este colorante y asegurar que no representa un problema para la salud de los consumidores, y además, sin que se pueda establecer una ingesta diaria admisible. El caso es que la EFSA pedía estudios para eliminar las lagunas de conocimiento existentes, pues bien, recientemente se ha presentado una investigación desarrollada en Francia en la que se demuestra por primera vez que las nanopartículas de dióxido de titanio se extienden por todo el organismo.
Según el estudio desarrollado por expertos del National Institute for Agronomic Research (Instituto Científico de Investigación Agronómica de Francia), las nanopartículas de dióxido de titanio atraviesan la barrera intestinal, pasando al torrente sanguíneo y llegando a cualquier parte del cuerpo humano. El estudio se ha realizado con animales de laboratorio y se ha constatado que en el hígado estaban presentes estas partículas que están relacionadas con trastornos en el sistema inmunitario. Por esta razón, el gobierno del país galo ha concluido que, en base a estos resultados, se lleve a cabo una reevaluación de la seguridad del colorante E171.
Claro, que dado que la investigación se ha desarrollado con animales, los responsables de la investigación piden cautela a la hora de interpretar los datos, ya que los resultados obtenidos no se pueden extrapolar a los seres humanos. ANIA (Asociación Nacional de Industrias Alimentarias) se acoge a las palabras de los investigadores, y solicita que el debate se centre en la información objetiva, racional y completa, algo lógico, ya que el colorante es utilizado por la industria (parte interesada) y una prohibición afectaría a sus intereses.
El equipo científico de las empresas advierte que todos los ingredientes utilizados y los productos fabricados por la industria agroalimentaria están sujetos a numerosos controles y evaluaciones por parte de los organismos reguladores competentes, por lo que los productos que están en el mercado son seguros para su consumo. Pero esto no es así, la propia EFSA reconoce los riesgos del colorante, que existen muchas lagunas de información y que no puede determinar una ingesta diaria admisible, es decir, el hecho de que en principio el dióxido de titanio esté autorizado, no quiere decir que sea seguro para la salud del consumidor.
Para llevar a cabo la mencionada investigación, a un grupo de roedores de laboratorio se le proporcionaron diariamente 10 mg del colorante por kilo de peso corporal a través del agua que consumían en un periodo de 100 días. Esta dosis es similar a la de la exposición humana mediante el consumo de alimentos que contienen el colorante. Los resultados demuestran que las nanopartículas de dióxido de titanio provocaron, en cuatro de cada once roedores, lesiones preneoplásicas, un tipo de alteraciones de la normalidad en algunos tejidos, aumentando las posibilidades de desarrollar alguna neoplasia (masa anormal de tejido).
Por otro lado, en roedores que tenían algún tipo de lesión, la ingesta del colorante aumentó su desarrollo. Los expertos explican que el E171 es una fuente de nanopartículas en el intestino y en todo el organismo, afectando al sistema inmunitario y promoviendo las primeras etapas del cáncer colorrectal en los roedores. Estos resultados justifican un estudio más exhaustivo sobre el riesgo de cáncer a fin de obtener más datos que sean de ayuda para la evaluación de los riesgos en seres humanos. Es de suponer que la EFSA tendrá en cuenta estos resultados, pero probablemente esperará a las pruebas que aporte el nuevo estudio.
Lo dicho, si no se puede determinar la ingesta diaria admisible, debería haberse aplicado el principio de precaución y esperar a obtener datos para poder realizar un juicio y valoración correcta. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página del INRA y a través de este otro publicado en la revista científica Scientific Reports.
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