martes, 8 de diciembre de 2015

¿Un mes sin sexo? Así responde su cuerpo


Querer y no poder. Algo que nos pasa con muchas cosas, pero que llevamos muy mal cuando lo que deseamos es una buena sesión de sexo. Lo más común es que esa abstinencia sexual no deseada se produzca cuando no encontramos una pareja, ni estable ni ocasional. Sin embargo, incluso teniendo pareja, podemos pasar por épocas de sequía, debidas, por ejemplo, a algún tipo de disfunción como la dispareunia (coito doloroso), la disfunción eréctil o alguna dolencia relacionada tanto con nuestros genitales como con nuestro estado anímico, como puede ser una depresión. O una simple crisis de pareja. En cualquier caso, ¿tiene una privación prolongada de sexo consecuencias sobre nuestro bienestar?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como un aspecto central del ser humano. En este sentido, Rosa Sanz, sexóloga y educadora afectivo sexual, considera que “no tener un bienestar sexual puede afectar el estado anímico, incluso a la autoestima”. Aunque reconoce que no a todos los pacientes les afecta por igual, puesto que la experiencia sexual y la forma de vivirla dependen de cada uno de ellos. Hay incluso quiénes renuncian al contacto íntimo para siempre. "Pero lo cierto es que la abstinencia no deseada puede tener un efecto visible en el día a día”, insiste.
En este sentido, Froilán Sánchez, coordinador del grupo de Salud Sexual de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), afirma que la abstinencia sexual no deseada “repercute desde el punto de vista psíquico y físico, altera la salud y también el estado de ánimo”. Si bien el experto matiza que tampoco se trata de lanzar el mensaje a la gente de que deben tener relaciones aunque no les apetezca, "lo que está claro en la práctica clínica es que esa carencia repercute en la salud de quienes desean mantener relaciones sexuales pero no pueden practicarlas”.

Poco sexo, muchos kilos

Sánchez informa de que dejar de tener relaciones sexuales, “por normal general, tiene efectos sobre la percepción de nuestra imagen y nuestra autoestima, lo que puede llevar a que nos descuidemos, disminuya nuestra actividad física o comamos peor”. Como última consecuencia, descuidar la dieta, ver demasiada televisión o el estrés postraumático se vinculan a la obesidad y sus enfermedades derivadas.
Por otra parte, no hay que olvidar que la sexualidad es una parte vital de nosotros mismos y que además tiene muchos efectos demostrados en nuestro bienestar. De hecho, existen investigaciones que relacionan una vida sexual satisfactoria con una mayor longevidad o que incluso apuntan que las relaciones sexuales frecuentes (dos veces por semana o más) están asociadas con una menor incidencia de eventos coronarios fatales, así como con una mayor delgadez. Y aunque la felicidad que aporta el sexo tiene un límite (con una vez por semana parece suficiente, según las últimas investigaciones), se sabe que durante el orgasmo producimos un volumen de oxitocina y de endorfinas que nos ayudan a conciliar el sueño o a reducir nuestros niveles de estrés. Toda una fuente de beneficios que, sin embargo, también se pueden obtener el solitario.
¿Dónde está entonces el verdadero fastidio de que pasen los días sin un compañero de cama? En la autoestima y la necesidad de sentirse deseado. Sánchez recuerda que la abstinencia sexual “no solo afecta a la actividad física, sino que también conlleva dificultades de comunicación y cuestiones afectivas con nuestra pareja. Muchos trastornos del estado de ánimo se deben a una dificultad en la sexualidad, y esto es algo que simplemente influye directamente en la calidad de vida”. No son hormonas, son sentimientos.

Reacciones diferentes según cada persona

Como en otros muchos aspectos de la vida, es difícil generalizar respecto a cómo el sexo, o la ausencia del mismo, repercute en nuestras vidas, porque dependerá directamente de las múltiples circunstancias de cada individuo, tales como la fortaleza mental, la autoestima de base, cómo desarrolle su autoerotismo y sobre todo cómo era su sexualidad antes de que apareciera este periodo de abstinencia. Sánchez pone un ejemplo muy sencillo para entenderlo: “Una persona que hace veinte minutos de ejercicio cada día lleva muy mal de pronto dejar de practicar esa actividad deportiva. En la sexualidad, el efecto es mayor, pero todo depende del nivel de deseo o la frecuencia de relaciones de cada uno”. En efecto: cuanto más practiquemos, más querremos. Por este motivo es muy difícil cifrar en un mes o un trimestre el tiempo en el que esta abstinencia comienza a hace mella en la salud física y mental, puesto que dependerá de la sexualidad previa de cada persona.
En cuanto a cómo suele ser este proceso de privación involuntaria del sexo, el médico de SEMERGEN detalla: "Lo habitual es que se pase por una etapa en la que uno se va acostumbrando a esa carencia, pero si esta no desaparece, al final la persona se resiente, y aparece un trastorno adaptativo por esta situación que cuesta superar”. De hecho, suele ser paradigmático que las personas que pasan por este periodo de abstinencia sexual, una vez que vuelven a tener la oportunidad de retomar relaciones, se muestran más cohibidos, por normal general, debido a esa disminución progresiva de la autoestima. No se preocupen: es reversible.
ElPaís

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