Tres astronautas chinos saludan antes de embarcarse en una misión en junio de 2012. (EFE) |
China tiene un plan para convertirse en potencia espacial. Y ese plan pasa por diseñar una nueva nave, parecida a las Apolo, Orion o CST-100 Starliner, que abandone el diseño soviético en el que se han basado hasta la fecha para dar paso a una nueva época en su conquista de las estrellas. Para esa novedosa era, la potencia se ha marcado tres claros objetivos: colocar una estación en órbital terrestre, visitar la Luna y lograr la gesta definitiva, llegar a Marte.
Para lograrlo, el programa espacial chino ha puesto sobre la mesa el diseño de una nueva nave tripulada que sirva de base para la exploración espacial del futuro. Esa nave que permitirá enviar tripulaciones a la estación espacial en la que trabaja el país pero que también habilitará los viajes a otros destinos. Por ello, los planes que han aparecido hasta la fecha incluyen dos versiones de un vehículo muy familiar a ojos de los programas espaciales estadounidenses.
El plan chino incluye misiones en órbita terrestre, en los puntos de Lagrange, visitas a asteroides cercanos, a la Luna y a Marte
Las dos versiones de ese vehículo están pensadas en función del tipo de misión que vayan a acometer. Así lo explica una investigación titulada Definición Conceptual de la Nave Tripulada Versátil de Nueva Generación que explora las tecnologías que debería tener el futuro vehículo.
En ese versátil se esconde el quid de la cuestión ya que la intención del programa espacial chino pasa por emplear el vehículo para otros destinos. En función de la misión, la tripulación puede estar formada por un número detaikonautas que oscila entre los dos y los seis pasajeros.
El diseño de ambas naves será prácticamente calcado aunque una tendrá un volumen algo menor, unas 14 toneladas por las 20 que tendrá el diseño pensado para viajar hasta la Luna. Los dos vehículos también tendrán diferencias en sus sistemas de propulsión ya que un viaje a la Luna implica mayor capacidad que uno a Marte. Aunque pueda parecer una contradicción, la idea es acertada, ya que un viaje hasta el satélite implica cargar con todo el combustible y los suministros necesarios para la duración del trayecto mientras que para una misión a Marte se deben desarrollar otros vehículos para completar la misión, incluido una nave para realizar el descenso. En ese caso, el vehículo de menor capacidad sería un simple transporte desde Tierra hasta la infraestructura que China construya en su momento para dicho trayecto.
Un proyecto con cinco objetivos
El futuro programa espacial chino contará con cinco tipos diferentes de misiones: viajes a la futura estación espacial que está construyendo —llamada Tiangong y que debería estar operativa a mediados de la próxima década, cuando la Estación Espacial Internacional ponga en marcha su retirada—, a los puntos de Lagrange, a asteroides en una órbita cercana a la Tierra, a la Luna y a Marte.
Para viajes a la Luna y a otros destinos en el espacio exterior, China se plantea misiones que no cuenten con más de cuatro astronautas mientras que las misiones a la órbita terrestre podrán transportar hasta a seis personas, que será el número máximo de tripulantes que podrá albergar la estación espacial Tiangong —otras fuentes cifran en tres el número de ocupantes—.
En función del tipo de misión, la nueva nave espacial china podría estar en órbita hasta dos años, acoplada a la estación, o hasta 21 días si no estuviera aparcada en el espacio junto a otro vehículo.
Las nuevas naves chinas se lanzarán desde dos cohetes diferentes. El CZ-7 y el CZ-5, también conocidos como Larga Marcha 7 y Larga Marcha 5, están en construcción y se espera que se puedan utilizar a partir de 2016. El primero tiene una carga de 14 toneladas mientras que el segundo podrá elevar hasta 25.
Para poner en órbita la versión pequeña de la nave china será necesaria una fuerza delta-v —el empuje necesario para lanzar un objeto al espacio— de 800 metros por segundo mientras que para la mayor la cifra se eleva hasta los 1.700 m/s.
El hecho de adoptar un diseño similar al de las naves estadounidenses cambiará por completo la fisionomía de los vehículos chinos. La actual Shenzou está compuesta por tres etapas diferentes, al estilo de la rusa Soyuz, mientras que el nuevo vehículo tendrá dos, un cono donde se alojarán los astronautas pegado a un cilindro en el que se almacenarán todos los suministros. La estructura la puso en boga el programa Apolo en su día y la nave Orion volverá a utilizarlo en los próximos años.
¿Estreno en 2020?
No acaban ahí las novedades, puesto que China también se plantea adoptar el método occidental de recuperar a sus astronautas por medio de un amerizaje —aunque no descarta el aterrizaje—. La agencia también trabaja en desarrollar una tecnología que permita las comunicaciones entre cápsula y el control de tierra durante todo el tiempo que dura la reentrada a la atmósfera terrestre.
El consorcio de Ciencia y Tecnología Aeroespacial China comenzó a trabajar en el diseño del vehículo en los primeros meses de 2013 y su desarrollo arrancó unos meses más tarde. Se estima que el nuevo vehículo esté operativo en los primeros años de la próxima década para que la potencia oriental pueda abandonar el Shenzou, el vehículo que le abrió las puertas del espacio y que ha quedado algo anticuado.
ElConfidencial
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