Una broma absurda le cuesta a un británico cinco días sin poder controlar su excitación
Conocemos su demencial experiencia a través del blog The Daily Beast. Al contrario de lo que cabría esperar, Medforth no es un crío, sino un hombre de 36 años, con esposa, dos hijos y empleo estable. Pero el pasado 31 de agosto se reunió con varios amigos para celebrar una fiesta... y quizá bebió un par de copas de más. Probablemente, bastante más que un par. Entre broma y broma, uno de sus compañeros le propuso tomar una pastilla de Viagra simplemente para ver qué pasaba. Movido por la euforia del momento, Daniel aceptó el absurdo desafío.
Consumir una sola dosis del fármaco en estado de embriaguez y sin ninguna necesidad ya resulta un error manifiesto, pero Medforth quiso más. Continuó llevándose a la boca una pastilla tras otra hasta llegar a 35. Todo era muy divertido hasta que aparecieron los efectos de la cianopsia: empezó a ver todo lo que le rodeaba con un tono verdoso. Sufría mareos y se sentía indispuesto. Muy asustado, regresó a su domicilio y confesó a su esposa lo que acababa de hacer.
En pocos minutos, Daniel Medforth ingresó en un hospital. Durante cinco días sufrió algo que «no era una erección permanente», pero sí «una excitación incontrolable» cada vez que algo rozaba su entrepierna, según él mismo ha relatado. Aunque agradece la profesionalidad de los médicos que le atendieron, admite que advirtió que «tenían que aguantarse la risa» cuando se dirigían a él. Los efectos secundarios no fueron más allá de fuertes dolores de cabeza y de estómago; y el imprudente Daniel pudo volver a casa con su familia.
Es posible que este hombre no sea consciente de su fortuna. La sobredosis de Viagra puede causar problemas cardíacos, disfunción permanente o incluso la muerte. A pesar de combinar el abuso del fármaco con la ingesta de grandes cantidades de alcohol, un terrible susto es todo el castigo que ha recibido Medforth. «Me arrepiento de lo que hice. Fue en un momento de risas y no pensé en las consecuencias», explica afligido. Al menos, puede que su irracional comportamiento sirva para que nadie vuelva a jugar con medicinas.
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