La ley de Murphy ha encontrado un hogar permanente en Fukushima: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”.
Por ejemplo, el cesio radioactivo presente en los túneles de Fukushima se disparó de repente hace poco en más de 4.000 veces las medidas similares de hace un año. Este espeluznante/inmenso incremento en los niveles de radiación alcanzó los 482.000 becquerelios por litro. TEPCO está tratando de investigar el motivo de ese enorme y anómalo aumento (“Radiation Spikes in Fukushima Undergrounds Ducts”, NHK World, 9 diciembre 2015). En el transcurso de un año, un aumento de 4.000 veces sea donde sea no es, ni augura, nada bueno.
No sólo eso sino que la barrera construida en la planta de energía nuclear de Fukushima, para impedir que con un poco de suerte el agua contaminada no se filtre al océano, está escorándose y ha llegado a tener una grieta de aproximadamente 483 metros de longitud a lo largo de su base. El muro tiene 805 metros de largo y 29,8 metros bajo tierra.
En efecto, una barrera oceánica: “Los niveles más altos de radiación desde el accidente nuclear de Fukushima, Japón, en 2011, están apareciendo en el océano frente a la costa oeste de América del Norte, informaron los científicos de la Woods Hole Oceanographic Institution” (“Higher Levels of Fukushima Radiation Detected Off West Coast”, Statesman Journal, 3 diciembre 2015). Afortunadamente, hasta ahora, los niveles detectados se mantienen todavía por debajo de los límites de seguridad establecidos por el gobierno de EEUU.
Mientras tanto, TEPCO lucha con uno de los desastres más desconcertantes de todos los tiempos con una cifra media de más de 7.000 trabajadores diarios. Las dificultades para conseguir trabajadores en el lugar son inimaginables. Se ha llegado a contratar por las calles a personas sin techo para que hagan los trabajos de descontaminación más peligrosos.
Las Olimpiadas de 2020 en Tokio
Más vale que la situación mejore cuanto antes porque las Olimpiadas están previstas para 2020, lo que me trae a la mente el peligroso corión perdido, el derretido núcleo caliente chisporroteante de la planta 2, pero afortunadamente, crucemos los dedos, no ha ido a parar al suelo esparciendo los letales isótopos de forma irregular y extendiéndose por todas partes. Sin embargo, nadie sabe dónde se encuentra este Desaparecido Corio-Wally del Mundo Nuclear.Mientras tanto, Greenpeace/Japón acusa a la Agencia Internacional de la Energía Atómica de rebajar los riesgos que para la salud supone el desastre de Fukushima de 2011 y denuncia que está actuando de común acuerdo con el primer ministro japonés en un intento por “normalizar” el desastre (“Greenpeace Japan: IAEA Downplays Dangers of Fukushima Disaster”, Sputnik News, 9 febrero 2015). ¡De prisa, de prisa, las Olimpiadas se acercan!
Un enfoque astuto del problema de la excesiva radiación consiste en aumentar los “límites permisibles”: “El nivel anual permisible de exposición a la radiación ha sido peligrosamente aumentado en Japón tras el accidente del 11 de marzo. Para quienes habitan en las áreas afectadas, se ha incrementado de 1 milisievert (mSv) a 20 mSv. El gobierno aumentó el límite anual de exposición a la radiación de los trabajadores nucleares de 100 mSv a 250 mSv en ‘situaciones de emergencia’”, según declaraciones de Mitsuhei Murata, director ejecutivo de la Japan Society for Global System and Ethics y exembajador japonés en Suiza (“Nuclear Diaster and Global Ethics”, UN World Conference on Disaster Risk Reduction, 16 marzo 2015).
Cuando se aumentó el “nivel permisible” de radiación, la Asociación Médica de Japón afirmó: “No está nada clara la base científica utilizada para decidir ese aumento de 1 mSv a 20 mSv”.
Además, según Physicians for Social Responsability, no hay un nivel seguro de radiación. Y a propósito de la situación de Fukushima: “En el caso de los niños, es inadmisible que se incremente el nivel permitido a 20 milisieverts (mSv). Los 20 mSv exponen a un adulto entre 500 al riesgo de padecer cáncer ; en el caso de los niños, esta dosis les expone a un riesgo de padecer cáncer de 1 entre 200. Y si están expuestos a esta dosis durante dos años, el riesgo es de 1 entre 100. En modo alguno este nivel de exposición puede considerarse ‘seguro’ para los niños”.
Estudios recientes confirman que la “exposición a bajos niveles de radiación puede provocar cáncer”, en concreto: “No importa que las personas estén expuestas a dosis bajas prolongadas o a altas y agudas, la asociación observada entre la dosis y el riesgo serio de padecer cáncer es similar por unidad de dosis de radiación” (Fuente: British Medical Journal: “Low Doses of Ionizing Radiation Increase Risk of Death from Solid Cancers”, Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, OMS, 21 octubre 2015).
En agudo contraste con la posición de Japón, los círculos oficiales de Chernobyl tienen una opinión diferente sobre la “exposición anual de radiación permisible”, en concreto: “El límite radioactivo que prohibía que la gente viviera en la zona de 30 kilómetros alrededor de la zona de exclusión de la planta nuclear de Chernobl se fijó en 5 mSv/año cinco años después del accidente nuclear. Más de 100.000 personas fueron evacuadas de esa zona y nunca volverán” (Greenpeace/Japón). ¡Jamás de los jamases!
