miércoles, 11 de enero de 2017

La azafata que sobrevivió a una caída de 10.000 metros muere (ahora sí) a los 66 años

El pasado 28 de diciembre encontraron el cadáver de Vesna Vulovic en su apartamento de Belgrado. Vulovic tenía 66 años y había vivido los últimos 44 de prestado, habida cuenta de que a sus tiernos 22 sobrevivió a una caída de 10.000 metros, la mayor caída sin paracaídas a la que ha sobrevivido un ser humano, según quedó debidamente registrado en el Libro Guinness de los Records de 1985.
Vulovic trabajaba de azafata para Yugoslav Airines el 26 de enero de 1972 cuando el Douglas DC-9 en el que viajaba estalló en pleno vuelo mientras sobrevolaba las montañas de Checoslovaquia. Los 27 pasajeros y el resto de la tripulación falleció en la deflagración pero, milagrosamente, Vulovic logró sobrevivir: su cuerpo quedó encajonado en la cola del avión, protegida por un carro de comida. El trozo de fuselaje cayó en una zona boscosa de una ladera nevada, que se supone que amortiguó el brutal impacto.
La aeromoza fue rescatada por Bruno Honke, un leñador que escuchó “los gritos de la mujer en la oscuridad tras la caída de los restos del avión en la montaña”, según relata BBC. Honke, que había sido médico durante la II Guerra Mundial, fue clave en la supervivencia de Vulovic pues hizo todo lo correcto para que llegara con vida al hospital de Praga.
Se sospecha que la explosión se produjo por la detonación de una bomba colocada por terroristas croatas durante una escala en el aeropuerto de Coppenhage pero nunca se demostró ni nadie fue jamás juzgado por ello. Una investigación realizada en 2009 por un grupo de periodistas alemanes y checos desmontó la versión oficial, concluyendo que el avión fue derribado por error por las Fuerzas Aéras de Checoslovaquia.

Vesna Vulovic estuvo en coma 10 días. En la caída se fracturó el cráneo y dos vértebras, y se rompió la pelvis, varias costillas y ambas piernas. “Estaba rota, los médicos me tuvieron que reconstruir. Nadie hubiera esperado que viviera tanto”, declaró en una entrevista con The New York Times en 2008.

Vulovic quedó temporalmente paralizada de cintura para abajo tras la caída pero a los pocos meses estaba totalmente recuperada y volvió a trabajar en la aerolínea, ahora como personal de tierra. No volvió a volar como azafata, pero tampoco le cogió miedo al avión, al que seguía subiendo como pasajera: “La gente siempre quería sentarse junto a mí en el avión”, recordaba.



Para comprobar lo morrocotuda que resultó la caída del avión vale la pena ver el capítulo de Mythbusters en el que se recreaba el atentado/accidente de 1972. El programa tuvo la sensatez de utilizar un muñeco en lugar de un extra para simular el accidente (en realidad, la cola del avión cae desde bastante menos de 10.000 metros) porque el dummy queda hecho papilla. Literalmente.

La asombrosa historia de Vulovic convirtió a la aeromoza en una celebridad nacional yugoslava, a la altura de las leyendas del baloncesto del país balcánico. “Soy como un gato, tengo nueve vidas”, declaró en aquella entrevista con el NYT. Sin embargo, esas nueve vidas se fueron de un soplo el pasado 28 de diciembre, por causas desconocidas. D.E.P., Vulovic.

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