Se ha corroborado que una babosa marina ha asimilado con éxito genes de las algas que come, y que estos le permiten fotosintetizar como una planta. En la misma investigación, se ha clarificado cómo este animal consigue vivir durante meses seguidos “alimentándose” de luz solar, como un vegetal o una bacteria fotosintética.
El equipo de Sidney K. Pierce, profesor emérito de la Universidad del Sur de Florida y de la de Maryland en College Park, ambas instituciones en Estados Unidos, ha presentado la primera evidencia directa de que los cromosomas de la babosa marina tienen algunos genes que proceden de las algas que come.
Estos genes ayudan a sostener procesos fotosintéticos dentro de la babosa y permiten al animal aprovechar la luz solar para nutrirse. Así que ante cualquier situación que le prive de su fuente convencional de comida, el animal tiene una forma de evitar morir de hambre hasta que encuentra más algas para comer.
El equipo de investigación utilizó una técnica avanzada de obtención de imágenes para confirmar que un gen importante del alga Vaucheria litorea se halla presente en el cromosoma de la babosa Elysia chlorotica. Este gen hace posible la producción de una enzima que es esencial para el funcionamiento de las “máquinas” fotosintéticas que son los cloroplastos, presentes habitualmente en plantas y algas.
Se ha sabido desde los años 70 que la E. chlorotica “roba” cloroplastos de la V. litorea, acomodándolos en sus propias células digestivas. Una vez dentro de las células de la babosa, los cloroplastos continúan fotosintetizando hasta pasados nueve meses, mucho más tiempo de lo que conseguirían en las algas. El proceso de fotosíntesis produce carbohidratos y lípidos, que alimentan a la babosa.
Cómo consigue la babosa mantener estos orgánulos fotosintéticos durante tanto tiempo había sido tema de estudio profundo y a suscitado no pocas controversias. La nueva investigación confirma que uno de los varios genes de las algas que se necesitan para reparar daños en los cloroplastos, y mantenerlos funcionando, está presente en el cromosoma de la babosa. El gen se incorpora en este último y se transmite a la nueva generación de babosas. Si bien la próxima generación debe adoptar nuevos cloroplastos de las algas, los genes para mantenerlos ya están presentes en el genoma de la nueva babosa.
La lógica tradicional nos diría que es imposible que genes de un alga funcionen dentro de una célula animal. Sin embargo, aquí tenemos un ejemplo de que sí es posible, tal como subraya Pierce.
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