Las consecuencias de los desastres nucleares no desaparecen fácilmente. Por ejemplo, Chernobyl está ya enfrentándose a una nueva crisis. La durabilidad del deteriorado sarcófago original, que está pudriéndose, expira en los próximos doce meses. Sin embargo, el nuevo sarcófago que lo reemplazará, la cúpula metálica más grande del mundo, no se podrá acabar a tiempo porque andan escasos de fondos (615 millones de euros).
Además de los conflictos internos de Ucrania con ciudadanos prorrusos, el país tiene graves dificultades financieras. Todo esto equivale a poner más “palos en la rueda” contra la proliferación de reactores nucleares (Por cierto, China tiene sobre la mesa 400 reactores en proyecto). ¿Quién está seguro de que un reactor deteriorado no termine en manos de un país con apuros económicos? ¿Qué pasará entonces?
Ucrania cuenta, de momento, con quince reactores nucleares que siguen en pie entre el silbar de las balas y los cohetes de gran alcance. Es posible, de forma lamentable, que Ucrania se haya convertido en el polvorín de un holocausto nuclear en medio del fuego de cañón, del estrépito de los tanques y de los misiles tierra-aire. Ahí está, por ejemplo, el caso del vuelo 17 de Malaysia Airlines derribado por un misil, al parecer por accidente, el 17 de julio de 2014, en el que murieron las 298 personas que iban a bordo.
Mientras tanto, volviendo a Japón, el aumento del nivel anual de exposición permisible ante la radiación no ha escapado a la atención internacional. Según el Dr. Ian Fairlie, ex director del Secretariado del Comité CERRIE sobre Riesgos Internos de Radiación del gobierno del Reino Unido: “El gobierno japonés ha llegado demasiado lejos, hasta el punto de aumentar el límite de radiación para los ciudadanos japoneses de 1 MSv a 20 mSv al año, mientras sus científicos se esfuerzan para convencer a la Comisión Internacional para la Protección Radiológica (ICRP, por sus siglas en inglés) de que acepte este enorme incremento”.
Pero, esperen un momento; el Comité Olímpico Internacional (COI) ha designado ya a Tokio para las Olimpiadas de 2020. ¿Es posible que el COI esté poniendo el carro delante de los bueyes, muy, muy por delante?
En cuanto al recién establecido límite más alto aceptable japonés para la radiación: “Eso no sólo no tiene rigor científico, también es inadmisible”, (Dr. Fairlie, “Unspoken Death Toll of Fukushima: Nuclear Disaster Killing Japanese Slowly”, Sputnik International, 8 agosto 2015). Después de todo, a partir de una base fáctica, los términos “sin rigor científico e inadmisible” son acusaciones fuertes.
Sin embargo, el COI ha aprobado ya Tokio 2020 y gentes de todo el mundo estarán haciendo planes para asistir. Con todo, si el COI está de acuerdo con las caprichosas condiciones respecto a la radiación de Japón, entonces, ¿debería estar también todo el mundo de acuerdo? Bien…
Todo ello me trae a la mente lo siguiente: Si un canario en el pozo de la mina avisa del sucio vientre que se esconde en la planta de energía nuclear, es decir, adhiriéndonos a la ley de Murphy, que las cosas que pueden ir mal, irán mal, entonces, ¿qué ocurre con las potenciales consecuencias de las grandes plantas nucleares en zonas de guerra? ¿Cómo se aplicaría la ley de Murphy en una zona de guerra? La respuesta más cómoda es: Ni se te ocurra pensarlo siquiera.
Aun así, los 430 reactores nucleares que hay en el mundo son “tremendos blancos perfectos”. Según el exembajador Murata, los reactores nucleares son “el problema más grave de seguridad del mundo”.
Así pues, Fukushima puede ser algo más que el niño del poster sobre la fragilidad de la energía nuclear frente a las fuerzas extremas de la naturaleza; es también el niño suplente del poster al que acechan los peligros del terrorismo y de las zonas de guerra cuando “todo lo que puede salir mal, saldrá mal”, por ejemplo, un avión derribado sobre Ucrania.
Los reactores nucleares son tan peligrosos como las armas nucleares (Murata)
Se han lanzado cohetes hacia las instalaciones nucleares en Israel. “Hamas reivindicó su responsabilidad de los cohetes, afirmando que había intentado alcanzar el reactor nuclear. Militantes de las Brigadas Qasam de Hamas dijeron que habían lanzado cohetes de largo alcance M-75 en dirección a Dimona” (The Jerusalem Post, 9 julio 2014).
Como he mencionado anteriormente, Ucrania alberga quince reactores nucleares en medio de una zona de guerra. ¿Qué pasaría si un misil, de forma accidental o deliberada, impacta sobre un reactor nuclear? ¿Aporta Fukushima alguna pista sobre las consecuencias de un desastre así?
Suponiendo que Fukushima sea realmente un indicador de lo notablemente bien que los desastres nucleares se ajustan a la ley de Murphy, probablemente implique que “las cartas están ya echadas”.
P.S.: “El futuro de los Juegos Olímpicos está en riesgo. Como creo en el espíritu de los Juegos Olímpicos y en el Movimiento Olímpico estoy abogando por una retirada honorable a fin de que Japón dedique los máximos esfuerzos en controlar la crisis de Fukushima”, Mitsuhei Murata, exembajador del Japón en Suiza y director ejecutivo de Japan Society for Global System and Ethics, Tokio, 28 octubre 2015.
Robert Hunziker, CounterPunch
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