Un número creciente de científicos imagina cómo enfriar el planeta para mitigar los efectos del cambio climático. En lo que llaman geoingeniería, un estudio demuestra la viabilidad de la alternativa más grandiosa de todas: instalar una especie de sombrillas gigantes en el espacio para que sombreen la Tierra.
La forma más racional de combatir el cambio climático es atacar sus causas: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, a falta de racionalidad política, la geoingeniería se ha ido abriendo paso. En los últimos años, tanto la Royal Society británica como la estadounidense Academia Nacional de Ciencias elaboraron sendos informes en los que, tras insistir en que sería mejor prevenir que curar, repasan las distintas alternativas para trastear el clima global.
Una de ellas es una técnica de gestión de la radiación solar que parece más propia de la ciencia ficción que de la ciencia a secas. No por casualidad, apenas tiene hueco en los dos informes. Se trata de reducir la cantidad de energía solar que llega al planeta colocando algo en la trayectoria entre el Sol y la Tierra. Pero ese algo debería ser tan grande como para poder sombrear el planeta. Y si es tan gigantesco, habría que saber dónde colocarlo y cómo.
Partiendo de que la radiación solar media global es de 1.367 vatios por metro cuadrado, los climatólogos han estimado que haría falta reducir esa cifra en un 1,7%. Con ese porcentaje como referencia, los investigadores ensayaron miles de configuraciones del tamaño, ubicación y masa de su sombrilla sobre un modelo climático para lograr cancelar el cambio climático, volviendo a la situación de 1980.
Lo primero que tenían que averiguar los científicos era dónde colocar la sombrilla.Estudios anteriores habían señalado al llamado punto de Lagrange L1 entre el Sol y la Tierra. Aunque el matemático ítalo-francés Joseph-Louis Lagrange (de ahí su nombre) lo explica mejor, se trata de una de las zonas (hay cinco puntos lagranguianos) donde la atracción de la gravedad del planeta y el astro se anulan, por lo que allí podría orbitar otro cuerpo más pequeño sin que se viera arrastrado por alguno de los dos gigantes. El L1 entre el Sol y la Tierra se encuentra a 1,5 millones de kilómetros de la segunda.
Durante sus simulaciones, los investigadores comprobaron que no bastaba con una sombrilla. Aunque pudiera conseguir la reducción de aquel 1,7% de radiación solar, una única estructura provocaría grandes diferencias entre latitudes y estaciones. Vieron que, con dos, cubrían los dos hemisferios y evitaban acusados cambios en el clima.
Una de las estructuras debería tener un radio de 1.522 kilómetros, más o menos la distancia que hay entre Barcelona y Londres por carretera. La otra, solo 880 kilómetros de radio. “Con una solo no lograríamos buenos resultados en el control estacional y con dos tienes mayor grado de libertad para dibujar la sombra sobre la Tierra para compensar las diferencias entre latitudes”, explica el investigador español. Y es que, y esto es lo más fascinante, a pesar de sus dimensiones y lejanía, las estructuras podrían ser manejadas usando la propia radiación solar para orientarlas.
Aunque el objetivo del estudio era demostrar la viabilidad de este sistema desde el punto de vista de la física y la astrodinámica, quedan dos grandes cuestiones por resolver y las dos están relacionadas: ¿cómo llevarla hasta allí y de qué estaría hecha? En el estudio mencionan que haría falta la producción de aluminio de una década para fabricar un filme tan enorme. Y después habría que sacarla de la Tierra, montarla y ponerla en órbita.
Otra opción sería aprovechar nubes de asteroides para, tras reubicarlas, hacerle sombra al Sol. Parece algo imponente, sobrehumano, pero en la Tierra ya se han hecho esfuerzos de ingeniería con un coste similar, proyectos como el de poner a un hombre en la Luna llevaron más tiempo y recursos de los que necesitarían estas dos sombrillas espaciales.
Diario Ecología
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