En 1997 murió Jeanne Calment, el ser humano más longevo de la historia. Esta mujer francesa falleció tras vivir 122 años, cinco meses y catorce días. Tras ella, en la lista de las personas más ancianas de todos los tiempos, le siguen otras once mujeres que superaron con creces la barrera de los cien años. Puede que todas ellas lleven en su ADN algunos de los cuatro genes que un grupo de investigadores de las universidades de Stanford (EE.UU.) y de Bolonia (Italia) acaban de identificar como garantía genética para convertirse en «supercentenarios».
El hallazgo se publica en la revista científica «PLOS Genetics» y abre la puerta a nuevos tratamientos que nos permitan vivir más y mejor.
Los nombres de estas variantes protectoras recién descubiertas no les dirán mucho. Se llaman ABO (determina el grupo sanguíneo), CDKN2B (ayuda a regular los ciclos de vida celular), sh2b3 (prolonga la esperanza de vida en la mosca del vinagre) y HLA (uno de los genes que favorece que el sistema inmune reconozca las células del propio organismo). Lo importante es que ser portador de una variante de estos cuatro genes garantizaría, por tanto, disfrutar de lo que en lenguaje técnico se consideraría una longevidad extrema.
El peso de la genética
Los estudios con gemelos idénticos sugieren que la genética debe tener un papel clave en la esperanza de vida de cada persona. Se estima que los genes explicarían, al menos, el 20 por ciento del envejecimiento. Pero su localización ha sido una caza difícil y escurridiza.
La búsqueda de estos genes la empezó la Universidad de Stanford, analizando los genomas de 17 personas «supercentenarias» y comparándolos con los de la población general. Pero ese estudio no encontró ninguna variante genética poco común que explicara cómo algunas personas pueden superar sin problemas la barrera de los cien años y otras no lo hacen pese a tener la misma salud y compartir los mismos hábitos de vida.
Hasta la fecha solo se había identificado un gen (APOE, involucrado en el alzhéimer), como el único que difería cuando se comparaba a grandes centenarios con el resto de la población.
Tras el fracaso del primer estudio, Stuart Kim, el autor principal, amplió su búsqueda para incluir a 800 personas de más cien años y 5.000 de más de 90 años. Esta vez se centró en los genes ya conocidos que influyen en catorce enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Y acertó.
Estas nuevas pistas genéticas nos ayudarán a descubrir el misterio de por qué envejecemos y encontrar nuevas formas para alargar la vida. Vivir más, pero sobre todo sin la pesada carga de las enfermedades relacionadas con el envejecimiento: el alzhéimer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, los dolores de las articulaciones o el cáncer.
El hallazgo de genes nos permitirá saber con un análisis genético si tenemos más posibilidades de superar la barrera de los cien años. O diseñar estrategias para vivir más años en buena forma física y mental. Aunque la genética no lo es todo y aún será difícil hacer una predicción exacta de vida en función de los genes.
Recientemente, la revista «Science» reconocía en un especial sobre envejecimiento cómo el proceso que nos hace arrugarnos y deteriorarnos es uno de los grandes misterios de la biología. El reino animal es un ejemplo: las moscas se mueren ancianas a las seis semanas, los ratones a los cuatro años, los delfines a los 30 y los guacamayos a los 100. Mientras quela esperanza de vida de los monos, los más cercanos a nosotros, es de 50, el ser humano ha conseguido sumar años de vida durante las últimas cuatro generaciones.
Este ha sido el mayor éxito de los avances médicos, el manejar la enfermedad para que en el último siglo los humanos hayan visto crecer su esperanza de vida más que durante los miles de años de evolución de la especie. Y la ciencia del envejecimiento no ha hecho más que empezar. De momento, lo único que ha demostrado realmente alargar la vida es comer menos, como recordaban en la revista «Science».
La restricción calórica que no llega a la desnutrición es la mejor fórmula que se puede ofrecer a quien pida un consejo para prolongar sus años de vida. La buena noticia es que hay experimentos con fármacos que consiguen los mismos beneficios que restringir la dieta.
ABC
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